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Venga Tu Reino

Predicas Cristianas | Estudios Biblicos

Textos Biblicos: Mateo 6:10; Romanos 6:11-14

INTRODUCCION:

Hermanos, ¿los mensajes anteriores le están ayudando a orar como conviene? ¿Estamos aprendiendo a orar, no usando “vanas repeticiones”, pero si usando la manera correcta como Jesús nos ha dejado? La oración del “Padre nuestro” tiene seis peticiones: las primeras tres se relacionan expresamente con Dios para dar gloria y honra a su nombre; las otras tres tienen que ver con nuestras preocupaciones temporales y espirituales. Con este orden Jesús espera que se reconozca primero a Dios, pues fuimos creados “para la alabanza de su gloria”.

Las otras tres peticiones tienen que ver con nuestras preocupaciones temporales y espirituales. La intención de Jesús es ayudarnos a corregir la forma cómo oramos, pues el común de nuestras oraciones es para pedirle al Señor por nuestras necesidades. Cuando oramos así revelamos que andamos de prisa, y queremos ir al “al grano” con lo que más deseamos y lo que más buscamos. Pero, ¿honran estas oraciones al Señor?

La segunda petición, “venga tu reino” nos ayuda a entender por qué el Señor nos mandó primero a “buscar el reino de Dios y su justicia”. Pero, ¿a dónde va a venir ese reino? ¿Cuándo va a venir? ¿Cómo va a venir? ¿Quiénes son sus ciudadanos? Estas son preguntas que surgen del tema de hoy. Por cierto que en la Biblia encontramos la mención “reino de Dios”, “reino de los cielos” y “reino de Cristo”. ¿Hay alguna diferencia entre esos reinos? Son tres maneras de hablar de lo mismo.

Cuando Cristo vino lo primero que hizo fue hablar acerca del “reino de los cielos”. Con esto quedó claro que el reino de los cielos es una realidad presente, pero también será una realidad futura. Entonces, ¿qué hacemos cuando pedimos “venga a tu reino”? ¿Cuál es la naturaleza de esta segunda petición?

I. CUANDO ORAMOS “VENGA TU REINO” ANHELAMOS ENTREGAR NUESTRA VOLUNTAD AL REINADO DE DIOS

1. Un reino inaugurado (Mt. 3:2).

Cuando Cristo vino a mi corazón se inauguró Su reino en mí. Jesús trajo consigo el reino celestial a mi frágil y transitoria vida. Pero para entrar a ese reino hay que llenar una condición: arrepentirse de sus pecados. ¿Por qué Jesús habló de esto desde el principio? Porque el hombre natural no quiere arrepentirse de sus pecados. Todos quieren ser parte del reino de los cielos, pero no todos están dispuestos arrepentirse. Sin embargo, nadie puede pretender llegar al cielo si primero no cumple con este requisito. Cuando oro “venga tu reino”, ¿cuánta evidencia queda en mí del reinado viejo y cuánto puedo mostrar de mi nuevo reinado? El asunto es que cuando el reino de Dios se inauguró en mi corazón, quedé bajo un nuevo gobierno. Ahora le entregué todas mis cuentas, mis hábitos, mis pasatiempos, mis negocios y mis deseos a una nueva administración. Hay un nuevo Rey en mi vida que se sentó en mi propio trono. Por lo tanto se exige de mi parte que hable y me comporte como representante de ese reino. Que mis actos reflejen que soy un digno representante de ese reino.

2. Súbditos de su reino (Ro. 6:12).

Nadie puede orar “venga tu reino” si no le ha entregado su corazón a su nuevo Rey. Esto responde la pregunta ¿a dónde va a venir ese reino? Es un reino que debe crecer en quien lo tiene. Se supone que el discípulo que pidió esto al Señor ya había conocido Aquel que dijo: “Si alguno quiere seguir en pos de mí, niéguese a así mismo”. La verdad bíblica es que antes de conocer a Jesucristo, la persona está bajo otro reino, el de las tinieblas, pero ha sido “trasladado al reino de su amado Hijo” (Col. 1:13). Ahora somos súbditos de ese nuevo reino. Antes el pecado reinaba en el trono de nuestro corazón, pero cuando acepté a Cristo, le entregué a él mi dominio y ahora estoy bajo la orden de un nuevo Rey. ¿Cuál es la demanda de mi nuevo amo? Bueno, que no “reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias”. Todo debe cambiar en mi vida por cuando yo soy parte de un nuevo reino. En el presente soy un ciudadano del reino celestial y un hijo de la luz. Mi oración es para cederle mi trono al nuevo Rey. ¿Lo estoy haciendo?

II. CUANDO ORAMOS “VENGA TU REINO” ESTAMOS DECLARANDO LA GUERRA AL REINO DE LAS TINIEBLAS

1. Hay un reino de oscuridad (1 Jn. 2:8).

La petición “venga tu reino” tiene un sentido de exclusividad que nos habla de un reino espiritual. Pero a su vez da por sentado que hay reinos terrenales, y el reino que opera en las tinieblas. Y si bien es cierto que el reino de Cristo ha llegado, las tinieblas están allí, aunque van pasando. Esto prueba que estamos viviendo en un territorio ocupado por el enemigo. Hay un reino gobernado por Satanás. Si no lo sabía, sépalo ahora: Satanás ha desatado todo su poder infernal porque sabe que el tiempo de su fin está llegando. Prueba de la existencia de ese reino es la maldad extrema y la descomposición moral y espiritual que vivimos hoy. Y es así como el reino de la luz avanza en medio de las tinieblas. Así fue desde el principio. Observe cómo en las pretensiones de Satanás se puso en evidencia su domino. Cuando Jesucristo fue tentado en el desierto, Satanás le presentó tres ofertas que apelaban a la grandeza. Pero la más fuerte fue aquella donde el enemigo le ofreció los reinos del mundo, con la única condición que Jesucristo se postrara y lo adorara. Le ofreció todo lo que tenia sin dolor y sin clavos, pero Cristo dijo que su reino no era de este mundo.

2. El príncipe de este mundo será echado fuera (Jn.12:31).

Jesucristo reconoció que este mundo está gobernado por un príncipe; por lo tanto, Satanás posee un gran poder y dominio sobre la tierra. Pero lo que esta misma petición nos asegura es que mientras el enemigo es príncipe, el “Padre nuestro”, es el Rey. Mientras el diablo pretende negociar con los reinos del mundo, la palabra de Dios nos dice que “los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo”. Ahora, mientras eso suceda hay una realidad por la cual el mundo está convulsionado y en guerra. Antes que Satanás sea echado fuera, mantendrá su reinado de destrucción, hambre, guerra, mentiras y persecución. Satanás ha tomado los corazones de los hombres naturales y se ha sentado en ellos, y desde allí los gobierna y los controla. Si usted no es del reino de Cristo, entonces lo es de Satanás. La Biblia nos dice que el “dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos…” (2 Cor. 4:4). Pero llegará el momento cuando en esas tinieblas, y en ese corazón donde está sentado Satanás, se sentará Cristo. El tiempo del fin está llegando, el príncipe de este mundo será echado fuera. Su reino se acabará pronto.

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