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Dios camina contigo

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Dios camina contigo

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Salmos 23:4

Introducción

Diferentes organismos internacionales calificaron a la soledad como la epidemia del siglo XXI, en un mundo obsesivamente hiperconectado. Se trata de un fenómeno global que preocupa a los gobiernos por sus costos sociales y económicos. Una de cada tres personas se siente sola en los países occidentales.

Las consecuencias de la epidemia de la soledad se evidencian en la depresión, las adicciones, el abuso de sustancias tóxicas y el deterioro de la salud en general. Para que se tenga una idea, sólo en el año 2015, la soledad tuvo un impacto global de 2,3 trillones de dólares.

Hoy quiero invitarte a que juntos miremos el valor extraordinario que tiene saber que Dios Camina Con Nosotros. Voy a usar la declaración del rey David en el Salmo 23:4, cuando él dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Salmos 23:4).

AUNQUE ANDE EN VALLE DE SOMBRA Y DE MUERTE, NO TEMERÉ MAL ALGUNO

Con esta expresión poética, el rey David significa las dificultades de la vida, las crisis que enfrentamos, los riesgos que corremos, las batallas que libramos, e incluso el negro valle de la muerte que todos tendremos que atravesar.

Es allí en el valle de sombra y de muerte donde surgen las preguntas sin respuestas: ¿Por qué él? ¿Por qué ella? ¿Por qué yo? ¿Por qué a nosotros? El bebé que muere en el vientre de la madre.

El niño que sufre de cáncer. La esposa de 30 años que quedó viuda con dos hijos. Cuántas cosas suceden que no tenemos una explicación que satisfaga nuestras expectativas.

Paradójicamente es en medio de estas incomprensibles adversidades de la vida que los hombres y las mujeres de fe se aferran a Dios y a sus promesas. Cantan en el dolor y permanecen firmes en la fe.

Y muchos toman fuerzas en esta declaración de David: “Aun cuando atraviese el negro valle de la muerte, no tendré miedo, pues tú irás siempre muy junto a mí, protegiéndome y guiándome” (Salmo 23:4 ATBAD).

Es que en las tormentas de la vida debemos saber dónde fijar nuestros ojos y dónde buscar ayuda y consuelo. Creo que todos coincidimos que, en esos momentos de presión y desafíos, es mejor confiar en Dios que confiar en los hombres.

Así dice el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre!… Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él” (Jeremías 17:5-7).

Ante la inminente agonía de la cruz, Jesucristo sintió temor, temor que no lo llevó a renunciar al plan de redención, sino a buscar la fortaleza del Padre para que se cumplieran los propósitos eternos para rescatar al hombre del pecado.

Y allí en el Getsemaní nos enseñó a orar en esos momentos de temor y expectación. No acudió a su madre María. No confió sus angustias a sus discípulos, prefirió ir al Padre y decirle: “Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero no será lo que yo quiera, sino lo que quieras tú.” (Mateo 26:39 TLA).

Y quiero significar que el Padre no le quitó la cruz, sino que le dio valor para someter el temor, enfrentar la cruz y vencer la muerte, el pecado y a satanás. Aprendo que Dios no siempre quitará el problema, removerá la piedra, pero siempre nos capacitará para vencer el temor y cargar la cruz.

Y así como Cristo venció lo haremos nosotros también. “Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.” (Hebreos 12:2 BAD).

TÚ ESTARÁS CONMIGO

Esto no significa que David NO conoció la soledad en algún momento de su vida. Todo lo contrario, él sabía lo que era sentirse sólo, traicionado, mal entendido, despreciado y amenazado, pero seguro de que Dios estaba con él.

Conoció la soledad en su familia. Quedó sólo en el campo cuidando las ovejas cuando Samuel llegó a casa de su padre buscando el sustituto del rey Saúl. (1 Samuel 16). No fue invitado, pero Dios lo reivindicó.

Conoció la soledad cuando se fue a enfrentar al gigante Goliat. No lo acompañó ni Saúl ni su ejército, fue solo. Atravesó el valle y marchó firme hacia lo alto de la colina solo, pero convencido de la victoria. (1 Samuel 17:40). Dios no lo dejó en vergüenza.

Conoció la soledad cuando el rey Saúl (siendo su suegro) se enceló de él y lo perseguía como un delincuente peligroso. David tuvo que refugiarse en el desierto, durmiendo en cuevas. Pero nada impidió que Dios cumpliera sus propósitos en su vida.

Sus valles de sombra y de muerte, la soledad que experimentó en toda su expresión, lo llevaron a decirle al Señor: Podré cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estarás conmigo.”  (TLA).

Jesús experimentó la soledad, el abandono y la traición. Él les dijo a sus discípulos “Se acerca el tiempo… cuando ustedes serán dispersados, cada uno se irá por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.” (Juan 16:32 NTV).

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