Árboles que caminan

El creyente debe morir al viejo hombre, debe sepultar a su viejo yo para así poder germinar hacia un nuevo hombre. Este es el principio clave de la nueva vida en el Salvador.

La maldición del Creador reposa sobre el árbol que no da fruto. Porque los arboles son creados para dar fruto, esto es inherente a ellos. El ser humano ha sido creado para dar fruto por esa razón todo aquel que no lleve buen fruto esta próximo a ser maldecido.

Jud 1:12  Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;

Luc 13:6  Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Luc 13:7  Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Luc 13:8  El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Luc 13:9  Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.

Algunas personas encalan los tallos de los árboles para protegerlos de las plagas dañinas.

Sin embargo el Señor tiene mejores métodos. Aún los contratiempos de la vida son de beneficio para el árbol bueno. Por ejemplo las duras heladas del invierno, si bien, son una prueba difícil de pasar para los árboles ellas eliminan las plagas propias de los árboles. Así que lo que pareciera ser una contrariedad se convierten en una bendición. Como cuando el creyente afronta diversas pruebas que en vez de secarlo le proveen de nueva vida.

Despedregar el lugar donde los árboles son plantados les ayuda a aprovechar la tierra al máximo. Nuestro Padre celestial también va despedregando nuestra vida quita por medio de su providencia aquellas piedras que obstaculizan que nuestras raíces se afiancen y nos den firmeza.

El hombre no se afirmará por medio de la impiedad: Mas la raíz de los justos no será movida. (Proverbios 12:3)

El crecimiento es algo inherente a los árboles es anormal que un árbol no crezca. Solo algunas rarezas como los bonsái no crecen. El crecimiento nos habla de extenderse hacia los arriba hacia la patria celestial. En la vida del creyente es normal crecer y desarrollarse, por el contrario, no crecer es señal de anomalía.

Mat 13:31-32  Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.

Sal 92:12  El justo florecerá como la palmera; Crecerá como cedro en el Líbano. Sal 92:13  Plantados en la casa de Jehová, En los atrios de nuestro Dios florecerán. Sal 92:14  Aun en la vejez fructificarán; Estarán vigorosos y verdes,

La madera que es un producto del árbol tipifica la humanidad. Si consideramos los tipos del Salvador tales como el arca de Noé, la vara de Aarón que reverdeció, el arca del Pacto, la escalera de Jacob, todas ellas fueron hechas de madera y nos hablan de la humanidad del Salvador. Los árboles pues nos hablan del carácter humano de los descendientes de Adán.

El árbol necesita de la luz del sol para vivir, crecer, y producir fruto. Este proceso se llama fotosíntesis. El creyente necesita la Luz del Salvador para vivir crecer , dar fruto y multiplicarse.

Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida.  (Juan 8:12)

Los árboles que no dan fruto son cortados no de tallo sino de raíz para que no usen inútilmente el generoso suelo que otros árboles fructíferos podrían usar con beneficio para los demás.

Mat 3:7-10  Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

El árbol da sombra al cansado, es decir, provee refrigerio y alivio al alma fatigada. El árbol es también nido para las aves como el creyente es resguardo al indigente.

El Creador en su misericordia dio oportunidad a un terrible pecador de dar buen fruto. No lo cortó de raíz. Sino dejó  una cepa para que volviese a crecer dándole así una invaluable oportunidad de llevar buen fruto. (Daniel 4:18-28)

El dueño de la higuera dio tiempo y oportunidad para que ella diera fruto. Se le prodigó con abono. Los creyentes somos prodigados con las bendiciones del Santo Espíritu para llevar fruto si no hiciésemos así solo mostraríamos ingratitud ante las bendiciones del creador.

Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después. (Lucas 13:6-9)

De alguna manera los creyentes somos como árboles al revés, Tenemos afianzada nuestras raíces en el cielo y nuestros frutos en la tierra.

Conclusión:

Y tú hermano: ¿Das frutos de justicia? ¿Das sombra al cansado? ¿Das refugio a las aves? ¿Tus hojas son medicina al alma enferma? ¿Tus raíces están afianzadas y nutridas por las aguas de vida? ¿Das alimento alcanzado? ¿Qué árbol eres?

@ Pablo Ortega. Todos los derechos reservados.

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