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Una tormenta repentina

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Predicas Cristianas Predica de Hoy: Una tormenta repentina

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Hechos 27:20-25

INTRODUCCIÓN

Cuando uno lee este penúltimo capítulo de los Hechos pareciera estar oliendo el aire salado del mar, escuchando el canto de las aves ribereñas, así como el sonido del viento y del mar, mientras el barco se desliza suavemente. Pero la historia que Lucas va a narrar tiene que ver con una tormenta repentina y a Pablo como protagonista. 

Así que la historia ha cambiado. Ya Pablo no está al frente de ningún concilio ni de gobernantes. Ahora es un prisionero que está en un barco y va rumbo a Roma, la última parada de su vida terrenal. Sin embargo las pruebas no han terminado.

Lo que vamos a estudiar hoy nos recuerda que en la vida hay días hermosos, llenos de luz y una brisa calmada, pero también  hay días llenos de nubarrones donde una tormenta repentina pudiera cambiar la tranquilidad de la vida y luego crear un estado de zozobra con el que se roba la paz.

Nos recuerda que no hay miel sin abejas, ni rosas sin espinas. Le pregunto ¿cómo reaccionaría usted al saber que  el barco en el que navega se le ha notificado que va rumbo a la boca de una tormenta? ¿Cómo reaccionó Pablo? Como siempre lo hizo.

Las veces que estuvo preso, terminó siendo el líder de la cárcel. Cuando estuvo frente a los reyes como prisionero, terminó siendo  el  juez. Ahora véalo en el barco como un prisionero, pero pronto siendo el capitán de la nave.  Así que mientras los presos estaban paralizados de  pánico, algunos dispuestos salir y huir por la tormenta, él les invita a calmarse, a comer y tener buen ánimo.

Pablo estaba seguro en el barco porque sabía que su Señor  estaba con él. Hay muchas formas de enfrentar las tormentas. La tecnología  moderna nos ayuda para no tomar riesgos innecesarios para enfrentar una tormenta si hemos sido avisados.

Pero hay otras tormentas que no avisan y si no estamos preparados cuando vienen nos pueden afectar enormemente. ¿Quién estaba preparado para la tormenta del Coronavirus? Vino de repente y hoy asistimos a lo que algunos llaman una “tormenta perfecta”. ¿Qué debemos saber cuando hay una tormenta repentina?

I. ALGUNAS TORMENTAS YA HAN SIDO ADVERTIDAS

a. En el invierno no debe viajarse (verss. 9-10)

Casi nadie viajaba en el invierno. La advertencia de Pablo fue muy clara. Como hombre y profeta de Dios algo ya le decía que aquel viaje estaría acompañado de fuertes tempestades. Su radar espiritual ya había identificado un eminente peligro en la distancia.

En la intervención de Pablo percibimos la diferencia entre meterse en una tormenta por las acciones deliberadas, donde solo actúa la sabiduría humana, que aquellas que nos vienen repentinamente. La confianza en la experiencia humana no siempre funciona para mantener el barco a flote en medio de la tormenta.

Puede que usted sea un gran conocedor de los “mares de la vida”, pero debe recordar que Dios es el dueño de las tempestades. En este pasaje se puede ver cómo en ocasiones los hombres le dan más crédito a la supuesta “sabiduría” del mundo que a los hombres que tienen una relación con Dios (vers. 11).

Así que no resulta extraño que seamos arrastrados hacia el “ojo del huracán” por la decisiones de otros. Hay que oír primero la voz de Dios para entonces seguir el consejo de los hombres. ¿A quién oye primero cuando está en una tormenta?

b. La brisa suave no siempre es una señal segura (vers. 13)

Hay hombres que son más dados a seguir las señales de los tiempos que usar la sabiduría y las advertencias de los más sabios; pero, sobre todo, las advertencias de la palabra misma. Los protagonistas de esta larga travesía dieron por sentado que la brisa suave que ya sentían y que divisaban en el horizonte era suficiente para seguir un viaje que a todas luces se veía muy peligroso.

Mis hermanos, las tempestades tienen muchos orígenes y siempre vienen cuando los hombres están más confiados. Cuando se desató el diluvio todos estaban en sus propios negocios y no creyeron las advertencias del predicador Noé.

Cuando se levantó la tempestad en el barco donde iba Jonás se debió a que él no oyó a Dios. Pero también es cierto que algunas veces una tempestad se levanta cuando el mar está sereno. Este fue el  caso de los discípulos al cruzar el mar. Allí el Señor demostró su poder.

Hay tempestades que vendrán en el momento más inoportuno, cuando menos la esperamos. Esto es lo que está sucediendo ahora. El mundo parecía vivir en una gran bonanza, como si nada pudiera pasar, pero ahora una gran tormenta ha tocado la embarcación de nuestras vidas y nuestro barco está colapsando.

II. HAY TORMENTAS QUE OBLIGAN A SOLTARLO TODO

Cuando el barco queda sin nada y a la deriva solo quedamos al amparo del Altísimo. Esto lo supo Pablo y nos deja esta verdad.

a. Podemos tener confianza en la tormenta (verss. 22-23)

La percepción que uno tiene de este pasaje es que hay 275 personas aterrorizadas. El rugir de las olas, el ataque inclemente del viento junto con mucha lluvia, el movimiento del viejo barco sonándole todo su caparazón, había hecho que aquello pareciera una escena de terror, donde se oyen gritos y se ve una ansiedad continua.

Pero allí está un hombre sereno,  con una gran paz en la tormenta. Allí está un creyente que conoce al Dios de las tormentas, por lo tanto él sabe que no están solos. Ese hombre ya había echado una de sus poderosas anclas en  el mar: la de la comunión con su Señor. Por lo tanto, si la presencia del Señor forma parte inseparable de nuestras vidas, aún un “Euroclidón” será una breve brisa.

b. Se requiere de buen ánimo (vers. 25)

Una tormenta repentina es la más grande prueba para saber cuál es el tamaño de nuestra fe en Dios. Se ha dado cuenta que ni el capitán del barco, ni los que dirigían las velas, ni el centurión pudieron animar aquella congregación llena de pánico.

No vemos en los demás tripulantes que algunos de ellos clamara a algún dios,  pero el Dios de Pablo, a quien habla y él responde, es aquel en quien se puede  confiar. Y es que la situación era  tan angustiante que tenían catorce días sin comer  (vers. 33).

Estaban encerrados por una tormenta que los tenía paralizados. ¿Y cómo podían comer en medio de tanta zozobra? Hay pruebas que nos quitan el apetito y lo que más pensamos es que lo peor va a suceder mientras avanzamos en medio de la tormenta. Solo la confianza en  Dios  trae paz en la tormenta.

c. La importancia de la gratitud (vers. 35)

Una cosa interesante de las tormentas que Dios permite que nos sucedan es asegurarnos que el pan que hay en el barco no perezca. Si bien es cierto que ya en la nave no quedaba nada que no fuera echado en el mar, Dios se aseguró no solo de salvar las vidas, pero también alimentarlas.

Fue así como Pablo, con la autoridad que Dios le había dado y sin avergonzarse de orar en presencia de una congregación de paganos, hizo una oración de gratitud al Padre por la comida, y a juzgar por los resultados, fue una tremenda bendición para todos (vers. 38).

La gratitud es la actitud que sostiene nuestra débil embarcación. Nada nos ayudará más a vencer las pruebas que en medio de ellas apartemos tiempo para agradecerle a Dios por todo.

III. ALGUNAS TORMENTAS GOLPEAN EL BARCO PERO NO LA VIDA

a. Que nadie abandone el barco (vers. 31)

El viento huracanado había hecho su trabajo en la “nave alejandrina” (vers. 6). La desesperación por alcanzar tierra mantenía a toda la población en vilo. Pero cuando los marineros pretendían abandonar el barco, Pablo salió al encuentro con estas palabras: “Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros”.

Pablo como el nuevo capitán del barco ahora ha dado un “golpe de autoridad”. Él sabe de la importancia de permanecer juntos en el barco para ser salvos. Siempre que nos golpea una tormenta, la reacción humana es querer huir del momento por la desesperación.

