¡Grande Es Cristo A Los Efesios!

Demetrio logró el objetivo de exacerbar a la multitud de seguidores de la diosa Diana, a tal punto que se encolerizaron y gritaron frenéticamente hasta por dos horas que ellos no estaban dispuestos a cambiar su creencia por otra. ¿Por qué era tan amada aquella diosa? Para que tengamos una idea, el templo que retenía su imagen era estimado comouna de las Siete Maravillas del mundo. Fue edificado por el año 550 a. de C., de puro mármol blanco. Medía 130 metros de largo por 67 metros de ancho, y sus columnas en número de 127, eran de 18 metros de altura, siendo cada una la donación de un rey, treinta y seis de las mismas hermoseadas de ornamentación y color.

Tan celosos eran los que guardaban la imagen y el templo, que se negaron a poner la inscripción de Alejandro el Grande dentro de ella, aunque le había ofrecido el botín de sus conquistas. ¿Qué sucedió con aquel revuelo en la ciudad? ¿Hasta dónde la acción de un hombre solitario con el mensaje del evangelio pudo trastocar el corazón mismo de la idolatría a los Efesios? Sabido es que el fanatismo religioso llega a niveles de intolerancia. Sin embargo, Cristo levanta a su iglesia en medio de esas condiciones, porque ni las “puertas del Hades prevalecerán contra ella”.

2. “Se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco…” v. 29.

Si bien es cierto que Jesucristo trae paz al corazón que le recibe, también es cierto que su presencia causa reacción de odio y violencia en aquellos que se han mantenido por años apegados a un ídolo, aunque este ni hable ni oiga como lo hace el Señor. Las víctimas del fanatismo religioso son aquellos que se consideran una “amenaza” para su creencia. Así que los que estaban subidos de ánimo buscaron al responsable de la desacreditación de la gran diosa Diana, que en este caso sería Pablo, pero no hallándole fueron por Gayo y Aristarco, sus compañeros y testigos del avivamiento que se estaba dando en la ciudad. La actuación irracional de los fanáticos religiosos cuando son tocados sus intereses, es la misma. Por lo general las víctimas no poden resistencia. En el caso de un creyente, él jamás usaría las “armas de la carne” para defenderse; de allí que no han sido pocos los que mueren por la violencia de los que pretenden imponer su “fe”, sobre todo si hay una amenaza seria a ella. Los idólatras no conocen de tolerancia ni del “amaos los unos a los otros”.

3. “Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron” v. 30.

Pablo reconocía que la conmoción que ahora hay en la ciudad se debía, en gran parte, a la predicación que había traído. Ahora pretendiendo calmar los ánimos, y con un noble olvido de sí mismo, por cuanto se exponía a un eventual linchamiento, se proponía con mucha intensidad llegar al corazón mismo donde se estaban dándose los hechos, pero fue impedido por los discípulos y por algunas de las autoridades que eran sus amigos, de no presentarse porque aquello sería adelantar su muerte, y Dios todavía le necesitaba como su vocero de su palabra.

Pablo sabía que en el anfiteatro había por los menos unas 30 mil personas y aquella sería una gran oportunidad para predicar el evangelio a todos reunidos. Cuando se tiene una pasión por Cristo, se estará siempre dispuesto a enfrentar todos los riesgos, “porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”(Mr. 8:35), como lo había anticipado el Señor. Todos los riesgos por causa de Cristo tienen un valor eterno.

III. LA PREDICACIÓN DE CRISTO PRODUCE LA PAZ FRENTE A LA CONFUSIÓN QUE CREA LA IDOLATRÍA

1. “Unos… gritaban una cosa…la concurrencia estaba confusa…” v. 32.

La otra parte del texto nos dice que“los más no sabían por qué se habían reunido”. Este versículo es muy elocuente, pues nos muestra cómo actúa la gente cuando sus mentes están ciegas y sugestionadas por el culto a las deidades hechas por los hombres, en lugar de la adoración del Dios verdadero. Hasta ahora ninguna veneración hecha a los ídolos produce hombres y mujeres felices. No hay libertad, sino esclavitud en los que se aferraban en dar culto a la criatura en lugar del Creador.

Esta confusión que se dio acá ya el profeta Isaías la había descrito, cuando dijo: “Los formadores de imágenes de talla, todos ellos son vanidad, y lo más precioso de ellos para nada es útil; y ellos mismos son testigos para su confusión, de que los ídolos no ven ni entienden” (Is. 44:9). Aunque los hombres gritaban frenéticamente: “¡Grande es Diana de los efesios!”, ella no les hablaba, no les consolaba, ni se manifestada con su presencia como lo hacia el Dios todopoderoso. Nuestro Dios es un Dios de orden. A él no habrá que gritarle, ni él creará en nuestras vidas confusión. Él, por ser un Dios de paz, nos da la paz y un culto racional.

2. Jesús no puede ser culpado de sedición v.35-40.

Jesús es el “príncipe de paz”, por lo tanto, ni él ni sus seguidores podrán ser culpados de crear todo lo opuesto a la paz que vino a dar. La intervención que hace el escribano que apaciguó el motín, es muy elocuente. Por un lado admite que nadie se ha metido con su diosa, a quien él dice que es “la imagen venida de Júpiter” v. 35. Por otro la do, el escribano reconoce que los hombres que están siendo cuestionados, como si fueran “provocadores de oficio”, no han incurrido en ningún perjurio contra su venerada v. 37. En la apelación final que hace a la calma, el escribano reconoce que la confusión allí reinante se debía a la reacción colectiva y desmesurada de la gente, pero que los portadores del nuevo mensaje del evangelio son personas pacíficas.

En todo caso, los pendencieros venían de ellos mismos, y corrían el peligro de ser tildados de sediciosos v. 40. ¿Qué comprueba toda esta intervención del escribano? Que el evangelio de Cristo es de paz. Que la confusión, el desorden y los pleitos son de aquellos en quienes no está el Señor y en lugar de él hay la presencia de otros dioses. Al final no es Diana, la grande de los efesios, sino Cristo. El poder del evangelio tiene la misión de cambiar a los hombres idólatras por la presencia del Cristo de la paz.

CONCLUSIÓN:

Hace un tiempo atrás un periódico publicaba un artículo en el que hablaba acerca de un incendio ocurrido en una casa del Oriente Medio. El dueño de la casa corrió adentro de su vivienda en llamas para obtener sus objetos de valor, pero al no poder hacerlo, intentó regresar siendo alcanzado por las llamas. Después fue encontrando en medio de las cenizas agarrando un ídolo de marfil. El titular del periódico decía: “Un hombre muere tratando de salvar a su dios”.

La verdad del evangelio es otra: Dios dio a su Hijo para salvarnos a nosotros. La ciudad de Éfeso era guardiana de la gran diosa Diana. Pero allí llegó el evangelio. El poder transformador de Cristo hizo que multitudes se convirtieran de sus brujerías y de sus ídolos, dando inicio con esto a la iglesia de Éfeso. Después Pablo escribiría su célebre carta a esta iglesia, “la reina de todas sus cartas”, como la han definido, y en su saludo se dirigió a los hermanos así: “A los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso” (Ef. 1:1).

¿No es maravilloso ver cómo los que antes veneraban a la gran Diana de los Efesios, ahora forman parte de los santos y fieles? El evangelio cambian el grito de los hombres, por: ¡Grande es Cristo! ¿Cuál es el ídolo que hay en su corazón? Es hora de sustituirlo por Cristo. Ven ahora mismo a Él.

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