Ven con nosotros, y te haremos bien

II. NOS ENCONTRAMOS CON UNA INVITACIÓN PARA SER INCLUIDOS COMO PARTE DEL PACTO DIVINO

1. Uniéndose a nuestra familia.Cuando Moisés le dice a su suegro:

“Ven con nosotros” le está indicando que él, aunque era muy allegado a su vida por ser el padre y abuelo de sus hijos, no formaba parte del convenio o pacto que Dios había establecido con ellos. En otras palabras, Jetro estaba perdido porque estaba separado de todas las bendiciones y promesas divinas. Él no poseía ninguna esperanza de salvación a parte de la invitación que ahora está recibiendo para ser de la familia de Dios. Este detalle es muy interesante, pues nos encontramos con alguien que está tan cerca, pero a la vez tan lejos de la salvación. Así es el asunto de la salvación. No somos salvos por transferencia familiar. Los estudios biblicos y predicas cristianas nos demuestran que no somos salvos por ser amigos de aquellos que ya han encontrado a un salvador. No somos salvos por haber sido bautizados y pertenecer a una iglesia como miembro de ella. La única manera de ser salvos es a través de una relación personal con el Señor Jesucristo. Cuando usted cree en Cristo, se convierte en un miembro de su cuerpo, que es la iglesia (1 Cor. 12:13). Una vez que alguien ingresa a ser parte de la familia de la fe, entonces se conceden todos los privilegios, los que incluyen ser hijos de Dios y la vida eterna (He. 7:25).

2. Uniéndose a nuestra comunión.

No sabemos en qué condición vivía Jetro en su tierra, pero la invitación que Moisés le hace ahora pone de relieve el deseo que este viviera con él y su pueblo en una comunión y compañerismo que jamás habría tenido. Pero este deseo incluía también la importancia de contar con un “baquiano” (un buen guía) para el camino. ¿Había perdido Moisés la perspectiva de la columna de nube para el día y la de fuego para la noche como la guía divina rumbo a Canaán? Al parecer la compañía de alguien que conocía bien aquellos lugares fue permitida por el mismo Dios. El asunto es que Moisés tuvo un vivo interés porque este hombre se uniera a su compañerismo. Ya él conocía sus cualidades como hombre sabio por el consejo que dado un tiempo atrás para dirigir juzgar a Israel en los asuntos como nación. Pero por otro lado, lo que Moisés también le está diciendo a Jetro es que él necesitaba de ellos. Si Hobad quería salvarse y disfrutar de las bendiciones del Señor, entonces él va a tener que acompañar a Israel en el camino a la tierra prometida. Pero esta invitación suponía también que Israel sería una bendición para Hobad. Cuando alguien entra en la comunión de los santos todos se edifican.

3. “ Y si vienes con nosotros… haremos bien” v. 32.

Esta promesa por parte de Moisés seria cumplida, pues estamos seguros que no le fallaría a su suegro. ¿Podemos decir lo mismo nosotros a la gente que invitamos que le haremos bien al entrar en nuestro compañerismo? Esto debiera ser la respuesta obvia, sobre todo para aquellos que en el mundo no han encontrado bien. ¿Por qué la gente nos necesita? Los mensajes cristianos nos llaman a que la iglesia debe ser capaz de ofrecer a la gente cosas que no pueden encontrar en ningún otro lugar en este mundo. La iglesia tiene que ser esa fuente de bendición para todos. Cuando alguien forma parte de lo que somos, la gente debe saber que realmente nos preocupamos por ellos (Ro. 12:15; 15:1-2; 1 Cor.13:5; Fil. 2:4). Deben saber que la iglesia puede ayudarles a llevar sus cargas (Gal. 6:2). Deben saber que alguien les ama sin condiciones (Ro. 13:9-10). Hay mucho más que la gente debería encontrar en la iglesia. Deberían encontrar compañerismo, la aceptación y la familia. Debemos ser capaces de decir a cada persona que se une a esta iglesia:.. “! Nosotros te haremos bien!”. Demasiadas iglesias están en el negocio de hacer daño a la gente. Hay ovejas heridas emocionalmente. Ven y te haremos bien.

