El Regreso de las Lluvias

“Subió a la cumbre del Carmelo”. Esto nos muestra que no debemos subestimar el lugar que apartamos para la oración. Es posible que nuestra negligencia en la oración sea porque no nos hemos propuesto elegir un lugar para hacerlo. Para acercarnos al corazón de Dios necesitamos apartarnos de tanta bulla que nos rodea. La Biblia nos dice que aunque Elías era un hombre con “pasiones como las nuestras”, su debilidad la fortalecía en la oración, y eso es lo que vemos en esta actitud subiendo al Carmelo. ¿Cuál es su lugar de oración?

2. La oración que nos humilla.

“Postrándose en tierra puso su rostro entre sus rodillas”. En una pelea, el momento más vulnerable no es cuando ella comienza, sino cuando ella termina. Elías sabía bien esto, por lo tanto decidió humillarse para que el enemigo no lo tentara exaltándose desmedidamente como diría Pablo más adelante. Lo interesante de todo esto es que justamente en la cumbre de la montaña donde obtuvo la victoria, allí regresó para dar al Señor la gloria. Nada supera a una oración que se hace con una actitud humilde. Los grandes hombres de Dios son los que permanecen de rodillas ante Dios para poder estar de pie antes los hombres.

3. La oración específica.

“Sube y mira hacia al mar”. Esa fue la indicación. Como Elías buscaba una sola cosa: la señal de lluvia, eso fue lo que esperó que su criado viera. La promesa de Dios es que enviaría la lluvia, y eso es lo que Elías quiere ver. Con esto notamos que la oración debe llevar siempre el elemento de lo específico. La oración debe ser puntual. Cuando usted entre en grandes generalidades en su oración, Dios que conoce lo que usted necesita, estará esperando que usted le nombre las cosas por las que realmente está pidiendo. Hay una lluvia de bendición que Dios quiere derramar en su vida, pero usted debe pedírsela al Señor “con nombre y apellido”. ¿Se ha preguntado por qué algunas de sus oraciones no son a veces respondidas?

4. La oración persistente.

“El volvió a decir: sube siete veces”. Como vivimos en un mundo donde todo va rápido, así pensamos que también se mueve el cielo. Pero la verdad es otra. Solemos pensar que la respuesta a la oración debería venir rápida, y a menudo nos preguntamos por qué Dios tarda en responder. Observe este pasaje. He aquí un ejercicio de fe y de paciencia. No sabemos si el siervo de Elías protestó, pero él fue siete veces para ver si el agua venía. El hecho que Elías ordenara hasta siete veces revela la confianza que tenía en la promesa de la llegada de la lluvia. La oración que responde Dios contiene el sentido de lo persistente. Una y otra vez encontramos en la Biblia ejemplos acerca de esto. El fervor y a la fe no se separan.

5. La oración respondida.

“He aquí, veo una pequeña nube, como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar”. Las cosas que van a suceder en gran escala pudieran comenzar a verse como “la palma de la mano”. Para Elías aquella insipiente nube era suficiente para decirle a Acab que prepara carro. Que le pusiera yantas nuevas a su carro porque lo se oía era la llegada de un gran diluvio. Dios al final responde. No debemos dudar de sus promesas. Son las cosas pequeñas las que hacen la vida grande. Debemos vivir expectantes que algo bueno va a pasar. Que Dios no retarda sus promesas. Que al final del día él obrará según su voluntad.

III. EL REGRESO DE LAS LLUVIAS GENERA UNA CARRERA DE GOZO

Nota: Todos sabemos que si algo hace la lluvia es poner a todo el mundo en movimiento. A correr para protegerse de ella, a menos que alguien quiera disfrutarla mientras riega la tierra. Elías le había dicho a Acab que unciera su carro porque la lluvia se acercaba. Y lo hizo con prontitud porque las ruedas podrían atascarse. Pero mientras iba corriendo, escuchó unos pasos que venían detrás de él, y se le adelantó. ¡Era Elías! ¿Qué nos revela esta carrera?

1. Un poder especial v.46.

La distancia del Carmelo a Jezreel era de unos 16 kilómetros. ¿Cómo Elías tuvo la capacidad de correr tan lejos y tan rápido? La Biblia dice que “la mano del Señor estaba sobre Elías”. Cuando una persona está habilitada por Dios, puede hacer las cosas que están más allá del alcance del hombre común. Aquí es bueno recordar que Dios da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas (Is. 40). Aunque Acab estaba empantanado en el fango de la carnalidad y la mediocridad, Elías corrió con la fortaleza de la mano de Dios y sobresalió. ¡Ve la diferencia en la carrera! Necesitamos su poder para avanzar.

2. El secreto de la preparación.

El texto dice que Elías ” ciñó sus lomos”. Es decir, que metió el extremo de su manto en el cinturón y salió corriendo. ¿Qué importancia tuvo esto? Que si él tratara de correr sin hacer esto previamente, simplemente se habría enredado en sus vestiduras y caído. Elías quitó todos los obstáculos para correr mejor. He aquí una lección para todos aquellos que quieren correr con la carrera del Señor. La carta a los Hebreos 12:1-2 nos dice que tenemos una gran nube de testigos y que por lo tanto debemos correr con paciencia la carrera que tenemos por delante. Pero se nos asegura de poner nuestros ojos en Cristo. Para que la lluvia de bendición caiga sobre nosotros, debemos despojarnos del peso del pecado. Solo así obrará el Señor.

3. La estrategia de su propósito.

¿Cuál es el significado de este evento? Los reyes antiguos siempre fueron precedidos por un corredor. Este corredor anunciaría la llegada del rey y despejaría los obstáculos para que el carro del rey viajara por un camino limpio. Cuando Elías corrió delante de Ajab estaba haciendo una declaración muy importante, así diría: ” Acab , soy un hombre de Dios y no me gusta el pecado y la idolatría. Sin embargo, como yo respeto su autoridad, estoy dispuesto a presentarme ante usted como mi rey porque me someto Dios primeramente. Para Elías esto fue una declaración de humildad, porque era un siervo de Dios.

CONCLUSIÓN:

Y la lluvia por fin llegó. Después de tres años y medio Dios abrió otra vez los cielos y la tierra que había sido castigada por la idolatría a Baal ahora se regocija por el agua que surca su suelo. Dios es exacto al cumplir su promesa. La lección aprendida de todo esto es que Dios no derramará sus lluvias de bendición hasta que no se destruyan los “baales que sustituyen su gloria. Elías restituyó la gloria de Dios a Israel.

Nosotros somos llamados hacer lo mismo. ¿Qué impide las bendiciones de Dios en su vida? Celebre la llegada de las lluvias honrando al Dador de ellas. Si su corazón ha estado en una gran sequía, deje que la lluvia del Señor lo empape, de tal manera que vuelva a ser un terreno que de abundantes frutos.

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