Cuando un hermano cae

Esa es la razón por la que la Palabra de Dios nos desafía a “proseguir a la meta” (Filipenses 3:13 y 14). “Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome á lo que está delante, Prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús”. Hermanos y hermanas, no podemos contentarnos con lo que ya sabemos; necesitamos aprender muchísimo de la Palabra de Dios, la Palabra de Verdad para mantenernos libres del yugo de pecado que procura siempre esclavizarnos; por lo tanto: “La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos los unos á los otros con salmos é himnos y canciones espirituales, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor” (Colosenses 3:16)

3º El engaño

Una tercera razón del tropiezo de los creyentes es el engaño. Como ángel de luz, Satanás nos atrae. Él es astuto, sagaz y sigiloso, y puede esconder ingeniosamente, con una seducción encantadora, sus trampas asesinas. Si fue capaz de engañar a Adán y Eva, quienes disfrutaban de una comunión perfecta y maravillosa con Dios el Creador, ¿qué nos hace creer que nosotros podemos sobrepasar su astucia? 2ª Corintios 11: 3 dice: “Mas temo que como la serpiente engañó á Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera, de la simplicidad que es en Cristo”.

4º El orgullo

Un cuarto denominador común que nos hace caer es el orgullo. Cuando dependemos de nuestra autosuficiencia o de nuestro esfuerzo propio para combatir el pecado, tenga la seguridad de que se acerca nuestra derrota. El “gran yo” no puede competir con el príncipe de las tinieblas. Es como si se tratara de un globo que sólo espera ser reventado.

El rey Usías en el Antiguo Testamento fue un rey e inventor famoso. Fue, además, un feroz guerrero, el cual disfrutó de un gran éxito “en estos días que él buscó a Jehová” (2 Crónicas 26:5). Y pudo haber disfrutado de una victoria de toda una vida si no hubiera situado en el trono al de su corazón el “gran yo”.

“… y su fama se extendió lejos, porque se ayudó maravillosamente, hasta hacerse fuerte. Mas cuando fué fortificado, su corazón se enalteció hasta corromperse; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar sahumerios en el altar del perfume” (2 Crónicas 26:15-16); Proverbios 21: 24 dice: “Soberbio y presuntuoso escarnecedor es el nombre Del que obra con orgullosa saña”. (Saña = odio, rencor)

5º El cansancio

Un quinto instrumento para hacer que los creyentes pequen es el cansancio. Quedamos física o emocionalmente agotados, y simplemente estamos demasiado débiles como para sostener el escudo de la fe. Nuestras manos se desploman a ambos lados de nuestro cuerpo, el escudo yace en el suelo, y nos convertimos en blancos fijos para los proyectiles que se aproximan. Elías quedó listo para el temor y el desánimo cuando Jezabel lo amenazó. Y esto se debió quizá a que acababa de terminar de correr una maratón hasta Jezreel, en la cual había derrotado al carruaje del rey Acab (1 Reyes 18:45-46)

Su fatiga debilitó su resistencia. Pero Isaías 40: 29 al 31 nos alienta a esperar siempre en el Señor, dice: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen: Mas los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas, correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán”. Pero la clave es: “los que esperan en Jehová”, esto quiere decir que todos los hijos de Dios que son pacientes, hombres y mujeres de oración, son bendecidos por Dios con fortaleza en medio de sus tribulaciones; el apóstol Pablo tres veces le pidió, le rogó, le suplicó a Dios que le quitara el aguijón que tenía de su enfermedad, que le hacía a veces estar débil; 2ª Corintios 12: 8 al 10 dice: “Por lo cual tres veces he rogado al Señor, que se quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo. Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso”.

6º El ataque satánico

Como sexto factor, tenemos el ataque satánico. Un ataque satánico es un momento o período de acoso intenso por parte de Satanás, por medio del cual una persona experimenta un conflicto sumamente arduo con los poderes del mal. Y estos ataques no vienen sólo cuando nos acercamos al pecado. Puede ser que estemos orando, trabajando, o haciendo casi cualquier cosa, cuando Satanás puede lanzar una ofensiva importante en contra nuestra.

