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El Regreso de las Lluvias

1 Reyes 18:41-46

INTRODUCCIÓN:

La tierra siempre necesitó de la lluvia. Se nos informa que al principio de la creación, cuando no existía la lluvia, se requería de un vapor que salía de ella misma para regarla (Gn. 2:5, 6). Todo esto comprueba la gran necesidad que tiene la tierra de este preciado líquido para que se constituya en el “planeta verde”. Porque nada es más refrescante para nuestro planeta que absorber la lluvia que viene del cielo.

En nuestra historia continuada de Elías, ya han pasado tres años y medio sin ver nada de lluvia. La sequía ha hecho su trabajo mortal. Sin embargo, el tiempo de la profecía está por cumplirse. Necesitamos seguir muy de cerca los acontecimientos. El reloj de Dios va dar su hora perfecta. En el mensaje anterior quedó comprobado quién es el verdadero Señor de los cielos. Una sola oración de Elías, corta, tan distinta a la hecha por los 450 falsos profetas, hizo descender fuego del cielo.

En aquel lugar tuvo el gran trabajo de matar a tantos hombres y se le escaparon los profetas de Azera porque no fueron al duelo. Y después de toda esa experiencia en la cumbre, cuando se pensaba que el profeta merecía su descanso, el hombre sigue en la pelea. Él sabe que todavía el trabajo no concluye.

Así, en lugar de caminar hacia el atardecer para saborear su victoria sobre el mal, Elías se pone a trabajar de nuevo para ver que la lluvia venga como Dios prometió que lo haría. Elías nos enseña en este pasaje que el trabajo de un profeta no termina nunca. Esto nos recuerda que en nuestro caminar con Dios siempre estamos confrontados con la oportunidad de servir. Es verdad que muchos en la obra del Señor no sirven, pero no es porque no hay nada que hacer. Así, pues, antes que llegue la lluvia hay muchas cosas que hacer todavía. Pero, ¿qué aprendemos de la llegada de las lluvias? ¿Qué es lo que el Señor nos enseña después de este periodo de sequía?

I. EL REGRESO DE LAS LLUVIAS ES UN FIEL CUMPLIMIENTO DE LAS PROMESAS DIVINAS

1. ¿Cómo supo Elías que la lluvia venía? v. 41.

Esta pregunta la hacemos porque siempre la lluvia está precedida de nubes, truenos y relámpagos, y hasta ese momento nada de esos fenómenos están a la vista. Sin embargo Elías le dijo al rey Acab que subiera y comiera “porque una lluvia grande se oye”. Se ha dicho que los oídos de la fe oyen lo que los oídos de la carne no pueden oír. Cuando un hombre llega al lugar donde el ruido del mundo se queda fuera, se podrá oír mejor el ruido de las caravanas de bendición de Dios antes que aparezca a la vista. En este versículo, podemos ver que Elías era un hombre que creía en las promesas de Dios. Él creía tanto que él estaba dispuesto a reclamarlas y vivir para ellas. Las promesas de Dios tienen estas características. Ciertamente no las vemos pero están allí. A Elías se le había prometido que la lluvia regresaría (18:1), y él, creyendo que el que las prometió es verdadero, escuchó anticipadamente su llegada. No necesitamos ver para creer. Jesús nos va a decir: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron”. Esta es la esencia de las promesas divinas. Si Dios prometió la lluvia, ella llegará. Las promesas del Señor son el ancla de nuestra fe.

2. ¿Dónde basó Elías su confianza?

(1) En la preciosa palabra de Dios (18:1).

Dios le dijo a Elías que viniera al encuentro con Acab porque él traería la lluvia. Elías hizo lo que Dios le dijo que hiciera. Él creyó a Dios en cuanto a las cosas que hiciera. Hay una diferencia enorme entre Elías y Jonás como profetas de Dios. Hasta esta parte no vemos ninguna queja ni desobediencia por parte Elías. Todo lo ha cumplido “al pie de la letra”. Pero observe el caso de Jonás. Recibió la palabra de Dios para ir a Nínive y desde el mismo momento que recibió la orden de ir aquella gran ciudad y proclamar el mensaje de juicio, desobedeció y se quejó contra el Señor y su palabra. La tarea más grande de un siervo de Dios es creer que Dios puede cumplir sus promesas (Ro. 4:21, He. 6:18, Mt. 5:18; Ef. 3:20).

(2). En la Perfecta Voluntad De Dios (17:1).

Hasta ahora Elías había sido el instrumento de Dios para traer la sequía sobre la nación. La lluvia cesó por tres años y medio porque la gente estaba adorando a Baal en lugar de Jehová. Por lo tanto, Elías sabía que este era el tiempo para que regresaran las lluvias. Una cosa que debemos aprender de esto es que cuando la voluntad de Dios se ha revelado acerca de un asunto, y eso está hecho. Simplemente así se hará. A este respecto quizás algunos se preguntarán: “¿Por qué molestarse orando por ese asunto?”. Bueno, por una razón muy simple. Las promesas de Dios no se dan para restringir nuestra vida de oración, sino para que tengamos mayor confianza y crezcamos en fe mientras esperamos la respuesta. Elías se mantuvo creyendo y haciendo la voluntad de Dios.

(3). En el trabajo previo de Dios.

Nada nos hace vivir más confiados en lo que Dios va hacer que saber lo él ha hecho antes. Elías sabía que podía confiar en que Dios enviaría la lluvia por todos los testimonios del poder de Dios previamente demostrado. Elías vio como su Dios le sostuvo en el arroyo de Querit y cómo provechó su alimento a través de unos cuervos insignificantes. Él vio como su Dios usó a una viuda pobre para que le sostuviera por unos dos años a través de la haría y el aceite. También él había visto el poder de Dios a través de la resurrección del hijo de la viuda. Pero sobre todas las cosas, Elías había visto cómo el fuego del cielo que reveló al verdadero Dios. Todos estos milagros previos son poderosas razones para creer que Dios traerá la lluvia otra vez. Lo que Dios hizo en el pasado nos produce una gran confianza que lo hará en el presente. Dios no cambia, en eso basamos nuestra confianza.

II. EL REGRESO DE LAS LLUVIAS NOS MUESTRA EL PODER QUE HAY DETRÁS DE LA ORACIÓN

Nota: En los versículos 42 al 44 nos encontramos con dos actitudes distintas respecto a la llegada de las lluvias. Tenemos la Acab, un hombre débil y sujeto a la carne, que en lugar de inclinarse y arrepentirse, se va a comer y a beber. Pero observe la diferencia de Elías. ¿A dónde fue Elías?

1. La oración a solas con Dios.

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