Los cristianos

Es alguien que intenta dirigir la iglesia, se trata de alguien que se consideraba el responsable de decir a todos en la iglesia lo que debían hacer, y es por esto que era culpable de actitudes y acciones equivocadas de muchos hermanos.

Era culpable de denigrar con sus murmuraciones al apóstol que es quien debe poner los fundamentos de la iglesia y le ha sido dada la autoridad para resolver los temas de la iglesia.

Por lo tanto, tenemos aquí el caso de un hombre que no solo no obedecía a la autoridad, sino que además hablaba en su contra, diciendo calumnias y malicias para menoscabar la autoridad que el Señor le había dado.

Diótefres se ponía primero

Pero el problema más grave que tenía Diótefres era que él se ponía el primero, lo que pone de manifiesto que estaba actuando conforme a la carne, y al actuar así estaba privando al Señor de su derecho a ocupar el primer lugar.

Desgraciadamente, en las iglesias de este tiempo hay demasiados creyentes como Diótrefes y siempre se caracterizan por las mismas actitudes. Quieren ser los primeros y desean parte de la gloria de Dios para ellos, adueñándose de lo que le pertenece a Dios como son los dones, talentos, o ministerios.

No sabemos quién era realmente Diótrefes pero si sabemos que era culpable de algunas actitudes y acciones, por lo que no respetaba la autoridad.

Hablaba en contra de ella diciendo calumnias y maliciosas contra el Apóstol, y se negaba a recibir a los hermanos que no se prestaban para sus actitudes.

Hay hermanos que en lugar de recibir a otros hermanos que podrían ayudarles a crecer y servir para bendición y edificación de la iglesia, se encierran y no les reciben, lo que revela que sienten celos y tienen complejo de inferioridad, siendo por esto que no les importa el bien del pueblo de Dios ni buscan su edificación.

Finalmente tenemos al tercer hombre, Demetrios

Juan nos dice que “Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero” 3 Juan 1:12, y allí nos está diciendo que es un hombre en el que se puede confiar, un hombre que anda conforme a la verdad y que ha dado testimonio en todo.

Parece ser que Demetrio era uno de esos misioneros que viajaba de un lugar a otro, y “ellos salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad” 3 Juan 1:7-8  

Fueron el primer grupo de misioneros que al ir de un lugar a otro gozaban de la hospitalidad de las diferentes iglesias mientras hacían la labor de evangelistas en donde la iglesia no había estado.

Habían sacrificado sus ingresos y su trabajo para obedecer el llamamiento del Señor, y la realidad nos muestra que no todos estaban dispuestos a hacerlo, ni en el caso de la iglesia primitiva ni en la iglesia de la actualidad, aunque muchas veces el Señor les está llamando a evangelizar una manera especial en la cual deben dejar todo para hacer Su obra.

Es el amor por el nombre de Jesús el motivo fundamental de la obra del Señor, y ese debiera ser el motivo que sirva de fundamento a los que sienten el llamado a evangelizar en la actualidad; no es la necesidad de la gente lo que nos llama a predicar el evangelio porque toda persona que no tiene a Cristo está necesitada, incluso aquellas personas que lo tienen todo desde el punto de vista material, pero se sienten vacíos en su espíritu.

Bien podríamos decir que al Señor además de amarle en Espíritu y en Verdad, le debemos amar en obras de verdad. Pues Dios habla y pide respuestas concretas; si hemos entendido lo que es el amor de Dios para con su pueblo, si hemos entendido el valor del sacrificio de la cruz, sabremos responder con los hechos y no solo con declaraciones.

Ya que el amor de Dios nos obliga a una sincera conversión de servicio y trabajo en busca de que la humanidad toda, aquella por la cual se sacrificó Jesús, le conozca.

Conclusión

El buen cristiano, el que verdaderamente ha sido vivificado por la fe, es un hombre optimista que predica, que trabaja para la extensión del Reino de Dios, que no mira su sacrificio ya que nada es comparado con el de Cristo.

Pero además sabe que el amor de Dios vive en su corazón y el Espíritu le hace capaz de cumplir la voluntad de Jesús.

Todo cristiano tiene este tesoro dentro, pero la mayoría de las veces lo mantiene arrinconado y encubierto, por lo que no puede dar fruto como debiera. Pero si oras al Señor, Él te dará la fuerza para que todos puedan verlo.

© Ricardo Hernández. Todos los derechos reservados.

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