El poder la alabanza

Samuel Yepes Laguna1

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Predicas Cristianas - El poder la alabanza

El poder la alabanza

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Jesús expresó que el Padre busca adoradores, que lo hagan en Espíritu y en Verdad (Jn. 4:23,24). Como cristianos debemos aprender a alabar a Dios en todo tiempo, cuando hay bendición y en la dura prueba. Veámoslo en Pablo y Silvano (Silas).

Pablo un hombre llamado a la obra misionera (Hch. 13:2), se dispone a realizar su segundo viaje misional y lo hace con Silas (Hch. 15:40). En su travesía evangelística por Derbe y Listra, se le une un joven de buen testimonio, a quien la Biblia llama Timoteo (Hch. 16:1-5); ahora los tres y el narrador (Lucas) están predicando. Luego llegaron a Troas donde a Pablo se le aparece, en una visión de noche, un varón macedonio “rogándole” que llegara a Macedonia y los ayudara (Hch. 16:8-10). Inmediatamente obedecieron a la voz de Dios y llegaron a Filipos, “que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia” (Hch. 16:12). Allí ocurrieron grandes sucesos: (1) una mujer llamada Lidia se convierte al Señor (v. 13-15); (2) una mujer joven que estaba poseída por un espíritu maligno de adivinación fue libre (v. 16-18); (3) sus amos desagradados por lo ocurrido, llevaron a Pablo y a Silas al foro, ante las autoridades, y los acusaron de aquellos que “alborotan nuestra ciudad” (v. 21), y que “enseñan costumbres que no…es lícita recibir”, ya que ellos eran seguidores de las costumbre romanas (v. 21).

A causa de esto, aquellos malvados hombres, tomaron a los santos hombres de Dios, a Pablo y a Silas, y les rasgaron las ropas (los desnudaron), y los azotaron con vara. Quitarles las ropas era señal de vergüenza y de prestigio público. Los oficiales romanos tenían a sus servicios oficiales de policías (ver. 35,38) que en latín eran lictors (es decir, los que llevaban las varas). Estos oficiales llevaban los símbolos romanos de la ley y el orden: un atado de varas con hachas.

Después que estos ácidos alguaciles los hubieron golpeado hasta cansarse, los echaron en la cárcel (ver. 23,24).  Pero a pesar del maltrato, del dolor físico causado por los muchos azotes, Pablo y Silas “cantaban himnos a Dios” (ver. 25).

Algo pasó allí, aquella escena conmovió el trono de Dios, aquella alabanza, quizá con no muy buena entonación, removió la silla de Dios; y la gloria de Dios llegó allí. Entonces, hubo un terremoto. Es que en la alabanza hay poder, suceden cosas grandes, hay llenura, hay fuego, bautismos en el Espíritu Santo y fuego. ¡Que la prueba no calle tu alabanza: en la prueba alaba, en el dolor alaba, en el lloro alaba, en el sufrimiento alaba, y verás la gloria de Dios sobre tu vida!

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Samuel Yepes
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Samuel Yepes Laguna1

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