La Sangre de Jesús

(Is 53:5): Más Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados.

(Mt 27:26): Entonces les soltó a Barrabás, pero a Jesús, después de hacerle azotar, le entregó para que fuera crucificado.

Esta Sangre fue derramada de la espalda de Jesús, y dice que por estas llagas o heridas, somos sanados. Esta es una sanidad total para espíritu, alma, y cuerpo, incluyendo nuestras actitudes y relaciones. Enfermedad y aflicción son el resultado del pecado, pero la Sangre de Jesús nos redime de la maldición de ese pecado, entre estos dos versículos hay más o menos 750 años de diferencia, pero para nosotros más de 2000 años después, la promesa sigue vigente por medio de la Sangre de Jesús.

        Cuando Dios hizo el hombre y lo puso en el huerto del Edén, no había enfermedad en su cuerpo, Dios no tenía la intención que el hombre estuviera enfermo jamás, pero el hombre pecó, y la enfermedad entró en el género humano, por eso entendemos que la enfermedad viene del diablo:

         (Stg 1:17): Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.

         (1Jn 3:8): El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo.

        Dios quiere la sanidad para la humanidad, su sanidad está prometida para ti en su palabra: “porque yo soy:Jehová [Rapha] soy tu sanador” (Ex 15:26). Dios a provisto en Jesucristo nuestra sanidad. El ministerio de Cristo se trataba de un ministerio de sanidad, Él iba a todas partes sanando a los enfermos y echando fuera demonios (Lc 4:40-41), y también le dio el poder de sanar a sus discípulos y también a nosotros, los creyentes:

·    En (Mt 10:1) Jesús llamó a los doce y les dio el poder para sanar.

·    En (Lc 10:9) Jesús llamó a los setenta y les envió adelante para sanar a los enfermos.

·   En (Mr 16:18) Jesús dijo que creyentes pondrán sus manos sobre los enfermos y sanarán. Esta promesa nos incluye a nosotros hoy.

        Los latigazos crueles de aquellos romanos, tomaron pedazos de carne de la espalda de Jesús mientras que cortaron surcos profundos, pero cada vez que el látigo venía hacia abajo significaba que toda la humanidad podía ser librada de cualquier enfermedad o dolencia que el diablo podría infligir, Jesús murió por esa liberación nuestra es la mayor dispensación en la que el hombre ha vivido jamás, la dispensación de la gracia. ¡Gracias a Dios por Jesús! Porque Cristo llevó tus pecados, ya no necesitas sufrir por ellos. Puesto que Cristo llevó tus enfermedades y cargó tus dolencias, ya no necesitas estar afligido.

     (Is 53:4): Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido.

        (1P 2:24): Y El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados.

        Dios quiere destruir el pecado y la enfermedad en tu vida, y esa victoria la gano Jesús en el patio donde los romanos lo estaban azotando, el castigo de aquella época de los romanos era dar 39 latigazos, o sea 40 menos 1, y en la actualidad existen 39 enfermedades, las demás son ramificaciones de estas 39, un latigazo en la espalda por cada una de las enfermedades que pueda contraer el cuerpo humano para que se cumpliese la palabra que dice: Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores, (Is 53:4a). Jesús se podía haber revelado y no dejar que lo azotaran, poco antes cuando lo prendieron, un Discípulo que estaba con Él, le corto la oreja a un siervo del sumo sacerdote, Jesús dijo: (Mt 26:52-54): Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y El pondría a mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras de que así debe suceder?, si en ese momento Jesús no se hubiese dejado azotar, o se hubiese revelado, la sanidad, los dolores y lo que ello conlleva, no hubiera recaído sobre Él, por tanto no se hubiera cumplido la escritura y no tendríamos victoria sobre la enfermedad, por esa sangre que derramó Jesús tenemos la victoria ganada, por medio de la Sangre de Jesús.

4.   Victoria total, la victoria que da la salvación: La sangre de Jesús fue derramada en la cruz del calvario.

        Los clavos en las manos y pies de Jesús que le sujetaron a la cruz, derramaron sangre que era, es y  será suficientemente poderosa como para salvarnos y redimirnos eternamente del pecado y la condena de Dios en él:

(Ro 8:1-2): Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.

(Ef 2:8-9 y 13): Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo.

        Recuerda a nuestro Señor Jesús clavado en aquella cruz, ¿merecíamos su perdón? Entonces ¿Por qué lo hizo? Lo hizo por amor, fue el acto de amor más grande jamás conocido por la humanidad, Jesús siendo el hijo de Dios, unos simples clavos no lo hubieran retenido en esa cruz, Jesús se dejo clavar para volver las cosas al plan inicial de Dios. Esta sangre que derramó cuando aquellos romanos lo estaban clavando sus manos y sus pies en aquella cruz, es la que borra el expediente, la que cancela la deuda, la  que permite que Dios te acepte de nuevo, la que hace que Dios te vuelva a perdonar, es la que hace posible la reconciliación con Dios, obteniendo la salvación y la Vida Eterna. Y lo hizo por amor.

CONCLUSIÓN

        Cuando el Señor Jesús, fue sentenciado a muerte en una cruz; los hombres impíos, pensaron que ejecutaban a un hombre que estaba trastornando por  su manera de vivir. No entendieron que en esa cruz, estaba el plan de Dios; preconcebido, desde el mismo principio del mundo. Ahora, invita al hombre, a que conozca, lo que ocurrió en la cruz. Ese día el Señor Jesús, estuvo en su máxima debilidad humana; había sido azotado y la espalda todavía estaba sangrante. Había sido herido en la frente, con una corona de espinas. De seguro, su rostro estaba también lleno de sangre y muy hinchado. A causa de la sed, de los golpes y del dolor, su rostro estaba totalmente desfigurado.

        ¿Qué cosas ocurrieron allí mientras Él estaba desangrándose, sintiendo que sus fuerzas se escapaban, con el corazón latiendo cada vez con menos fuerza?

        ¿Qué cosas ocurrieron allí, aparte de lo que los hombres veían como un espectáculo sangriento, terrible y atroz?

        Al finalizar ese largo tormento, el Señor Jesús entrega su vida diciendo: “Consumado es” (Jn 19:30). También enseña la Escritura, que el velo del templo se rasgo de arriba, hasta abajo. Luego vinieron tinieblas sobre la tierra, hubo un terremoto, los sepulcros se abrieron y muchos muertos resucitaron. ¡Cosas extrañas sucedieron, el día, que El murió en una cruz! Por eso tenemos un pacto con DIOS, sellado con la sangre de JESÚS:

        (He 9:11-14): Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna. Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?

         Cuando Jesús clamó: Consumado es”, la palabra que El usó fue [tetelestai]. Esto era el grito de un general romano mirando una batalla desde una colina. Cuando él miraba que su lado definitivamente ganaba, él gritaba esto para hacer saber a sus tropas que habían ganado la batalla, todo estaba hecho, que se volvían a casa.

        Muchos soldados romanos estaban alrededor de la cruz. Un soldado que escuchó este grito dijo: “Verdaderamente este era el Hijo de Dios”.El no podía entender como un hombre muriendo en la cruz podía dar un grito de victoria como un general romano. Por esto él lo afirmó y  lo vemos en la Biblia: (Mt 27:54) El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.En ese momento, Jesús ganó la batalla:

·    Todo lo que faltaba era pasar tres días y tres noches en el infierno.

·    El sabía que había ganado.

·    El podía gritar la victoria porque Él había cumplido exitosamente su trabajo.

·    Jesús había ganado nuevamente al hombre de regreso para Dios.

        (He 9:24-28): Porque Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros, y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio, así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan.

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