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El cansancio del Alma

Estudios Biblicos| Predicas Cristianas

Números 21:1-9

INTRODUCCIÓN:

Cuando uno lee la historia del pueblo de Israel desde que salió de Egipto hasta que llegó a la tierra prometida, quedando la antigua generación en el desierto, y se pregunta por qué este pueblo fue tan infiel frente a la más grande demostración de amor, paciencia y misericordia de parte de Dios, tiene que llegar a esta conclusión: “El corazón es perverso, más que todas las cosas…”, como lo revelará después el profeta Jeremías. Pero, ¿seríamos nosotros diferentes a lo que fue Israel en el pasado? ¡Por supuesto que no! Si en lugar de ser la generación de Moisés, fuera la del siglo XXI, por seguro que seriamos igual o peor. En nada nos diferenciamos de aquel pueblo de quien Isaías dijo: “Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos” (Is. 65:2).

El cansancio del alma o espiritual puede llegar en cualquier momento a nuestras vidas. Al igual que Israel podemos llegar a decir: “Nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano” v. 5. Piense por un momento en las áreas de su vida donde pudiera estar sintiendo un “cansancio” en su alma. Considere que una de las causas del cansancio del alma pudiera venir cuando usted no tiene ningún deseo de leer la palabra de Dios ni tampoco tener un tiempo a solas con él en oración. Estas dos disciplinas del alma no tienen sustitutos y si no las practicamos el resultado es que el alma se fastidia, pues llegamos a ver todo “tan liviano” como Israel. Y cuando el alma entra en esa condición, entonces todo parece un fastidio.

A lo mejor el asistir a la iglesia lo ve como un fastidio. Por cuanto hay un desgano espiritual, entonces la persona arremete contra todo. Nada le parece bueno. La murmuración y la crítica ahora forman parte de su vida. El gozo y la victoria del cual fue testigo en el pasado hace un rato largo que no forma parte de su vida. Por supuesto que la alabanza gozosa tampoco forma parte de su adoración a Dios. Y qué decir de testificarles a otros acerca de Jesucristo. Nada es más terrible para un creyente que llegar al estado en que cayó Israel. Nos hará muy bien hablar de este peligro espiritual. Que nos enseña esta historia.

I. ESTA HISTORIA NOS REVELA EL PRONTO OLVIDO DEL ALMA DE LOS BENEFICIOS DIVINOS

1. El olvido de los votos hechos v. 2. Israel estuvo siempre expuesto a derrotas (v. 1).

La presente fue permitida para enseñarlos a esperar que la conquista de Canaán no fuera por su propia sabiduría y valor, sino solamente por el favor y ayuda de Dios. Esto fue uno de los recordatorios que más adelante tendrían que saberlo cuando conquistaran la tierra prometida: (Dt. 9:4).Ahora vea esto. Israel hizo votos para enfrentar las ciudades que tomaron sus prisioneros. Así que pronto derrotaron a esos enemigos por consentimiento divino. Pero así como saborearon la victoria, también se olvidaron de ella. Eso sucedió ayer y sucede hoy. El salmista en una oportunidad dijo: “Y no olvides ninguno de sus beneficios”. Tenemos la tendencia a olvidarnos muy rápido de las buenas cosas que el Señor nos hace partícipes. En algún momento de crisis como lo estuvo Israel hacemos votos de congragación y dedicación. Pero tan pronto como pasa todo nos olvidamos. ¿Se olvida Dios?

2. El olvido de la victoria lograda v. 3.

En su historia, Israel tendría que recordar que cuarenta años antes los amalecitas y cananeos los habían derrotado precisamente en este sitio, cuando intentaron llegar a la tierra prometida por sus propios medios. Pero ahora ellos cuentan con la poderosa presencia de aquel de quien se dijo: “Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Ex. 14:14). Esta promesa la cumplió el Señor siempre e Israel fue testigo permanente de la espada del Señor contra sus enemigos. Pero del lugar que ellos llamaron “Horma” (destrucción), pronto se olvidaron también. La palabra “destruir” acá significa que si ellos ganaban consagraría al Señor todo como un tipo de ofrenda o tributo, sin retener nada para sí o para los demás. Pero esta promesa no duró mucho. Una de las cosas que se repite siempre en la vida cristiana es la continua fidelidad de Dios cumpliendo sus promesas y la frecuente infidelidad de su pueblo olvidan sus beneficios.

3. El olvido por el desánimo v. 4.

Israel experimentó el desánimo, tanto así que fue esto y la murmuración lo que le costó a la generación de Moisés el no entrar a la tierra prometida. El caso de Israel fueron muchas las veces que se desanimó, pero hubo unas tres de ellas que han sido las más notorias. Se desanimó al salir de Egipto cuando quedaron acorralados entre el mar, el desierto y los soldados del faraón. Se desanimó en el camino hacia Canaán al llegar a sus linderos y no poder entrar allí. Y se desanimó cuando supo de los gigantes que había en la “tierra que fluye leche y miel”, ante los cuales parecían como langostas. Por supuesto que hay razones para el desánimo. Nadie está exento de este mal del alma. Aún los hombres más fuertes y espirituales se desanimaron como Moisés y Elías. ¿Con qué frecuencia se desanima usted hermano? ¿Cuáles son las mayores causas de su desaliento? Si usted se desanima por el celo de las cosas del Señor, se justifica. Pero hay un desaliento que es de origen pecaminoso.

II. ESTA HISTORIA NOS CONFRONTA SOBRE EL TERRIBLE PECADO DE LA MURMURACIÓN

1. El blanco de la murmuración: Diosv. 5.

Es un cuadro triste y doloroso que el blanco de la crítica y la murmuración sea el mismo Dios que ama y sustenta a su pueblo. Israel nunca midió las consecuencias de su quejaba. Esta fue una murmuración directa contra Dios y su líder. Nada pudo ser más grave que esto. Pero la verdad es que el pecado de la murmuración no es algo nuevo. Uno puede percibir que la misma caída del hombre generó murmuración, y al final se ve cómo recayó contra Dios. Cuando Adán dijo: “La mujer que me diste por compañera”, se estaba quejando que él era el responsable de su propia desgracia. Desde entonces el pueblo de Dios ha cometido el pecado de la murmuración, uno de los más feos del carácter. Piense en esto. En el hogar se murmura contra los padres, en el colegio contra los profesores, en el trabajo contra los compañeros y en la iglesia contra el pastor y los líderes. Cuando se murmura contra otro es un menosprecio. Imagínese hacerlo contra Dios y su ungido.

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