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La limpieza del alma

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: La limpieza del alma

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: 2 Timoteo 2:19-21

INTRODUCCIÓN:

¿Sabía usted que en el asunto de la limpieza hay personas obsesionadas llegando hasta enfermarse por esto? Me llamó la atención lo que escribió un psicólogo al respecto: “La limpieza y el orden suele producirnos bienestar. Es normal que a todos nos guste acomodar o limpiar nuestras cosas de cierta manera, pero hay personas que convierten esta tarea en una obsesión y provocan en su entorno problemas de convivencia.

Son maniáticos de la limpieza y el orden, personas que convierten estos conceptos en un fin y no en un medio. Terminan siendo intransigentes con ellos mismos y con su entorno porque acaban por no dejar hacer nada a los demás. Ni les permiten limpiar, ni mucho menos ensuciar” (La mente es Maravillosa, portada).

Bueno, una cosa es llegar a tener “obsesión” por la limpieza de las cosas materiales y perecederas, pero otra muy distinta es preocuparse seriamente por mantener la limpieza del alma. Creo que esto debiera ser el asunto más importante a la hora de agradar a nuestro Dios. La metáfora que Pablo usa en este pasaje nos viene de una escena totalmente hogareña.

No sabemos si en su mente existía la imagen de alguna casa en particular. Pero lo que si sabemos es que él describe los utensilios (vasos) que eran usados para el servicio en los hogares, tales como vasos de oro y de madera.  El uso de los vasos de oro traía cierto honor a los dueños de la casa.

Pero los vasos de madera y de barro, por ser más humildes, también tienen su utilidad. De hecho, estos son los que más usamos en la casa. Pablo hace un marcado énfasis a los utensilios para usos viles, sobre todo aquellos donde se ponen los desperdicios, tales como la basura y restos de comidas para los animales.

Por lo tanto, lo que el autor desea es contrastar los utensilios que sirven para traer honra con los que son para usos deshonrosos. En una “casa grande”, que es una referencia a la iglesia del Señor, existen todos estos utensilios.

De modo que estas dos categorías de utensilios representan a personas que profesan ser cristianas y que deberían ser instrumentos en las manos de Dios, pero no todas eran aptas para eso. El llamado de este texto es para que seamos vasos limpios para una mayor honra a nuestro amado Dios. Veamos por qué es necesaria la limpieza del alma.

I. LA LIMPIEZA DEL ALMA ES NECESARIA POR CAUSA DE QUIEN NOS CONOCE

a. El fundamento del Señor es firme (vers. 19ª).

Muchos fundamentos en la tierra a la hora de un terremoto se derrumban. Nada es estable en este mundo. Que bueno es contar con la fundación de Dios para nuestra fe y práctica. El contexto del pasaje habla de un tal Himeneo y Fileto que estaban trayendo confusión a la iglesia, diciendo que la resurrección ya se había efectuado.

Al ser señalados como autores del error por la iglesia, el Señor sabía que ambos no eran suyos, porque ninguno que sea suyo se aparta de la verdad porque él es el fundamento de la verdad. El Antiguo Testamento nos muestra a Coré quien incurrió en un gran pecado contra Dios.

Este hombre quiso desconocer la autoridad de Moisés, y al ser confrontado con su maldad, se le dijo: “Y les respondió a Coré y a todo su grupo: —Mañana el Señor dirá quién es quién. Será él quien declare quién es su escogido, y hará que se le acerque” (Números 16:15).

Coré pereció con todo sus seguidores y familia. Dios conoce a los que son suyos. Esta es una poderosa razón para que nuestra alma permanezca limpia. Dios nos conoce y sabe cuán limpio estamos. Una de las más grandes promesas bíblicas la dijo Jesús, cuando afirmó: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna…”.

b. “Conoce el Señor a los que son suyos…” (vers. 19b).

No importa si el presidente de la república no te conozca. No importa si los artistas de Hollywood no te conozcan. No importa aún si eres un desconocido para tus amigos y tu familia. Pero si Dios te conoce, no importa quién no te conozca.

El fundamento firme del que Pablo nos habla en este pasaje tiene este primer sello. Es un sello de propiedad, de legitimidad, de reconocimiento. ¿Qué importancia tendría el conocer a Dios sin que Él nos conozca? ¡Sería una tragedia! Lo último que quisiéramos escuchar un día son las palabras de Jesús: “Nunca os conocí hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).

