Todos los creyentes estamos llamados a ser primogénitos delante de Dios, Él nos ha escogido como pueblo suyo, precio que pagó con la sangre derramada por su hijo unigénito. Pero una cosa es sabernos “especiales” para Dios y otra cosa es sabernos ganar ese tratamiento ante Dios.
Los creyentes juegan con su primogenitura, vendiéndola al diablo por: ropa, dinero, comodidad, drogas, cigarros, bebidas alcohólicas, prostitución, homosexualidad, idolatría, hechicería, fornicación, adulterio.
No vayamos a creer que pidiendo a Dios su bendición en la iglesia y después salimos a la calle ostentando la ropa, el dinero y la comodidad de nuestras vidas, podremos retener la primogenitura que nos ha sido dada.
No vayamos a creer que pidiendo a Dios su bendición en la iglesia y después saliendo a fumar un cigarrito o beber una cerveza podremos retener la primogenitura que nos ha sido dada.
No vayamos a creer que pidiendo a Dios su bendición en la iglesia y después saliendo a prostituirnos o tener relaciones homosexuales podremos retener la primogenitura que nos ha sido dada.
No vayamos a creer que pidiendo a Dios su bendición en la iglesia y después saliendo a arrodillarnos ante ídolos que escondemos aún en nuestras casas, porque es la medallita de la caridad del cobre de la abuela, podremos retener la primogenitura que nos ha sido dada.
No vayamos a creer que pidiendo a Dios su bendición en la iglesia y después saliendo a fornicar tratando de ocultarnos de los hombres o adulterando podremos retener la primogenitura que nos ha sido dada.
La verdadera progenitura
La verdadera progenitura ante Dios es la que se gana por convicción y no por legado histórico, biológico o por otorgamiento de hombres. Hay que ganarse esa primogenitura, esa doble porción del Espíritu Santo que le es dada solamente a aquellos que se agarra firmemente a la MANO DE DIOS TODOPODEROSO, A LA MANO DE JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS.
Solamente así podrás tener un:
- UN LIDERAZGO ESPIRITUAL LLENO DE LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO.
- UN LIDERAZGO ANTE LOS HOMBRES QUE VEAN EN TI EL ROSTRO DE JESUCRISTO.
- UNA PORCIÓN DOBLE A PARTIR DE LO QUE LE TOQUE A OTROS A TU ALREDEDOR.
Nadie sabe lo que tiene…
Hay un viejo refrán popular que dice: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”. Probablemente el creyente que no cuide con esmero tal bendición dada por Dios, un día cuando la quiera, no la tendrá al alcance.
Nuestros actos de desobediencia continua delante de Dios, ponen en peligro el deseo que tiene Dios de bendecirnos a niveles nunca imaginados por el hombre. De la misma manera que Esaú ganó su primogenitura con sólo nacer primero que Jacob, también la podemos perder por un simple pedazo de pan y un plato de lentejas.
Conclusión
Cuando venimos a Cristo por primera vez, nacemos de nuevo, Él nos hace sus primogénitos, nos bendice por encima del resto de las personas que hay en el mundo. Somos bendecidos doblemente. Pero cuando tú te das cuenta que esa primogenitura no es nada en comparación a la que adquieres por convicción ante Dios, esta bendición es más grande, está más cargada de unción, está repleta del Poder del Espíritu Santo, está llena de la mismísima Gloria de Dios.
Pero cuando no hacemos esto, y nos confiamos con la primera, porque decimos: “Ya soy hijo de Dios, el vendrá a darme todo cuando necesito desde este asiento que tengo en la iglesia”, entonces nos puede pasar también como a Esaú, que lloró por la pérdida.
Leamos lo que dice la Carta a los Hebreos, capítulo 12. 14-17: “Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 15 Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos. 16 Que no haya ningún fornicario o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. 17 Ya sabéis que aún después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no tuvo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”.
Adicionemos, a todo cuanto hemos aprendido acerca de esta bendición tan importante que tiene Dios para con sus hijos, que cada vez que renegamos nuestra primogenitura, es porque estamos poniendo la mirada en las cosas que no agradan a Dios, eso nos aparta de la santidad que es necesaria para poder llegar un día a ver al Señor, no sea que un día lo hayamos perdido todo y aunque procuremos con lágrimas no podamos ni siquiera arrepentirnos.
© Enrique Pérez. Todos los derechos reservados.