“Vosotros sois la luz del mundo”.
Si la sal sirve para preservar, la luz sirve para disipar. Esto sería el aspecto positivo de la luz. Para nadie es un secreto que el mundo está en tinieblas. Ningún otro tiempo había sido tan oscuro como este, y la razón es porque “los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas» (Juan 3.19). ¿Sabe usted cual es el insecto que ama la oscuridad? La cucaracha. Encienda la luz en un cuarto oscuro y verá como se esconden. Ellas aborrecen la luz. Donde está un creyente las cucarachas se van.
“Vosotros sois la luz del mundo”.
¿Sabía usted que solo un cristiano puede saber más que cualquier persona que tenga un doctorado? Esto es una realidad cuando somos la luz del mundo. Porque si alguien conoce bien al Salvador y la Biblia, entonces esa persona sabrá lo que es mantener su matrimonio, la crianza de sus hijos bajo el temor de Dios, enfrentar los problemas cotidianos, y, sobre todo, hallarle significado a la vida.
Como seguidores de Jesús, debemos hacer que nuestra luz alumbre. Hagamos que ella alumbre por medio de vivir vidas resplandecientes. La presencia de un creyente debe ser luz donde quiera se encuentre.
2. La luz debe ser vista:
“Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”.
Nada que esté en lo alto podrá ser ignorado. En la antigüedad las casas eran construidas en lo alto. Esta posición les permitía no solo divisar al enemigo, sino que la gente podía verlas desde lejos. Se nos dice que la ciudad de Petra, la legendaria ciudad de los riscos fue construida de esa manera y por mucho tiempo permaneció inexpugnable.
Cuando Jesús puso esta ilustración nos estaba enseñando también la importancia del testimonio de la iglesia. ¿Cuál es la idea? Jesús sigue edificando a su iglesia en un lugar elevado para que no pase por alto de modo que todos la vean. Somos luz para todos.
Ahora bien, ¿quién encendería una luz y la escondería? ¡Eso era imposible! El Señor encendió en nosotros la luz y la ha puesto en el candelabro, que es símbolo del Espíritu Santo para que alumbremos de día y de noche. Muchos creyentes no dan luz sino lástima. Brillamos para ser una influencia.
3. La demanda de Jesús para sus seguidores:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres…”.
No somos luz para nosotros mismos. La luz debe alumbrar a otros. Debemos evitar la tendencia de ser brillantes en la iglesia y tener las pilas descargadas para los de afuera.
La gente que ha ido a Corea del Sur le llama la atención que cuando van descendiendo del avión (en el caso de llegar a media noche) notan una cantidad de cruces encendidas cuyo símbolo es que allí se está orando, pero también que allí hay luces que están brillando en medio de las tinieblas de la sociedad.
De Juan el Bautista se nos dice que “él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz” (Juan 5:35). ¿Cómo está la luz de nuestras vidas? La Biblia nos dice que uno de los pecados que cometemos a menudo es el de apagar al Espíritu Santo (1 Tesalonicenses 5:19). No dejemos que la luz que está en nosotros se apague.
4. La luz revela nuestras obras:
“Para que vean vuestras buenas obras”.
Hay una gran diferencia entre hacer buenas obras para ser vistos por los hombres, con el fin de que los demás nos alaben, que dejar que otros vean nuestras buenas obras con el fin de que glorifiquen a Dios. Cuando los discípulos eran usados para obrar sanidades en las personas, el pueblo glorificaba al Señor.
Y cuando aquellos hombres de Listra quisieron hacer a Pablo, Mercurio y Bernabé, Júpiter (dioses griegos) por la sanidad hecha a un paralítico, estos se rasgaron sus vestidos pues sabían que esas obras eran para que Dios se manifestara no para gloria humana. Jesús nos ha dicho que en la medida que nuestro evangelio se traduce en buenas obras para con los hombres, en esa medida la luz de nuestras vidas se verá más pronto.
El fin de ser luz no es para nuestro propio brillo. Nuestra misión al dar luz es que Dios sea glorificado. La gloria es lo único que Dios no comparte (Is. 42:8). La mayor gloria de nuestra luz debe ser en servir a otros. ¿Qué es lo que ven los hombres en nosotros?
CONCLUSIÓN:
El Señor nos ha dicho que nosotros somos “la sal del mundo” y “la luz del mundo”. No fue casualidad que Jesús dijera estas dos metáforas en el mismo sermón. El primero tiene que ver con la preservación de un mundo que se descompone y por otro lado con un mundo que está en tinieblas, que urge salir de allí.
¿Cómo puede un creyente ser sal y luz para el mundo al mismo tiempo? Comience por las cosas básicas. No pierda su sabor. Usted ha sido llamado para dar sabor, “sabor a cristiandad”. Comience a hacerlo cuando hable: Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Colosenses 4:6).
Haga lo esencial para ser luz, la propiedad más grande que este mundo necesita. Sea luz con sus amigos, sea luz con sus vecinos, sea luz en la escuela, sea luz en la universidad, sea luz cuando use el internet (Facebook), extraordinaria herramienta para alumbrar a los que viven en tinieblas.
Haga realidad este texto: “«Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo…» (Filipenses 2:14-16). Seamos sal y demos luz.
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Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA