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No seáis rebelde

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Predicas Cristianas Prédica de Hoy: No seáis rebelde

Predicas Cristianas Texto Bíblico: Isaías 14:12-15

Introducción

Sabemos que la rebeldía es un acto que trae muchas consecuencias, pero cuántas veces nos hemos rebelado contra nuestros padres, maestros, o contra cada persona que, de una u otra manera, debemos rendirle obediencia, y no lo hacemos; lo cierto es que el ser humano, es un ser rebelde por naturaleza que siempre se aparta de las leyes e intenta obedecer a sus caprichos y deseos.

El primer rebelde fue Satanás, el arcángel encargado de dirigir las alabanzas en los cielos, que fue creado perfecto, como el mismo Dios y era el ángel amado de nuestro Dios; pero entró la soberbia en su corazón, se llenó de orgullo a causa de su perfección y belleza, y además, quiso ser igual que Dios, y así fue como empezó a crear un ejército para que se rebelen contra su Creador, por lo que Dios los desterró de los cielos y terminaron vagando en la Tierra.

Los primeros hombres rebeldes fueron Adán y Eva (Génesis 2:17; 3:6-7)

Desobedecieron una orden directa de Dios, por lo que el pecado entró en sus corazones y luego entró la muerte en ellos. Así llegamos a nuestros tiempos donde la rebeldía, la desobediencia, la altivez, y la soberbia son pecados que aborrece Dios, porque cambian el orden de las cosas en la creación.

Precisamente por el orgullo, nadie se reconoce rebelde.

Pero ¿cómo podemos visualizar si es que lo somos? Bueno, normalmente las personas que van camino a la rebeldía comienzan a perder el interés de buscar a Dios. Entonces les da lo mismo congregarse que no hacerlo.

Le da lo mismo trabajar para el Señor que no hacerlo. Cuando comenzamos a dejar de buscar a Dios y le damos de lado, esto es una señal que la rebeldía está comenzando a tomar raíz en nuestra vida.

El segundo paso es dejar de ver las cosas como lo hacíamos antes. Entonces empezamos a pensar y creer que lo que pensábamos o creíamos malo ya no lo son del todo. Y las cosas comenzamos a ver las cosas buenas como no tan buenas. Y cuando empezamos a pasar por alto los “pecaditos”, es ahí donde la rebeldía está empezando a dar frutos, por lo tanto.

Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principioHebreos 3:12-14.

El fruto del pecado

Una vez que el pecado comienza a dar frutos, comenzamos a ser autosuficientes y caminamos con nuestras propia fuerza. Queremos modificar el mundo con nuestra propia opinión.

Hacemos lo que queremos y no lo que Dios desea que hagamos. En otras palabras, la rebeldía ha ganado nuestro corazón y el “YO” se hace cada vez más importante. Creemos que todo lo podemos en nosotros mismos, transformándonos en orgullosos y rebeldes.

Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosasMateo 12:34-35.

La mayoría de las personas rebeldes tienen envidia y orgullo en su corazón, además de un corazón lleno de rencores y amarguras. Por esto, bien podríamos comparar la rebeldía con un trabajo de hechicería, ya que llega a controlar a la persona y hacer lo que le plazca con él, por supuesto que dejando a Dios de lado.

Con Cristo es posible dejar de ser rebelde y empezar a caminar por el camino correcto

Para esto hay que entregarse completamente a Dios. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfectaRomanos 12:1-2.

Debemos comenzar a buscar a Dios en todo tiempo, pues si buscamos a Dios, podremos encontrarlo. “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigoApocalipsis 3:18-20.

Pero al Señor se lo encuentra en la humildad, pues “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado”, y por eso se alegra con los corazones humildes, quebrantados, y dispuestos a escuchar su voz.

Y uno de los frutos de la humildad, del quebranto del corazón, y del escuchar la voz del Señor, es la paz interior. “Mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedoJuan 14:27, y para disfrutar de esa paz debe haber perdón, pues el Señor te permite perdonar por encima de tus propias fuerzas a fin de que tengas paz, y de eso se trata el compartir el evangelio.

El Señor nos enseña a orar así:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensasMateo 6:9 -15.

Sabemos que no es tan sencillo perdonar. Muchas veces no es tan fácil porque no nos brota del corazón a causa de heridas que tenemos en el corazón a partir de la relación con los demás.

Pero se puede; como leemos en la Biblia, “se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” Mateo 18:21-22. Es decir que el Señor no pide solamente perdonar alguna vez cuando tengamos ganas, sino muchas veces, es decir siempre.

No seas rebelbe, aprender a perdonar

En la vida solo se aprende a perdonar cuando hemos necesitado que nos perdonen, ya que sabe perdonar aquel que recibió perdón. Yes una realidad que ciertas enfermedades físicas podrían estar relacionadas con el resentimiento, por lo que aquel que no puede perdonar puede sufrir problemas emocionales como ansiedad, amargura, sentimiento de culpa y además afecta la relación con Dios e impide el crecimiento espiritual?

Yo soy

Hoy, el Señor viene a decirnos: Para que puedas crecer, para que puedas ser sano, “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecadosIsaías 43:25. Pero el perdón empieza por casa, empieza por tu corazón. El perdón se relaciona con tu propia historia, mira tu espalda cargada con culpas, culpas que hasta son ajenas y que te esclavizan.

Perdónate. Mírate como Dios te mira, como Jesús miraba a la prostituta, como miraba al ladrón que moría a su lado en la cruz y como miraba a los pecadores que se sentaban a comer con Él.

Anímate a buscar en aquellos lugares del corazón donde nunca te diste permiso para amarte y para reconciliarte contigo mismo. Seguramente en ese lugar encontrarás la fuente del perdón para un hermano, un amigo, un vecino, un pariente, un compañero de trabajo que necesita de tu perdón. Recordemos que de esta manera  mostramos al mundo el rostro misericordioso de Dios, y el amor del Cristo que habita en nuestro interior.

Tus propios lugares de reconciliación y perdón

Te invito a que puedas visitar tus propios lugares de reconciliación y perdón, y que seguramente son muchos. Lugares que tienen que ver con tu infancia, con tu adolescencia, con tu noviazgo, con tu matrimonio. Y porqué no, con su vida de cristiano. Tiene que ver con que te perdones y que perdones a otros las ofensas que te hicieron y las que hiciste.

Detente frente a quienes ni siquiera te animas a recordarlos porque te causan dolor en el corazón. Detente en ese lugar diciéndote a ti mismo: Acá quiero recibir el perdón en este pedacito de mi historia, en esta etapa de mi vida, abro mi corazón para recibir del Señor la gracia del perdón.

Y desde allí quiero perdonar, quiero estar en paz, quiero realmente estar en paz. Perdónate y vas a poder perdonar, reconcíliate y vas a poder ser instrumento de reconciliación, serás hija de Dios, hijo de Dios, y vas a estar trabajando por la paz en la obra del Señor.

Cuando uno no se perdona a sí mismo

Piensa que cuando uno no se perdona a sí mismo, es más fácil volver a caer una y otra vez. Caemos en el mismo pecado por no estar sentados en ese lugar donde Dios ya nos perdonó. El lugar donde ya nos entregó el perdón y la misericordia. Esto sucede porque la resistencia del orgullo no nos permite ir hasta el lugar donde Dios está esperándonos para perdonarnos como Él nos perdona.

El enemigo no tiene ninguna posibilidad de vencer o detener el caminar de un hijo de Dios. “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (Josué 1:5). Pero siempre que no seas rebelde. “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas” (Josué 1:7), y el cobarde también tiene su lugar. Pero ese lugar no es con Dios.

Conclusión

No dejes que el diablo te haga recordar tu pasado, pues el pasado no importa. Lo que importa es lo que está por venir. Lo que importa es el aquí y ahora. Dios no quiere más de lo mismo. Hoy puedes ser una nueva criatura si tú quieres. Pero solo si tú dejas tu rebeldía y quieres comenzar esa nueva vida en Cristo.

Comienza en este momento diciéndole al Señor: “Me confesé, me perdonaste, no siento haberme perdonado pero creo que me has perdonado y quiero perdonarme aunque no lo sienta, y lo hago porque creo en tu perdón, y en la capacidad tuya de juntar lo separado, creo Señor, que en el poder de la cruz y que en la fuerza de tu perdón de la cruz atraes a todos hacia Ti”.

Anímate, en un acto de fe, a decirte: “Me perdono porque me perdonaste, me amo porque me amas, me quiero porque me quieres, y en este lugar nuevo me encuentro contigo Señor”.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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