La profecía de Isaías 7:14, que refiere al nacimiento de una virgen, y luego la confirmación del ángel Gabriel a María (Lucas 1:26-35), reafirma lo dicho por el Señor en Génesis 3:15. ¿Por qué es importante esto?
Porque el pecado y su naturaleza se transmiten a través del hombre. Cada bebé que nace bajo una relación sexual ya trae consigo el germen del pecado en su vida; ya posee una naturaleza pecaminosa (Romanos 3:10-23). Más no así con el bebé Jesús. Lo que haría diferente al nacimiento de Jesús con el resto del mundo es que él era, y es, Dios en la carne, Juan 1:1, 14.
B. El bebé hecho hombre le “herirá en la cabeza” (vers. 15)
El otro aspecto en la personalidad del bebé es que venía a este mundo para entrar en una real batalla contra las fuerzas del mal. “El calcañar”, o talón, pareciera ser la parte favorita de la serpiente, después que en su maldición tuvo que arrastrarse por el suelo hasta morder a sus víctimas.
Y si bien es cierto que esa herida (simbolizando toda la maldad que trajo Satanás a la humanidad) causaría la más grande desgracia para el hombre que estuvo en el paraíso de Dios, la llegada del redentor, proviniendo de la simiente de la mujer, heriría a la serpiente en la cabeza, allí donde tiene su veneno.
Esto se refiere a una lesión fatal. De esta manera vemos que aquel bebé vendría a este mundo no para mostrar a los hombres una mejor manera de vivir. Él no iba a venir para mejorar su entorno. Él no venía para cambiar su posición social. Él venía a derrotar el mal. Esa fue su única misión (Hebreos 2:14).
Así que como Satanás se encarnó en una seductora serpiente para engendrar el pecado, Dios se encarnó en un bebé para destruir al que tenía al imperio de la muerte. El redentor, pues, haría por los hombres lo que ellos nunca podrían hacer por sí mismos: darles su libertad para que volvieran otra vez a recuperar el paraíso que una vez perdieron.
II. LO SEGUNDO QUE NOS MUESTRA EL TEXTO ES EL PROPÓSITO DEL BEBÉ PROMETID
1. “Pondré enemistad entre tú y la mujer…” (vers. 15)
La palabra “enemistad ” puede traducirse también como “odiar a un enemigo”. Y aun que si bien es cierto que hay un odio natural por este feo animal, la enemistad a la que se hace referencia aquí es mucho más profunda que el que tiene un hombre por una serpiente.
Se refiere al odio que Satanás tiene para con el Señor y todo lo que él representa. Así que cada creyente es objeto de su odio. Es un odio que no busca más que el derrocamiento del Señor y su reino.
Es un odio que exige la muerte de Dios y la instalación de Satanás como dios; por lo menos eso fue lo que él quiso según Isaías 14:12-16 y Ezequiel 28:11-19. Pero el bebé que nacería en el pesebre sería el guerrero que impediría este deseo de Satanás. La enemistad de Jesús y Satanás que comenzó en el cielo, terminó en la cruz.
Así que la lucha que perdió Adán en el Edén tuvo que ser retomada por Señor desde su nacimiento. Pero esto no sería fácil porque Satanás usó todo su poder para detener ” la simiente de la mujer “que nacería de ella. Observe cómo Satanás pretendió destruir esa simiente desde la muerte de Abel hasta la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto.
Por supuesto que el intento mayor por querer matar a Jesús se dio cuando Herodes, una encarnación de Satanás, trató de matarlo cuando era un bebé (Mateo 2:16-18); lo mismo hizo en las tentaciones, el jardín del Getsemaní, y su último intento fue en la cruz, pero en todos estas intenciones, Jesús le venció. Jesús, es pues, el “León de la tribu de Judá” quien también vino como un poderoso guerrero.