La lengua loca

Tony Hancock

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La Lengua

La lengua loca

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La lengua tiene un poder enorme, a comparación con su tamaño pequeño. El freno que ponemos en la boca de un caballo es muy pequeño, pero con él controlamos todo el animal. El timón de un barco es pequeño, pero con él se dirige toda la nave. Las chispas son muy pequeñas, pero sólo una es suficiente para encender miles de hectáreas de bosque.

La lengua también es muy pequeña, pero es capaz de determinar el curso de nuestra vida. Como reza el dicho, “el pez por la boca muere”. Por un pequeño anzuelo, el pez se vuelve pescado y queda frito. De igual forma, nuestra lengua y lo que decimos con ella es capaz de cambiar por completo la dirección de nuestra vida – y no sólo la nuestra, sino las vidas de muchas personas más.

La calumnia que mencionamos antes consiste en difamar a las personas, casi siempre en el contexto del chisme. Consideremos entonces algunos de los buenos consejos que encontramos en el libro de Proverbios acerca del chisme y la difamación. Empecemos en Proverbios 11:13: “El que anda en chismes descubre el secreto; Mas el de espíritu fiel lo guarda todo.” Aquí descubrimos que la gente chismosa revela los secretos. La persona chismosa no es digna de confianza.

¿Alguna vez has compartido un sabroso chisme con otra persona acerca de una persona tercera? Luego, quizás te has puesto a pensar: Si fulano es capaz de decir esas cosas de mengano, ¿qué andará diciendo de mí? Es que el chisme es un hacha de dos filos: corta por ambos lados. Quizás te goces hoy con el rumor acerca de otra persona, pero mañana tú podrás ser el perjudicado.

Es por esto que no se puede confiar en la persona chismosa. Al que le encanta regar cuentos, no le entregues tus secretos. No es de confiar. Pasemos ahora a Proverbios 16:28: “El hombre perverso levanta contienda, Y el chismoso aparta a los mejores amigos. ” Aquí descubrimos el poder destructor del chisme. El chismoso es capaz de dividir hasta a los mejores amigos. Muchas buenas amistades han sufrido frente a los chismes malintencionados.

¿Por qué nos gusta tanto el chisme?

Leamos Proverbios 18:8 para encontrar la razón: “Las palabras del chismoso son como bocados suaves, Y penetran hasta las entrañas.” Un chisme, dice la Palabra, es un delicioso manjar. Es como un bocadillo irresistible. Recuerdo una situación que ilustra este punto, en el que se empezaron a morir los perros de un amigo.

Por fin se descubrió que estaban siendo envenenados. Ahora bien, ¿cómo creen que la gente malvada que quería destruir a esos finos animales lograba que se comieran el veneno? ¿Les daban las pastillas de forma directa? ¿Agarraban el hocico de un dóberman para obligarlo a tragarse el veneno a la fuerza?

¡Claro que no! Emplearon un método mucho más sencillo; escondiendo el veneno en un pedacito de carne suculento, lograban que los perros se tragaran el veneno por voluntad propia. Así es también con el chisme. El veneno que puede destruir tu corazón, que puede separarte de una persona que estimas y que puede volverte sentencioso y cruel, se esconde en ese delicioso chisme que te tragas sin pensar.

¿Cuándo estamos chismeando?

El chisme sucede cuando compartimos algo con alguien que no tiene por qué saberlo, cuando nos basamos en suposiciones en lugar de la verdad o cuando nuestro corazón alberga malicia. Una buena prueba es ésta: ¿le diríamos a la cara de la persona lo que estamos contando detrás de sus espaldas? Si no, podemos saber que se trata de un chisme.

Acuérdate del poder de tu lengua. Con tu lengua puedes destruir o edificar. Si escuchas y participas en el chisme, date cuenta del daño que estás haciendo. Dios te llama a usar tu lengua para edificar, no para destruir.

Leamos ahora Santiago 3:9-12:

Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 3:10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 3:11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? 3:12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

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Tony Hancock

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