Buenos padres
Seguramente sus padres querían que sea una buena persona, que estudie o que tenga un buen trabajo. Seguramente que trataron de llevar adelante lo mejor posible su papel de padre. Quizás se esforzaron mucho para hacerlo, y tal vez no lo lograron, o al menos no lo hicieron en la forma en que hubieran deseado.
Padres que pusieron voluntad para criar a sus hijos en el buen camino, pero al negarse a recibir un consejo por desconocimiento, o por cerrar sus oídos a la palabra de Dios cuando nos dice: “Escucha el consejo, y recibe la corrección, Para que seas sabio en tu vejez” (Proverbios 19:20), al tratar de ser “un padre bueno” dejaron de lado el ser “un buen padre”.
Un padre que exhorta poniendo límites, un padre que sabe aconsejar, padres que solo trataron de estar bien con sus hijos, pero que con esas actitudes se desviaron de sus propósitos provocando heridas o reacciones contrarias a las deseadas.
Heridas que han marcado la vida de sus hijos, heridas que por mucho tiempo, o quizás por toda la vida han de permanecer abiertas y transmitidas a las generaciones venideras. “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15).
Errores de nuestros padres cuando no tienen la luz de Cristo
Debemos entender los errores de nuestros padres cuando no tienen la luz de Cristo. Debemos comprender que estos padres también tenían sus propias heridas. Ellos mantenían abiertas heridas que sus propios padres les ocasionaron, y que a su vez los padres de sus padres les hicieran a éstos.
“Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Deuteronomio 5:9). Vemos que en definitiva se trata de una cadena o secuencia de heridas interiores, trasmitidas de generación en generación, que llegan a nuestras vidas sin tener culpas de ellas.
Pesadas cargas que no se ven pero que cargamos sobre nuestros hombros y nos están dañando. Situaciones que nos toca padecer sin que tengamos ninguna culpa de ellas. ¿Cuántas veces escuchaste decir? “El padre es alcohólico, es lógico que su hijo lo sea”, o “El padre no es buena persona y tampoco lo será su hijo”. O “El padre lo golpeaba y por eso golpea a su hijo”. ¿Cuántas expresiones de este tipo se escuchan? Dichos que solo provocan ataduras que pasan de generación en generación, y ligan vidas inocentes a condiciones desagradables por no haberse establecido en ellos la palabra de Dios.
Libres de ligaduras generacionales
Si verdaderamente deseas que tus hijos queden libres de ligaduras generacionales, si deseas que tus hijos asuman una vida con sentido amplio y profundo, debes cambiar tu mente. “Renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:23-24)
Debes cambiar la imagen de padre que tu tienes para que ellos comiencen a valorar. Esto significa que ellos deben aprender a dar valor a las personas, y a las cosas. Es necesario que tú tengas en claro tu propia escala de valores, para que transmitas una apreciación justa de cada una de las actitudes, y de los hechos.
¿Cuánto tiempo has perdido?
Piensa cuántas cosas dejas de valorar por estar sumido en el vértigo que el mundo te presenta como forma de vida. Piensa cuántos momentos importantes para tus hijos has dejado pasar por cosas superfluas o materialistas.
Medita y piensa cuánto tiempo has perdido de dialogar con tus hijos, de compartir una porción bíblica o una oración familiar para dedicar tu tiempo a descansar, trabajar u otras actividades que llegan a ser menos importantes para mantener en alto tu imagen de padre. Podemos entender estas actitudes cuando Cristo no vive en ellos, pero estando en el camino del Señor nuestras actitudes deben cambiar para que cambie nuestra imagen.
Es común valorar las cosas cuando las perdemos.“Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado” (Deuteronomio 5:16) dice la escritura. Y muchas veces aún conociendo esto solamente valoramos a nuestro padre cuando no lo tenemos. Valoramos a nuestra salud cuando la perdemos, en medio del sufrimiento aprendemos a valorar las pequeñas cosas que llevan a la gran felicidad.
Valorar la libertad que Cristo nos ha dado
Es necesario que aprendamos a valorar la libertad que Cristo nos ha dado a través de su sacrificio. Es necesario entender que la libertad se pierde no solamente estando en la cárcel , sino también cuando no permitimos que el Señor actúe sobre todas las áreas de nuestra vida.