Decisiones que determinan su éxito o fracaso

Alrededor de la cruz de Cristo nuestro amado Salvador, hay cuatro escenas que comparto con usted, porque arrojan principios que son esenciales en la meta de seguir el camino apropiado al decidir algo. En todo momento, y es el primer consejo que le doy, es clave que usted pida la dirección a Dios (Cf. Salmo 37:5)

1. La decisión de arrepentirse y emprender el cambio

El problema no está en fallar porque todos los seres humanos de una u otra manera erramos. El meollo del asunto está en no arrepentirnos y seguir por el mismo sendero de equivocación.

Veamos el primer caso, el del impulsivo apóstol Pedro. Siguió al Señor Jesús en el camino al juicio. “Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se le acercó. —Tú también estabas con Jesús de Galilea —le dijo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: —No sé de qué estás hablando. Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí: —Éste estaba con Jesús de Nazaret. Él lo volvió a negar, jurándoles: — ¡A ese hombre ni lo conozco! Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron: —Seguro que eres uno de ellos; se te nota por tu acento. Y comenzó a echarse maldiciones, y les juró: — ¡A ese hombre ni lo conozco! En ese instante cantó un gallo. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.»”(Mateo 26:69-75 a. Nueva Versión Internacional)

La primera decisión, fue desacertada. Negó a su maestro. Muy similar a lo que pudo ocurrirnos alguna vez o quizá en el momento en que está leyendo este mensaje. Ha fallado. Pero a algo malo, puede seguir algo positivo, si se arrepiente, reconoce su error y se decide por el cambio.

Después de errar, Pedro se arrepintió. Identificó que había cometido un error al traicionar a Su Señor, y reorientó su camino. La Biblia nos indica que Pedro: “Y saliendo de allí, lloró amargamente.”(Mateo 26:75 b. Nueva Versión Internacional)

¿Ha fallado? Si reconoce su caída, cualquiera que sea, debe añadir algo más: arrepentirse y cambiar. Sólo cuando damos estos dos pasos, todo comienza a ser diferente, con ayuda de Dios.

2. La decisión de renunciar a todo y darse por vencido

Una joven esposa, Verónica, me escribió desde República Dominicana. Había decidido separarse de su marido. “No lo soporto más. He intentado todo, pero nada resulta.”, decía. ¿Sabe cuál fue mi respuesta? No renuncie. Siga dando la batalla, pero no en sus fuerzas sino en oración, para recibir el poder de lo alto.

Con frecuencia y ante situaciones de crisis, optamos por echar todo por la borda. No razonamos, simplemente nos dejamos arrastrar por las emociones. ¿A qué conduce esta inclinación? Al fracaso.

Le invito para que me acompañe a ver a Judas. Acaba de reconocer su error por entregar al Señor Jesús. Está arrepentido. Y lo vemos ante el concilio de ancianos en Jerusalén. Su rostro está desencajado. Sufre. Sus ojos revelan angustia:

Muy de mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron la decisión de condenar a muerte a Jesús. Lo ataron, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato, el gobernador. Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos.—He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.—¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!. ”(Mateo 27:1-4. Nueva Versión Internacional)

La decisión de arrepentirse fue apropiada, oportuna, la mejor. Sin embargo acompañó su primer paso, con uno segundo que lo condujo a la perdición: “Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó.”(Mateo 27:5. Nueva Versión Internacional)

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