Frente a esta solemne declaración qué alivio y confianza produce el saber que Dios nos conozca. Y ¿de qué manera el saber que Dios me conoce produce este descanso? Bueno, que él conoce mis temores, mis sentimientos, mis preocupaciones, mis soledades, mis anhelos, mis deseos legítimos; que él conoce aún mis fracasos, de los cuales me levanta y luego me sostiene.

Y si alguien supo descansar en la promesa de ser conocido por Dios fue Pablo. Cuando tuvo que enfrentar a los que cuestionaban su apostolado les dejó un informe completo de cómo era su vida, y aunque podría ser desconocido para muchos, sabía que era bien conocido por Dios (2 Corintios 6:3-10).

II. LA LIMPIEZA DEL ALMA ES NECESARIA POR CAUSA DEL PECADO QUE ASECHA

a. La realidad de la iniquidad (vers. 19c).

La iniquidad es la palabra que mejor describe al pecado. De hecho, se dice que es tan grave que está por encima del pecado mismo. Esto fue lo que apareció por primera vez en el ángel caído que lo convirtió después en Satanás. El pecado de la iniquidad está por doquier. La suciedad que trae al corazón está siempre cerca y al asecho.

El sucio es lo que más abunda. No hay un día que no tengamos que enfrentarnos con esto.  ¿Por qué razón? Porque el sucio tiene la propiedad de pegarse a todo lo limpio. ¡Cuánto afea una mancha a un vestido! ¿Por qué lavamos el cuerpo todos los días? Porque el mismo cuerpo siente las impurezas a través de los olores que deja el sucio.

Cuando el apóstol habló del conocimiento que Dios tiene de los suyos, introdujo el otro sello que está pegado al “fundamento de Dios”; eso es, el deber que nos asiste: “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor”.

La “iniquidad” es el sucio que se ha pegado al vaso de la vida. Su persistencia es tal que está presente y de ella debemos cuidarnos siempre. Etimológicamente la iniquidad se define como algo que está torcido. La iniquidad es lo que ha torcido el camino recto Dios. La orden es de apartarse de ella.

b. “Todo aquel que invoca el nombre del Señor” (vers. 19c).

“Apartarse” es el más grande y perentorio llamado que nos hace el Señor respecto al tema de la “limpieza del alma”. ¿Quiénes son los que deben apartarse de la iniquidad? No es por cierto el inconverso, pues él vive totalmente en ella. Entonces el que debe apartarse de iniquidad es todo aquel que “invoca el nombre del Señor”.

Cuando David cometió los dos pecados para los que no había sacrificios prescritos por la ley, y luego de ser perdonado y cubierto su pecado, pronunció uno de los grandes textos de la palabra, al decir: “Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de Iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño”. (Salmo 32:2).

La iniquidad afea el alma, destroza los más nobles anhelos, trae deshonra al nombre del Señor y hace envejecer los huesos, de acuerdo con la experiencia del mismo salmista (Salmo 32). Los verdaderos vasos del Señor deben apartarse de iniquidad para no ser aliado de aquel por quien vino este horrible pecado. Los que invocamos el nombre del Señor le debemos a él un profundo respecto. No apartarse de la iniquidad es declararse en rebelión contra su santo nombre.

III. LA LIMPIEZA DEL ALMA ES NECESARIA POR CAUSA DEL USO QUE PRESTAMOS

a. Los utensilios para los usos honrosos (vers. 20ª).

Salomón fue un hombre que tuvo dos grandes riquezas: su sabiduría y sus bienes materiales. Sin duda que su vida palaciega excedía a todos los reyes de su época. Cuando se hace mención de los utensilios que había en su casa, resaltan los vasos de oro con los que sus sirvientes adornaban las mesas y con lo que le servían al rey.

Se dice que la plata para su tiempo no era tan valorada como el oro, por lo tanto, el oro que había en toda su casa denotaba la grandeza de su reino. Ahora nosotros somos los súbditos de un reino mayor que él de Salomón. Nosotros somos los vasos de esta Casa grande que es la iglesia del Señor, “columna y baluarte de la verdad”.

La tarea por excelencia de un hijo de Dios es traer honra a su nombre. Los instrumentos de oro y de plata de esa Casa grande representan la calidad, el prestigio, lo distinguido. Si los ángeles son los que traen siempre honra y honor en los cielos a su nombre, nosotros somos llamados para hacerlo en la tierra. Los vasos de oro representan aquellos ministerios que demandan el crecimiento del reino. El hecho de ver que hay vasos distintos es una forma de concebir a la iglesia del Señor en el uso de sus dones.

b. Los utensilios para los usos comunes (vers. 20b).

