El amor en la familia

1 Corintios 13:13, NVI

13 Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.

Juan 15:17

17 Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.

1 Juan 2:10

El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar.

1 Juan 4:19

19 Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.

Me parece que está más que claro, la clave está en el amor, la razón de todo es el amor, Dios me ama y yo lo amo, Cristo me amó, me ama y me amará, y yo quiero amarlo cada día más.

Yo amo a mi familia y gozo al sentirme objeto de su amor, por amor estamos juntos ahora, no por compromiso, ni por ninguna otra razón, vivimos un intenso amor familiar. Ese amor nos ha permitido aprender a amar a los demás, de una manera real y desinteresada.

La capacidad de amar se determina principalmente por la acumulación de experiencias afectivas que una persona va reuniendo a lo largo de su vida. Mientras mayor sea la cantidad de amor que recibimos y experimentamos, mayor será nuestra capacidad de amar a los demás.

Por el contrario si fuimos víctimas de abusos, maltratos, humillaciones, falta de amor y afecto, entonces se corre el riesgo de que nuestra capacidad de amar sea muy limitada. Pero si nos entregamos a Cristo, si recibimos la bendición del Espíritu Santo en nuestras vidas, si practicamos el perdón de corazón y le pedimos a Dios que cambie nuestro corazón de piedra, por un nuevo corazón de carne que esté dispuesto a amar y ser amado, entonces nuestra vida dará un giro de 180 grados y disfrutaremos como nunca de lo bello que es amar.

Ezequiel 11:19-20, NVI

19 Yo les daré un corazón íntegro, y pondré en ellos un espíritu renovado. Les arrancaré el corazón de piedra que ahora tienen, y pondré en ellos un corazón de carne,20 para que cumplan mis decretos y pongan en práctica mis leyes. Entonces ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.

A pesar de que el hombre fue creado por Dios con una capacidad natural para amar, pareciera que el mundo y la sociedad se empeñaran en demostrarnos lo contrario.

Pareciera que la gente que vive en amor es la excepción de la regla, son como seres de otro mundo; cuando la gente ve a alguien feliz y lleno de amor se llegan a despertar envidias y sentimientos encontrados, por una parte queremos tener parte de “eso que El o Ella tienen”, pero por otro lado nos resulta injusto que ese alguien este lleno de amor y yo en cambio no me sienta amado, ni querido.

En la familia es donde se hace posible el amor, el amor sin condiciones; los padres que iniciaron la familia con una promesa de amor eterno, quieren y aman a sus hijos por el simple hecho de que son sus hijos, los aman porque son el fruto de su amor, no importa si son altos o bajos, si son zurdos o diestros, si son deportistas, artistas, médicos u hoteleros, así los aman, de una manera pura y desinteresada.

La familia puede llegar a convertirse en una auténtica fábrica de amor, no solo para sus integrantes, sino también para la familia cercana, para sus vecinos, sus hermanos en la Fe, sus colegas del trabajo y para toda la gente que los rodea.

El amor llega a ser algo como tan importante y grande, que se puede repartir y convidar a los demás. Además de que tiene un efecto “boomerang”, es decir si damos amor puro, es seguro que tarde o temprano ese amor volverá a nosotros y quizá regresé hasta con intereses ganados.

“La grandeza y la responsabilidad de la familia están en ser la primera comunidad de vida y amor, el primer ambiente en donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios”.

1 Juan 4:16, NVI

16 Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.

Efesios 5:1-2, NVI

1 Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, 2 y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.

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