El asunto es que no podemos abandonar lo que Dios ha comenzado. La tendencia de muchos creyentes es huir ante el primer problema.  Las tormentas no cesarán porque abandonamos el barco. La tormenta continuará hasta que se disminuye su furia, pero Dios nos llevará hasta la orilla de la salvación.

b. Salvándose como puedan (vers. 44)

A Lucas no se le escapó ningún detalle de este naufragio. Ningún tripulante, como lo había dicho Pablo, se perdió. Al final, y aunque el barco fue golpeado por la tormenta cualquier parte de su estructura sirvió para la salvación de todos. ¿No es esto maravilloso?

Era necesario permanecer juntos para ser salvos.  Pablo había dado una contundente advertencia (vers. 31). Dios hizo la provisión de la salvación en la persona de su Hijo Cristo. Fuera de su cobertura estamos todos perdidos. Él ha dejado sus instrumentos para que los hombres lo tomen y al final sean salvos.

IV. EL SEÑOR ESTÁ A BORDO CUANDO LLEGAN  LAS TORMENTAS

a. El ángel de Dios en el barco (vers. 23)

Lucas nos dice que el total de la tripulación que navega hacia el “ojo del huracán” era de 276 personas (vers. 37). Pero la verdad es que nadie sino solo Pablo sabían del tripulante 277 cuyo nombre era “el ángel de Dios”. ¿Y quién era este nuevo integrante?

Pues nada menos que el Señor Jesucristo. Pablo les dice que la noche anterior tuvo una reunión con él y que una vez más le había ratificado que ninguno de ellos moriría. ¡Qué alivio es este tipo de noticias!

Cuando el Señor está presente en el barco podrán haber pérdidas materiales, pero jamás habrá pérdidas espirituales. La sabiduría humana les había llevado a esta condición.Pero ahora el  “ángel de Dios” le dice: “No temas”.

Esta es la palabra más importante que podemos escuchar cuando nos encontramos en alguna tormenta. De acuerdo al estudio hecho, esta palabra aparece 365 veces en la Biblia.  ¿No es curioso que estos sean exactamente los días de un año?

b. La gran confianza (vers. 34)

Hay algo que queda muy claro en este viaje accidentado. Si bien es cierto que hay un barco que navega hacia la tormenta, por la mala decisión de los que dirigen, el que tiene el control final de todo es Dios.

Cuando Pablo estuvo en Jerusalén este mismo “ángel de Dios” le había dicho también que no temiera, pues así como había testificado en Jerusalén era necesario que  también lo hiciera en Roma. Entonces, ¿cuál va a ser el resultado de la tormenta? “Que el Señor cumplirá su propósito en mi” como dijo el salmista.

¿Era la voluntad de Dios que el barco saltara después de la advertencia de Pablo? ¡No! Pero la soberanía de Dios al final tornó todas las cosas para bien. Las decisiones humanas no cambian los designios divinos. Pablo llegaría finalmente a Roma. Los planes de Dios no los altera nada.

CONCLUSIÓN

Uno de los textos más tristes de la Biblia aparece en esta historia: “Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos” (vers. 20).

¿A caso no tiene una similitud este texto con lo que está pasando ahora mismo en el mundo? ¿No es cierto que ahora mismo estamos en una oscuridad abrumadora deseando que llegue el día?

¿Qué hace apreciado hermano cuando las estrellas se desvanecen de su noche y cuando no aparece el sol de sus días? Pero la buena noticia de esta tormenta repentina es que pasará pronto.

Si bien es cierto que ahora estamos en medio del ojo de la tormenta, en medio de un huracán llamado “Coronavirus” que está  haciendo estragos, también es cierto que con nosotros está  “el Ángel del Señor” de quien somos y a quien servimos mientras hacemos esta travesía.

Así que esta tormenta pasará pronto. Está por llegar la mañana gloriosa y la vista de la tierra para estar a salvos. Es hora de confiar en el capitán que navega que nosotros en medio de este “Euroclidón”, llamado también “Coronavirus”.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Bautista Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.

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