III. NOS ENCONTRAMOS CON UNA INVITACIÓN PARA PARTICIPAR DE LAS MISMAS PROMESAS

Nota: Moisés le dijo a Hobad: “Jehová ha prometido el bien a Israel”. Eso significaba que todas esas promesas hechas, convertidas en bendición, también serían para él. ¿Cuáles eran?

1. La promesa de un hogar v. 33.

Israel vivió por unos cuarenta años en el desierto por su propia desobediencia, pero aquel no sería su hogar permanente. Aunque Abraham no tuvo un lugar fijo en la tierra que ahora ellos poseerán, la descendencia que vaga en el desierto encontraría en Canaán un lugar de reposo para vivir. Allí se asentarían y harían su morada permanente. Para Israel, el desierto no era su destino final, tampoco lo es para nosotros este mundo donde ahora vivimos. El apóstol Pedro nos recuerda que somos “extranjeros y peregrinos”, lo cual plantea un caminar de paso por este mundo (1 Pe. 2:11). ¿Cómo será aquella tierra? Lo primero que nos encontramos es que es una tierra donde habrá un solo Rey y a él se le entregará la alabanza: “La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén” (Apc. 7:12). Juan tuvo la visión de la ciudad, y su descripción que incluye: calles de oro, mar de cristal; compuestas sus puertas y sus muros por las más esplendidas perlas preciosas, así como toda su estructura de oro puro, nos revela el hogar que nos espera después de esta peregrinación. Pero por encima de esa belleza física, lo más importante es que será un hogar sin sufrimiento (Apc. 21:4).

2. La promesa del encuentro.

Los estudios biblicos nos revelan que es cierto que Israel no se encontraría con ningún conocido en Canaán, en todo caso todos eran sus enemigos. Es cierto que allí no verían a Abraham, Isaac, Jacobo o José. Sin embargo, aquel seria el lugar para el encuentro de las tribus que finalmente llegaron a esa tierra de la promesa. Sería, pues, la reunión de las familias. Cuando Moisés le dijo a Habad: “Ven con nosotros, y te haremos bien”, le estaba profetizando el tiempo cuando podían venir todos a un gran encuentro. La tierra que conquistaría también seria para su familia. Pero ahora ya no hablamos de aquella tierra, sino del cielo. Ahora tenemos la promesa de ver a los a los amados que dejaron este mundo. Si bien es cierto que ese momento ha sido duro, pues el vacío es grande, es bueno recordarnos que el día está por llegar para la gran reunión con aquellos que nos precedieron. (1Tes. 4:13-18). Vendrá un día en que usted se reunirá de nuevo, en la presencia de Dios, y usted estará con aquellos que te han precedido a la patria celestial. Pero no solamente porque estaremos con ellos, sino porque nos reuniremos con el salvador Jesucristo. Veremos a Aquel que murió por nuestros pecados en la cruz, el que nos salvó por su gracia, el que ha lavado nuestros pecados con su preciosa sangre. Aquel será el más grande encuentro.

CONCLUSIÓN:

Cuando Moisés invitó a Hobab, su primera reacción fue: “Yo no iré…” (v. 30). Sin embargo, más adelantenos encontramos que cambió de idea y se fue (Jue. 1:16; 4:11). De esta manera Hobab aceptó la invitación. Fue bendecido junto con Israel como Moisés le prometió que iba a ser. Esta es la misma invitación para hoy: “¡Ven con nosotros!”.

Los mensajes cristianos nos dejan saber que hay una promesa de bendición que aguarda para ti.

Ven con nosotros al cielo, si no eres salvo. Ven con nosotros para que sirvamos juntos al Señor. Ven con nosotros a medida que avanzamos hacia el futuro que el Señor tiene para esta iglesia. Ven y se parte de su historia. No rechaces esta invitación hoy. La más grande bendición está a punto de llegar. “Ven con nosotros, y haremos bien; porque Jehová ha prometido el bien a Israel”. Tome su parte en esta invitación.

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