Es al lugar secreto donde debemos ir para encontrarnos con Dios. Porque sólo no podremos.
No es momento de huir de la presencia de Dios. No es tiempo para escapar a la soledad y aislarnos de Dios y de su iglesia. Todo lo contrario, debemos darle la oportunidad a que el Espíritu de Dios nos saque del abismo en que hemos caído. Es el Espíritu Santo el que levanta nuestras manos caídas y fortalece nuestras rodillas endebles.
Debemos ir a la presencia del Señor con toda honestidad. Vamos a decirle lo débil e impotente que nos sentimos. Dejémosle saber al Señor que estamos seco, que no tenemos fuerzas, que Él es el único que nos puede sacar del hueco en el que hemos caído. Es el momento de hacer oraciones sinceras y persistentes delante de Dios. Decirle como nos sentimos.
El profeta Jeremías lo hizo. Jeremías vivió uno de los momentos más oscuros del pueblo de Israel: colapso económico, convulsión política. Invasión extranjera. Desastre. Exilio. Hambre. Muerte. Jeremías vio todo eso. Llenó tanto sus devocionales con quejas que su diario de oración se conoce en la biblia como el libro de Lamentaciones.
Cuando David huía del rey Saúl y se escondió en una cueva hizo esta oración: “Cuando me siento deprimido, a ti te hago saber lo que me angustia. Tú sabes cómo me comporto.” (Salmos 142:2 TLA). Nunca ignoremos que expresar oralmente los sentimientos de angustia representa el primer paso hacia la recuperación y restauración. Eso fue lo que hizo David, Asaf y Jeremías.
Dice el Pastor Max Lucado que es mejor mostrarle a Dios el puño que darle la espalda e irse. [Saldrás de estas]. Al principio, las palabras pueden parecer huecas y vacías. Murmuraremos entre dientes. Pero no debemos escondernos del único que nos puede ayudar.
Cuando el diablo viene con su espíritu de desánimo, él nos bombardea con una mentira tras otra. Él miente acerca de nuestro matrimonio, de nuestra familia, de nuestras amistades, del llamamiento de Dios, de nuestro caminar con el Señor.
Satanás comienza a traer a nuestra mente cada pecado, fracaso y cosas insensatas que hicimos. Y muchas veces ante este bombardeo de pensamientos y sentimientos encontrados, decimos “¡Oh, Dios —jamás venceré!”
Las circunstancias y satanás querrán hacernos ver otra cosa, pero el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad.
El Espíritu nos recuerda que somos hijos amados de Dios, que nuestros pecados ya han sido perdonados, que Dios nos tomó en cuenta, que seguimos incluido en sus propósitos, que usa todo para su gloria y para nuestro supremo bien, que aún conoce nuestro nombre.
Hagamos nuestras las palabras del profeta Sofonías: “El SEÑOR tu Dios está en medio de ti. Él es un guerrero que da la victoria; con regocijo demostrará su alegría por ti. Tendrá un nuevo amor por ti. Festejará por ti con cantos alegres,” (Sofonías 3:17 PDT). Dios es soberano. No se ha mudado de sitio. Sus promesas siguen en pie “Yo estoy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres” (Génesis 28:15).
Tenemos que liberar nuestra mente de esa vieja levadura de que Dios nos anda persiguiendo para avergonzarnos por nuestras debilidades y pecados. Entremos a la presencia de Dios creyendo que como Padre está interesado en dialogar con nosotros y quiere darnos una palabra de ánimo y esperanza. Es un Padre amante, misericordioso y clemente. Él sabe bien como somos; ¡bien sabe que somos polvo! (Salmos 103:14 TLA).
Dios nos promete: “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha entrado en el corazón de hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). Y los que le aman procuran agradarle en todo.
Dios sabe las penas, luchas y aflicciones que enfrentamos hoy. Pero él también sabe las cosas gloriosas, que él ha trazado para nosotros. Él sabe la revelación que recibiremos, la utilidad que gozaremos, el fruto que veremos, el gozo y la paz que poseeremos. ¡Él tiene una “palabra buena” para todo aquel que le ama!
Conclusiones
Cuando llegues al final de ti mismo y tengas que enfrentar el desánimo, la decepción y la pérdida de entusiasmo y pasión, recuerda que Dios da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas (Isaías 40:29). Pero necesitas entrar en la presencia de Dios y orar con sinceridad y persistencia para que seas renovado.
Cuando satanás venga a acusarte poniendo pensamientos negativos sobre ti, tu matrimonio, familia, ministerio e iglesia; cambia tu manera de pensar para que cambie tu manera de vivir, y llegues a conocer que la voluntad de Dios para ti es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Pensamiento final: “En tiempos de dificultad no se pregunte ¿Qué debo hacer?, simplemente diga ¿SEÑOR, que vas hacer?” Charles Stanley.
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