Job se topó con una guerra relámpago de parte de Satanás en la que perdió su familia y sus posesiones en sólo cuestión de horas. Aunque Dios la permitió, de todos modos su azote fue como el de una horda de langostas. La misma intensidad de opresión -aunque controlada y limitada por Dios Todopoderoso- puede abalanzarse sobre los creyentes, especialmente si estamos ocupados, sirviendo productivamente en la obra de Dios.

La lucha no es contra carne y sangre, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y estar firmes, habiendo acabado todo. Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad, y vestidos de la cota de justicia. Y calzados los pies con el apresto del evangelio de paz; Sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de salud, y la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios; Orando en todo tiempo con toda deprecación y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda instancia y suplicación por todos los santos”. (Efesios 6: 12 al 18)

7º La presión

Una séptima razón es la presión. Nos derrumbamos bajo el estrés del trabajo, la familia y la sociedad, y buscamos una válvula de escape emocional, la cual pensamos que nos va a ayudar a satisfacer una necesidad particular en ese momento. Las tensiones y cargas se hacen insoportables, y batallamos para abrir una escotilla de escape, sin que nos importe realmente hacia dónde nos pueda conducir, con tal que nos saque de debajo de la carga.

Creo que todos los que somos honestos unos con otros tendremos que admitir esto: “Sí, he fracasado”. Y no hemos violado nada más uno de los mandamientos, sino que la verdad es que probablemente los hemos violado todos, de alguna forma y hasta cierto grado.

Al echar una mirada al Antiguo Testamento, es interesante notar que los primeros tres reyes del Señor fueron todos grandes hombres. Saúl empezó su gobierno como un líder ungido. David fue un gobernante admirable, así como un músico y poeta consumado. Y la sabiduría de Salomón no ha sido igualada. Pero a pesar de sus éxitos, todos ellos tropezaron. Saúl fue despojado de su reino debido a su orgullo; David cedió ante la codicia, y la sagacidad de Salomón fue estropeada trágicamente por su idolatría.

Los cristianos de hoy, no importa lo fuertes, sabios o respetados que sean, están expuestos a alguna manifestación pública o privada del principio del pecado. Los creyentes que siembran para la carne, segarán la misma cosecha corrupta que siegan los no creyentes. El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu contra la carne. Romanos 8: 1 al 14 dice: “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme á la carne, mas conforme al espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme á la carne, más conforme al espíritu. Porque los que viven conforme á la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu. Porque la intención de la carne es muerte; más la intención del espíritu, vida y paz: Así que, los que están en la carne no pueden agradar á Dios. Más vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él. Empero si Cristo está en vosotros, el cuerpo á la verdad está muerto á causa del pecado; mas el espíritu vive á causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos á Jesús mora en vosotros, el que levantó á Cristo Jesús de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios”.

Conclusión:

Como conclusión podemos mencionar Romanos 12: 21 que dice: “No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal”

En el sur de Inglaterra se encuentra una ensenada llamada Bahía de St. Margareth. Allí hay una fuente de agua dulce que la marea alta recubre con agua de mar. Lo notable es que esa fuente, a pesar de ser regularmente bañada con agua salada y sucia, siempre permanece sin contaminarse y pura. Este fenómeno también se observa en otros lugares de la tierra y se debe a que el agua dulce, que fluye constantemente, forma una capa aislante que impide la penetración del agua salada en la desembocadura de la fuente.

Así debería ocurrir con nosotros los hijos de Dios, con nosotros que hemos experimentado el poder purificador de la sangre del Señor Jesús. Hemos sido hechos hijos de Dios, fuimos sellados con el Espíritu Santo y por medio de él nos encontramos en comunión con Dios.

Aunque vivimos en un mundo pecador e impuro, y diariamente tenemos contacto con el mal, siempre recibimos fuerzas renovadas de lo alto. Con ese poder divino somos hechos capaces de vencer el mal con el bien. Romanos 12: 21 “No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal”. En nosotros mismos no tenemos esa fuerza; Pero la obtenemos bebiendo de la perenne fuente: Jesucristo. “El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre” (Juan 7:38); y con esa fuerza, con esa agua viva que fluye de nuestro interior, siempre podremos levantar al hermano caído. “Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote á ti mismo, porque tú no seas también tentado”

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