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No ponga límites al obrar de Dios

Predicas Cristianas

Prédica de Hoy: No ponga límites al obrar de Dios

Introducción

La intensidad de sus gritos apenas si pudo ser apagada por el creciente rumor de la multitud que seguía al Señor Jesús aquel caluroso atardecer en Jericó, mientras atravesaba la ciudad.

A él no le importó que por años se le conociera simplemente como Bartimeo, el mendigo ciego que a duras penas sobrevivía en la marginalidad de aquella metrópoli, porque su mayor anhelo era poder ver.

Nadie jamás le había dado siquiera esperanza, y aunque en las interminables noches de tristeza y soledad se preguntó muchas veces por qué a él le había tocado experimentar ese drama, por los comentarios de muchos parroquianos tenía referencias sobre el poder de aquel carpintero de Nazaret. Y lo pensó una y otra vez: “Yo también quiero ser sano”.

Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Y Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Y llamaron al ciego, diciéndole: ¡Anímate! Levántate, que te llama. Y arrojando su manto, se levantó de un salto y fue a Jesús. Y dirigiéndose a él, Jesús le dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? Y el ciego le respondió: Raboní, que recobre la vista.” (Marcos 10:47-51. La Biblia de Las Américas).

Una necesidad. Un milagro en apariencia imposible. Una determinación de clamar a Dios. La decisión indeclinable de no cesar hasta obtener respuesta. Y su disposición inquebrantable en presencia de Aquél que todo lo puede, le llevó a recibir el milagro.

Las Escrituras señalan que: “...Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.” (Marcos 10:52. La Biblia de Las Américas).

Para nuestro amado Señor y Dios no hay absolutamente nada imposible. Nos corresponde a usted y a mi, derribar los muros que hemos levantado y que impiden Su mover poderoso.

Hay cinco aspectos que le invito a considerar, en torno a los prodigios señales y maravillas del Creador, y que encontramos bellamente ilustrado en el segundo libro de Reyes, capítulo cuatro, versículos del uno en adelante…

1. Dios se glorifica en las dificultades

La primera imagen que nos asalta cuando los problemas tocan a nuestra puerta, es creer que el mundo se derrumba alrededor. Una mujer a la que retiraron de la plaza de mercado, en Cabimas (Venezuela) se lamentó que “ahora no tendré dónde trabajar”.

Pero aquél fue el comienzo de una nueva vida porque—al clamar a Dios en medio de su angustia—se abrieron nuevas puertas y hoy es dueña de un negocio de charcutería que le deriva buenos recursos.

Si tenemos a un Dios de poder como Padre, en Él debemos confiar porque Él se glorifica en las dificultades. Le invito a ilustrar este principio en el relato de la viuda, cuando ella acude a Elías presa de la desesperación: “La viuda de un miembro de la comunidad de los profetas le suplicó a Eliseo: —Mi esposo, su servidor, ha muerto, y usted sabe que él era fiel[a] al SEÑOR. Ahora resulta que el hombre con quien estamos endeudados ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos.” (2 Reyes 4:1, Nueva Versión Internacional)

Observe cuidadosamente dos cosas: la primera, que ser fiel al Señor no nos exime de problemas. Aquella mujer y su esposo, que era profeta, fueron fieles a Dios y sin embargo los tropiezos vinieron a casa. Segundo, hay una gran diferencia. ¿Cuál? Que ahora, en nuestra condición de creyentes podemos acudir al Supremo Hacedor en procura de soluciones a nuestras crisis.

Si bien es cierto, el enemigo quiere tomar ventaja, nosotros y nuestra descendencia somos bendecidos. Es un principio del Reino de Dios que no cambiará jamás.

2. Dios multiplica lo poco

Justo cuando nos encontramos en la encrucijada, Dios sale al paso para ayudarnos si hemos clamado con fe y confianza en Él. Sin duda recordará como yo esa lejana niñez—bueno, no se si es su caso, posiblemente sea muy joven, pero igual debió vivir esa emoción—cuando veíamos películas de super-héroes y saltábamos de la silla con un sonoro grito de alegría cuando el héroe llegaba en rescate de quienes lo estaba necesitando.

