Hechos 18:9-10
INTRODUCCIÓN:
¿Cuál es su temor en la vida? ¿Con cuál de ellos se acuesta o se levanta? Sin duda que cada uno de nosotros está expuesto a una variedad de temores. En la vida poseemos temores naturales. Así, pues, le tememos a la soledad, a una enfermedad repentina, a la pérdida del empleo, a enamorarnos porque pensamos ser rechazados, temor a hablar otro idioma… y sobre todo, temor a la muerte. Los temores son una realidad. Temen los hombres débiles y temen los hombres fuertes.
La presente historia nos presenta a Pablo con un temor repentino. ¿Quién podía imaginarse a Pablo preso de temor? Miedo y tentación a abandonar lo que había empezado en Corintios (18:8). Aunque el éxito era notorio en este lugar, Pablo estaba pasando por un tiempo de temor. Es bueno recordar que Pablo era un hombre de carne y hueso como nosotros. ¿Qué acontecimientos en la vida de este gigante de la fe ocurrió para sentir afectado de su ánimo?
Bueno, la posible respuesta a esto lo tendríamos que ver en el contexto inmediato. Pablo no tuvo mucho éxito en la ciudad de Atenas, aunque usó sus más experimentada experiencia y conocimiento para hablarles a toda esa erudición que se concentró para oírle. No se habla de bautizados, de iglesias fundadas; no hay ninguna carta que sea dirigida a los hermanos de atenienses. Cuando uno lee la carta da los corintios, inmediatamente se da cuenta del impacto que produjo aquella experiencia en el apóstol (1 Cor. 2:1-5). La presencia de Pablo en Corintios evidencia cierta debilidad, temor y temblor que ponen de manifiesto el miedo al fracaso con el que llega a esta ciudad. Pablo ahora teme repetir en Corintios las burlas y los escuálidos resultados.
De modo, pues, que ahora no confía en su oratoria, sino en el poder, la vida y las enseñanzas de Cristo. Cuesta, pues, imaginar al apóstol Pablo sintiendo miedo al fracaso, al rechazo, a ser juzgado y hasta la perdida de la propia vida. Pero es en esos estados emocionales del alma cuando el Señor viene a nuestro encuentro para que nos levantemos dejando a un lado el temor. Es un hecho que el temor más grande en la vida cristiana es el de hablarles a otros del Señor. Veamos cómo nos ayuda el Señor a vencer esta condición emocional. Enfrentemos los temores bajo la perspectiva divina. Escuchemos al que ha vencido todo temor.
I. ENFRENTAMOS LOS TEMORES ESCUCHANDO LA ORDEN “NO TEMAS”
Algunos han considerado que el aparente fracaso de Pablo en Atenas, y el alboroto y conflicto que se produjo en la misma ciudad de Corintios, pudieran ser la causa de temor que le sobrevino a Pablo. Pero es estando en esa condición que oye decir: “No temas”. El miedo se define como un estado mental al experimentar una situación que amenaza, dando como resultado una conducta que tiende a huir o a eludir esa condición. La capacidad de sentir miedo la llevamos en los genes. Todos desde nuestra infancia hemos experimentado ciertos miedos que le han dado forma a nuestra personalidad.
El miedo puede considerarse como el peor aliado, sobre todo cuando estamos en altas responsabilidades. En la toma de decisiones, nada será peor si estamos invadidos de temores. Será mejor no dar un paso adelante si el temor no ha desaparecido. Pero frente a eso que nos paraliza, el Señor se acerca con su orden divina y nos dice: “No temas”. Ya otros habían escuchado esta orden. Cuando José estaba en la incertidumbre en recibir a María por encontrarse embarazada, sabiendo que no aquel hijo no era suyo, el Ángel del Señor le dijo: “No temas recibir a tu mujer…” (Mt. 1:20).
Cuando los discípulos fueron sorprendidos en el lago de Genesaret por una tormenta, el Señor les dijo: “No temas” (Mt. 8:26). Cuando Jairo se enteró de la muerte de su hija, el Señor inmediatamente le dijo: “No temas” (Mr. 5:36). Estas fueron las mismas palabras que Jesús pronunció a sus discípulos después que resucitó. Así que, frente a las diferentes causas de nuestros temores, el Señor se acerca, como lo hizo con Pablo, y nos dice: “No temas”. Sí, no temas, porque quien te lo dice es Aquel que venció a todos sus enemigos.
“No temas”cuando veas que ya los años van pasado y tu salud se plantea muy frágil y todo parece indicar que en cualquier momento vas a colapsar. Recuerda de quien vienen tus fuerzas.
“No temas”cuando llega la noche y te sientas solo. Recuerda al Señor que llena todo tu ser.
“No temas”cuando las finanzas no te alcanzan y cuando veas la estrechez que se cierne y crecen tus deudas. Recuerda al que te ha dicho: “Mi Dios, pues, suplirá lo que os haga falta”.
“No temas”cuando tus hijos tengan que dejar el “nido” de tu hogar. Recuerda que ellos son herencia de Jehová y el los sostendrá.
II. ENFRENTAMOS LOS TEMORES OBEDECIENDO LA COMISIÓN DE “HABLA Y NO CALLES”
Es posible que la experiencia por la que Pablo ha pasado, lo haya silenciado un poco. Normalmente sucede así. Una impresión negativa puede paralizarnos y dejarnos fuera de combate. El temor de volver a equivocarnos nos hace retroceder. Pero una de las cosas grandes de nuestro Dios es que no nos deja postrarnos en nuestros propios estados de ánimo, sino que viene a nuestra vida con toda su intención de levantarnos para que sigamos la tarea que tenemos por delante. Una de las cosas grandes de nuestro Señor es su presencia oportuna para hablarnos y dirigirnos a no desmayar en lo que estamos haciendo para él. Observe que la visión que le vino a Pablo fue de noche. A lo mejor la voz de Dios se hizo presente en sus pensamientos al mismo momento que se debatía entre el compromiso y el desafío por delante. Y allí, entre dormido y despierto, oyó al Señor decir: Pablo “No temas, sino habla y no calles”. La comisión le había sido dada, no era tiempo de callar. Ahora más que nunca había que dar a conocer el mensaje.
Asistimos a una sociedad que le molesta la religión de los “habladores”. La religión que gusta es la que se concentra en la meditación interna; aquella que se puede practicar en la esfera íntima, y que de ninguna manera pueda romper con el orden establecido. Pero necesitamos hablar, porque si no “las piedras hablarían”, como lo dijo Jesús. ¿Qué habría pasado si hombres como Pablo, Martin Lutero, Martin Luther King, hubieran guardado silencio? Por lo tanto:
“Habla y no calles”cuando veas que las sectas, propagadoras del error doctrinal, invaden tu vecindario predicando una mentira como si fuera una verdad.
Me gusta saber a través de esta palabra que es normal sentir temor, pero que debemos vencerlo y confrontarlo, gracias