Amando hasta el final

Así que la actitud de Jesús y la reacción de Pedro nos muestran el contraste que existe entre el orgullo y la humildad. Es el más claro reflejo que los hombres prefieren la apariencia, que es la cara del orgullo, que el quitarse el manto, tomar una toalla y buscar un lebrillo para lavarle los pies a este reaccionario apóstol. Jesús nos da la lección de amor a través del servicio.

IV. AMAR HASTA EL FINAL DEJA EL MOLDE DEL EJEMPLO

1. “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado…” (vers. 14)

La pregunta de Jesús “¿Sabéis lo que os he hecho? tuvo la intención de crear en los discípulos la imagen ser imitado por el ejemplo. Los maestros fariseos no eran modelos para imitar. De hecho Jesús los cuestió, diciendo: “Haced como ellos dicen, pero no como ellos hacen”.

No es fácil ser un modelo de vida para aquellos que están tan cercanos a nosotros. Jesús amó a los suyos hasta el final y para demostrar ese amor les dejó este ejemplo supremo. No sabemos si entre ellos se perpetuó la costumbre de lavarse los pies, pero lo que realmente Jesús pretendía era que ellos aprendieran la lección de la humildad.

Jesús no tenía que hacer esto, sus grandes títulos “Señor y Maestro” lo podían eximir de hacer lo que hizo, porque con esto Jesús estaba en un nivel más elevado que ellos.

Sin embargo, él estaba formando a los hombres que transformarían al mundo y ellos deberían vivir para el sacrificio de servir y cuidar a los demás, y no vivir para ellos mismos. Que nadie busque su propio bien.

Los hombres creerían en Jesús no tanto por lo que ellos dijeran, sino por la forma como vivían amando a los demás.

2. “Porque ejemplo os he dado…” (vers. 15).

Los discípulos son presentados en esta historia como siervos (vers. 16). Y la obediencia a lo que ve hacer al amo es su mayor demanda. Cuánto cuesta hoy entender estas palabras y este ejemplo de Jesús. Cuando Juan nos dice que Jesús “los amó hasta el final”, se colocó en todos los niveles como un ejemplo a seguir.

Más adelante Pedro escribiría unas palabras que seguramente le recordaron aquella noche cuando rehusaba dejarse lavar los pies del Señor, al decir: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas…” (1 Pedro 2:21). Cuánto hacen falta estas palabras en este tiempo. No somos siempre los mejores ejemplos.

Los padres luchamos para ser un modelo a nuestros hijos. Los esposos sabemos la importancia de dar un buen ejemplo, pero eso no siempre sucede. Hay hijos que no dan un buen ejemplo y muchas veces se debe al mal ejemplo que vieron en sus hogares. La manera de convertir nuestras vidas en un ejemplo permanente es amando sin límites a todos aquellos que toquemos “lavando sus pies”. No es cuanto hacemos, sino cuanto somos.

CONCLUSIÓN:

Un caballero que pensaba que el cristianismo no era más que una colección de problemas difíciles, dijo en cierta ocasión a un anciano ministro: -Es una declaración sumamente extraña: “a Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”. -Muy extraña-replicó el ministro, pero dígame, ¿qué es lo que en ella le parece más extraño? –Oh- replicó -, eso de que aborreció a Esaú. -Vea usted- respondió el ministro-, cómo son las cosas, y cuán diferentemente estamos constituidos.

Lo que a mí me parece más extraño es que haya podido amar a Jacob. No hay misterio más glorioso que el del amor de Dios.”. Muchas veces el amor del hombre es como “metal que resuena, que hace ruido y nada más”.

Pero el amor sin límites, el amor de Cristo por nosotros, y el que debemos encarnar dice: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…” (1 Corintios 13:4-8). No siempre es así nuestro amor. ¿Amamos hasta el final?

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones… Predicas Cristianas Escritas

Deja un comentario