Ese es nuestro amado Señor. Un super-héroe que viene en nuestra ayuda. Y lo más sorprendente, hace cosas grandes a partir de elementos muy pequeños.

Cuando se entera del problema de la viuda, el profeta Eliseo ausculto, con toda tranquilidad pero dependiendo en todo momento de Dios, respecto de cuál era su situación: “—¿Y qué puedo hacer por ti? —le preguntó Eliseo—. Dime, ¿qué tienes en casa? —Su servidora no tiene nada en casa —le respondió—, excepto un poco de aceite.” (2 Reyes 4:2, Nueva Versión Internacional)

No se desespere. Tal vez en medio de la grave crisis en que se encuentra sumido, los problemas cegaron su visión. Si depende del Dios y amoroso Padre celestial, puedo asegurarle que sus circunstancias serán diferentes, de victoria. Él hará un milagro en su vida o en la de su ser querido. Tenga siempre presente que nuestro amado Hacedor se glorifica cuando llegamos al callejón sin salida.

3. Dios libra su poder cuando activamos la fe

Estábamos en un supermercado con Lucero, mi amada esposa. Y como era feriado, estaban en promociones y a quienes estuvieran en el local y escucharan su nombre—previa inscripción en las puertas de ingreso–con la invitación a acercarse a una caja registradora, le aseguraban un considerable porcentaje de disminución en el valor de sus compras.

Una mujer entrada en años, junto a nosotros, escuchó que le llamaban. Nos miró algo incrédula, sonrió y dijo: “Lo más probable es que me harán perder el tiempo”, y siguió echando productos en el carrito de compras.

Cuando fue a pagar, la empleada de caja le explicó: “De haber venido en el momento en que le requeríamos, sin duda habría pagado la mitad. Recuerde que estamos en promoción”.

Junto con mi esposa meditábamos que igual ocurre con los milagros de Dios. Él abre las puertas para que ocurran los milagros, pero la duda nos lleva a perder la oportunidad.

Resulta aquí interesante analizar cómo continúa el relato de la viuda y Eliseo: “Eliseo le ordenó:—Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas. Luego entra en la casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las llenes, ponlas aparte. En seguida la mujer dejó a Eliseo y se fue. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban.” (2 Reyes 4:3-5, Nueva Versión Internacional)

La mujer aplicó dos principios esenciales: creer y actuar. Tenga presente que el poder del Señor fluye cuando obramos en fe. La duda debemos desecharla, la confianza, debemos anidarla y permitir que crezca en nuestro corazón.

4. Dios no pone límites, los límites los ponemos usted y yo

Llama la atención que Dios no pone los límites al obrar milagros; los límites los ponemos usted y yo. Creo que una ilustración de este principio del Reino de Dios lo encontramos en el relato que estamos leyendo: “Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más, y él respondió: «Ya no hay.» En ese momento se acabó el aceite. ” (2 Reyes 4:6, Nueva Versión Internacional)

Tome nota de algo interesante: cuando cesaron las vasijas, cesó el aceite. Trasládese imaginariamente a ese escenario. ¿Qué hubiese pasado de producirse algo y es que no se hubiesen agotado los recipientes? Sencillo. La provisión no habría terminado.

Si creemos en los milagros de Dios, seguirán ocurriendo. No hay límites para Él, y por consiguiente, para nosotros no deben existir límites en el proceso de creer y crecer en la fe.

5. Dios suple nuestras necesidades

Dios nos provee en abundancia. Como ya lo dijimos, para Él no hay límites pero además, no existen los imposibles. Y a través de su obrar, nos ayuda cuando lo necesitamos.

El relato de la viuda y Eliseo concluye de una manera contundente: “La mujer fue y se lo contó al hombre de Dios, quien le mandó: «Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podrán vivir tú y tus hijos.»” (2 Reyes 4.7, Nueva Versión Internacional)

Piense por un instante que quienes creen en grande, reciben en grande. Dios no tiene límites. Los límites al obrar infinito del Padre, los ponemos nosotros. Un principio que debe regirnos, es que en adelante nos atrevamos a avanzar hacia nuevas dimensiones, para ver más y más milagros de nuestro Supremo Hacedor.

© Fernando Alexis Jiménez. Todos los derechos reservados.

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