El cansancio del Alma

2. El por qué de la murmuración: Egipto v. 5b.

La murmuración es todo lo opuesto a la alabanza. Quien murmura ni alaba ni agradece, sino que golpea con sus palabras. Eso hizo Israel. La falta de un bien temporal, o el hecho de ver que Dios les conduzca en alguna otra dirección, puso al descubierto la más grande ingratitud de la que se tenga conocimiento. Con una sola queja echaron por tierra la manifestación del poder de Dios, queriendo regresar al paganismo que vivían en Egipto. Como alguien lo ha definido: Israel había salido de Egipto, pero Egipto jamás había salido de ellos. Aquí se pone de manifiesto que el propósito de toda murmuración es desplazar a Dios de un corazón agradecido y sustituirlo por los “puerros, rábanos y cebollas” que el mundo ofrece. El creyente que murmura en el fondo pareciera anhelar la vida que antes tuvo. Inconscientemente está comparando una cosa con la otra. Compara la adoración y el servicio con lo que a su juicio es lo más importante.

3. El desprecio de la murmuración: el maná v. 5c.

Hay algo que sorprende en esta murmuración que la hace más detestable: la forma como Israel menospreció el maná de Dios. Llegar a decir que “nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”, era echarle a Dios en cara que su provisión durante todos esos años no fue real. Llamar “liviano” al pan de Dios constituye el más grotesco y vulgar menosprecio a Aquel que ha prometido sostener a sus hijos cualquiera sean las circunstancias por las que pasamos. Surge aquí la pregunta que hiciera el comentarista Mathew Henry: “¿Con qué se le agradará, quién no estaría contento con el maná?”. Si el maná es un fastidio para el alma quiere decir que el alma “probó” de su contenido, pero nunca se alimentó de él. Si el maná es una representación de la palabra de Dios, como en efecto lo es, quiere decir que para muchos creyentes la palabra en lugar de ser una razón de su alimentación y gozo, es un fastidio y una carga pesada. Más aún, si el maná es una figura de Cristo, como en efecto lo es, Israel anticipadamente lo menospreció. ¿Y qué es para mí el maná?

III. ESTA HISTORIA NOS PRESENTA LA OBRA RESTAURADORA DE LA GRACIA A FAVOR DEL PECADOR

1. La murmuración tiene que ser castigada v. 6.

Dios no deja sin castigo al que peca contra él. Los métodos que usa para disciplinar a su pueblo algunas veces son del tamaño de su actuación. En este caso, Dios envió “serpientes ardientes” cuyo veneno era tan mortífero que “murió mucho pueblo de Israel.”. La descripción que se hace de “serpientes ardientes” nos muestra el intenso dolor que producía en sus víctimas. Ni el mejor antídoto contra el veneno quitaría el dolor, pues era enviado por Dios y sólo él, haciendo alguna provisión, detendría la mortandad. Hermano tenga cuidado con la murmuración. Mire el ejemplar castigo que recibió Israel. La serpiente ha sido un símbolo del pecado. De hecho, el pecado se introdujo en el mundo cuando Satanás usó el cuerpo de una serpiente en el Jardín del Edén. Nunca podremos culpara Dios de los métodos que usa para castigar si antes no revisamos lo que provocó su ira. El pecado sigue matando mucha gente. La murmuración es un rechazo abierto contra Dios, pues menosprecia la obra de amor y de gracia. Así, pues, el pecado debe ser castigado.

2. La importancia de la confesión v. 8.

La confesión colectiva fue sin rodeos: “Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti…”. La confesión quita el orgullo, contrita el espíritu y se expone a la misericordia divina. Hay tres pasos que trabajan juntos para lograr una real y genuina restauración: Un convencimiento que reconoce has hecho mal contra ti mismo. Una confesión que admite que has hecho mal contra otros. Y una contrición donde aceptas que has hecho lo malo contra el Señor. Cuando esto hacemos se desata un caudal de bendición que lo trae la gracia de Dios. Es maravilloso la confianza que se tiene en el mediador cuando nos disponemos a confesar nuestras faltas. Israel vino y confesó su falta, pero se aseguró que Moisés intercediera por ellos. Ya esto no era nuevo. Israel una y otra vez demandó la intercesión de su líder después de haber pecado contra Dios. Ellos sabían que Moisés era el único a quien Dios oía para aplacar su ira. Hay en esto una figura extraordinaria. Moisés es una figura de Cristo. La confesión que nosotros hacemos a Dios debe tener el respaldo del Mediador eterno.

3. La gracia infinita de Dios v. 8, 9.

La respuesta de Dios para sanar al herido es por demás interesante. He aquí la manifestación de la gracia de Dios. El mismo instrumento que usó para castigarles, ahora lo usa para salvarles. El pueblo herido por la mordedura debería poner su fe en la serpiente levantada. Pero, ¿qué es lo que hay detrás de esto? Hay un mundo de evangelio acá. El Señor dijo:“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado…” (Jn. 3:14).Comparemos la dolencia de ellos con la nuestra. El pecado muerde como una serpiente venenosa. Compárese la aplicación del remedio de ellos y el nuestro. Ellos miraron y vivieron; y, nosotros, si creemos, también viviremos. Ellos miraron la serpiente y fueron sanados. Nosotros por fe miramos a Cristo y somos sanados. Esto es la gracia infinita de Dios para el pecador “mordido” por el pecado.

CONCLUSIÓN:

Esta historia nos revela como ninguna otra el fastidio que puede llegar a tener el alma cuando la misma añora el regreso a su vida vieja. El maná que Dios preparó para su pueblo por cuarenta años tuvo que ser el alimento mejor elaborado que jamás alguien haya comido. Fue preparado por Dios con los nutrientes necesarios para la vida en el desierto. Sin embargo, Israel sintió fastidio de esa comida, llamándolo “pan liviano”. Eso fue la más descarada ofensa contra Dios y si líder Moisés. Pero Israel pagaría cara su murmuración.

El castigo de Dios fue mortal. Muchos murieron por las “serpientes ardientes”. El menosprecio por el maná fue un rechazo anticipado al Mesías, puesto Cristo sería el “maná que descendió del cielo”. Pero también la serpiente que fue levantada como sanidad para los heridos, también es una figura de Cristo (Jn. 3:14, 15). Por lo tanto, el alma de un creyente no debe cansarse o fastidiarse por la “comida” de siempre. Jesús sigue siendo el “pan de vida que descendió del cielo” (Jn. 6:58 ). No es poca cosa lo que Jesús ha hecho para que le menospreciemos.

(571) 251-6590

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