Aquí hay algo que debiera ser dicho. Al principio pudiéramos ver en el texto una especie de discriminación en el uso de los utensilios. Es cierto que algunos utensilios son usados para ocasiones especiales, pero los más comunes son los que más se usan.

Los vasos de barro como los de madera de igual manera sirven en la casa del Señor. Así que no se trata de que estos vasos no sirvan para nada, pues son ellos los que más usamos en nuestro uso cotidiano. Más bien hemos dicho, de acuerdo con lo que Pablo acota, que en esa Casa grande donde hay utensilios para usos honrosos y para usos viles, nosotros no nos prestamos para deshonrar al Rey que amamos y que servimos.

Por el contrario, si alguna vez nos prestáramos para eso porque seamos alcanzados por el pecado, que los vasos de honra con los que servimos al Señor sean fuentes para reprender al pecado mismo. Que así como el rey Belsasar (Daniel 5:1-6) fue reprendido por haber usado los vasos santos del santuario, para beber su vino con sus nobles, esposas y concubinas, así también nuestros vasos sean instrumento de juicio contra el pecado porque no nos prestaremos para usos viles, sino para honrar y servir al Señor.

IV. LA LIMPIEZA DEL ALMA ES NECESARIA POR CAUSA DE LAS BUENAS OBRAS

a. La importancia de limpiar el alma (vers. 21ª).

“Si alguno se limpia” es la nota condicional del texto. Esto da por sentado que hay cosas que ensucian la vida. El contexto inmediato nos refiere a las discusiones sobre palabras (vers. 14). Al parecer nada contamina más el vaso de nuestras vidas que el uso desenfrenado que le damos a nuestras palabras. Creo que todos estamos de acuerdo que el creyente verdadero es delatado por sus palabras.

Los proverbios sentencian que en las muchas palabras no falta pecado. También que hay contaminación cuando no contralamos nuestra lengua. A Timoteo se le recomienda evitar profanas y vanas palabrerías porque las mismas conducen a la impiedad (vers. 16).

Las palabras de Himeno y Fileto eran comparadas con una gangrena que carcome la vida de los que así actúan. Todo esto trae impiedad al alma, y esto es lo que hay que evitar. Los vasos que Dios quiere usar deben ser vasos santos, por tal razón debemos esforzarnos en mantenerlos limpios. Que ningún pecado ensucie este vaso.

Quien busca limpiar siempre su alma será el mejor instrumento que Dios usará para sus mejores fines. Entre todos los hijos de Jacob, José fue quien decidió ser ese instrumento de honra. Al final Dios lo usó debido a su santidad.

b. Útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra (vers. 21b).

La razón por la que procuramos limpiar nuestras almas es para que ellas estén dispuestas para el Señor. En su metáfora acerca de la “Vid Verdadera” Jesús dejó claro la importancia de estar limpios para dar un mejor fruto (Juan 15:1-5). Dios nos salvó para que fuéramos útiles. ¿Es usted útil al Señor? ¿Por qué no es más útil? Surge acá otra pregunta: ¿por qué muchos cristianos no siempre están dispuestos? ¿Por qué tantos creyentes se sienten que no sirven para nada?

Bueno, es acá donde el tema de limpiar el alma cobra vigencia e importancia. Observe lo que Pablo nos dice al final del texto. Quien se limpia de todas estas cosas queda dispuesto para toda buena obra. Es un hecho que cuando en la vida cristiana hay impurezas, pecados que todavía dominan el carácter, en ese creyente hace falta disposición para “toda buena obra”.

Hay algunos que hacen buenas obras para ser vistos por los hombres. El creyente hace buenas obras como resultado de vivir limpiamente. Es claro, pues, que el objetivo más grande del creyente es limpiar su vaso para un mejor uso. ¿Cuál será, entonces, nuestra decisión hoy? ¿Qué clase de vaso seremos?

CONCLUSIÓN:

Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). Isaías 52:11 nos dice: “Apartaos, apartaos, salid de ahí, no toquéis cosa inmunda; salid de en medio de ella; purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová”. Hagamos que nuestros vasos sean para usos honrosos. Permitamos al Espíritu Santo que haga de nuestros cuerpos verdaderos vasos que honren al Señor (Romanos 12:1-2).

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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