Préstale atención al fruto

Ricardo Hernandez

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El fruto del espíritu santo - Estudios Biblicos

Préstale atención al fruto

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Tengamos claro que soñar sin proyectar no hace que se concrete el proyecto. Establecer claramente cómo se trabajará para concretar lo que quiero hacer, es lo que hace que se pueda realizar verdaderamente, y no es casualidad que cuando le dices a alguien: “Esta idea es buena, traérmela convertida en proyecto”, no vuelva más.

La realidad es que para dar frutos para vida, el creyente debe dejar esos rudimentos primarios para alcanzar la madurez espiritual de la que habla Hebreos. Pero para dar frutos es necesario nutrirse del conocimiento del evangelio y ser iluminado por Dios:

“para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos” Efesios 1:17-19.

Y esto quiere decir que todo creyente debe dejar los rudimentos de la doctrina, esto es el congregarse, orar, leer la Palabra, y eventualmente trabajar en la obra, para llevar verdaderos fruto para Dios. Frutos que pueden ser de vida, o de muerte, donde los frutos de vida los logramos cuando andamos según el Espíritu, y los frutos de muerte cuando andamos según la carne.

“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte” Romanos 7:4-5.

Si seguimos cumpliendo lo que el Señor nos pide tal como cumplían la ley de Moisés, es porque aún estamos en la carne, pues en ella se da lugar a las pasiones pecaminosas en nosotros, dando frutos malos, frutos de muerte; y por el contrario, si llevamos frutos del Espíritu, “para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios” Colosenses 1:10, entonces estaremos produciendo frutos de vida.

Hace unos domingos atrás veíamos que para agradar a Dios en todo, y ser prosperados recibiendo la sobreabundancia, debíamos llevar a cabo toda buena obra, “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” Efesios 2:10, por lo que llevar fruto en toda buena obra está directamente vinculado con el conocimiento de Dios a través de Su Palabra.

Pero debemos saber que estar o andar en la carne no es solo como enseñan, o creen, algunos cristianos. No es bailar, fumar, o beber, sino que también los que andan según la carne son los que están tratando de vivir bajo la ley. Son aquellos que convierten su relación con el Señor en religiosidad, pues esto implica “servir” a Dios con rudimentos, como con prohibiciones o por mandamientos, no de Dios sino de hombres.

No se dan cuenta que al usar algo de la carne para agradar a Dios, no solamente se generan frutos de muerte, sino que en lugar de ayudar, lo que provocan es el despertar del pecado, por lo que Pablo decía: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí” Romanos 7:17-21.

Pues vivir en el Espíritu es lo contrario, si vivir en la carne es estar en rudimentos, es vivir bajo las obras de la ley dando frutos para muerte, pensando que es algo espiritual o que eso es espiritualidad, mientras que vivir en el Espíritu es no usar las obras de la ley, es vivir el evangelio dado por Dios, es vivir en la mente, ya que con la mente le servimos a Dios, “no por obras, para que nadie se gloríe” Efesios 2:9, “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él” Romanos 3:20, y de esta forma llevamos fruto para Dios, es decir frutos para vida.

Es importante remarcar que la ley produce frutos de muerte, mientras que en el Nuevo Pacto ya no vivimos nosotros, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” Gálatas 2:20.

El propósito de Dios es llevarnos a no vivir en la carne guardando equivocadamente la ley, llenándonos de religiosidad y frutos de muerte; Dios no necesita nuestras obras, Dios necesita nuestra obediencia y nuestra sujeción al evangelio, pues no es solo conocerlo y entenderlo sino que hay que practicarlo.

Estar en la carne es estar fuera del pacto de la Gracia decretado en la cruz, vivir en el pacto es vivir por fe, pero no por la fe nuestra, la del hombre; sino la fe de Dios, dando fruto de vida y para Dios, “Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros. (Como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen” Romanos 4:16-17; mientras que vivir en la carne es confesar lo que vemos en la carne, vivir en el espíritu es confesar lo que creemos en la mente, pues nosotros tenemos la mente de Cristo, 1 Corintios 2:16.

La pregunta final sería: ¿Qué clase de frutos deben dar los Hijos de Dios?, pues, la respuesta es solo una: FRUTOS DE VIDA, a través del conocimiento del evangelio y de poner en práctica lo que aprendemos del evangelio, haciéndonos hacedores de la Palabra y no tan solo oidores de esta.

© Ricardo Hernández. Todos los derechos reservados.

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Autor

Ricardo Hernandez

Servidor de nuestro Señor Jesucristo. Entregue mi vida a Cristo hace más de 20 años, y me gusta compartir los mensajes cristianos que Dios pone en mi corazón.

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