Muchas veces por circunstancias en nuestra vida, o por dificultades que enfrentamos, ponemos en duda el amor de Dios hacia nosotros. Lo cierto es que el amor de Dios es incondicional y desea alcanzarnos a través de Jesucristo, y para eso Dios no ha puesto condición.
Culpamos a Dios nuestras malas decisiones
Lamentablemente, somos nosotros los que muchas veces culpamos a Dios de las decisiones tomadas. De los errores cometidos, e incluso de las malas acciones hechas en su nombre. Esto sucede porque “la insensatez del hombre tuerce su camino, Y luego contra Jehová se irrita su corazón” Proverbios 19:3.
Pero Dios es el mismo desde siempre, y su amor hacia el hombre es desde el principio. Por eso su palabra nos dice: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” Jeremías 31:3. Y nada de lo existente, ni las circunstancias difíciles pueden separarnos del amor que Dios tiene con nosotros.
Pablo decía: “35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?…. 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 8:35, 37-39.
Escuchando el evangelio y el amor de Dios
Llevamos más de dos mil años escuchando el evangelio y hablando del amor de Dios, pero todavía no lo terminamos de creer. Y aunque hablamos del amor de Dios realmente no pensamos que Dios ama a los pecadores. Digo que no lo creemos porque no somos capaces de perdonar como el Señor lo hace, siendo que deberíamos tener la mente de Cristo.
Seguimos confiando en una confesión mecánica y almática que no nos obliga a cambiar nada en nuestra vida. Pero debemos entender que el pecado no está en el acto, sino en la actitud que lleva al acto. Por lo que el error del cristiano esta en creer que con la confesión se borra el acto aunque no cambie para nada mi actitud.
Tenemos que entender que el pecado es una actitud que nos hace daño a nosotros mismos y que para superarlo necesitamos generar un cambio de actitud que nos lleve por el camino correcto de Dios.
Un Dios a nuestra medida
Seguimos haciendo un Dios a nuestra medida, queremos meter a Dios en nuestras veredas mientras que Jesús nos está diciendo que somos nosotros los que tenemos que caminar por los caminos de Dios. Entendamos que el Padre no está para satisfacer nuestros deseos sino para llevarnos a desear algo distinto y que nos llevará a la vida eterna.
Para Jesús, el pecado no es la simple trasgresión de la ley sino una actitud que nace de lo profundo del hombre y lo esclaviza como fruto de la ignorancia. Por eso el pecador no es rechazado por Jesús, sino que lo toma como digno de compasión y necesitado de enseñanzas para que deje de hacerse daño y pueda alcanzar su plenitud en Cristo, y muchas veces nosotros nos olvidamos de la visión de Jesús.
Lo único que debe importarnos es que Dios tiene un amor incondicional con nosotros, y todo lo demás es secundario. Esto es lo que dice Mateo de la recepción que nos hace Jesús a todos aquellos que nos encontrábamos en condición de pecadores.