El deseo de volver a casa

IV. PORQUE NADA ES PREFERIBLE QUE SUS MORADAS

a. Un día es mejor en tu casa… (vers. 10)

Un día es una cantidad mínima si lo comparamos con una semana, un mes o un año. El salmista cuando llega a esta parte pareciera haber agotado todas sus palabras para describir su experiencia de estar delante del Señor, y cuando comparada esto con las moradas divinas y las “moradas de la maldad”, su conclusión es que prefiere acudir así sea un día a la casa de Dios, así sea para estar al frente de ella (sus atrios), que “mil fuera de ellos”.

¿Qué nos quiso decir el salmista con esto? Una traducción cercana a esto sería: “Preferiría estar sentado en los umbrales de la casa de Dios que vivir en las tiendas de hombres mundanos. La presencia de Dios así sea en lo más mínimo, no puede ser comparada con los deleites que el mundo ofrece.

Es como si dijéramos ‘prefiero estar en el patio que irme a una cantina u otro lugar de perdición’. Los deleites del mundo jamás podrán ser comparados con el disfrute de la presencia del Señor. La resolución del creyente no puede ser menos que esta.

El deseo de regresar a la casa del Señor debe venir acompañado de cambios profundos, radicales de consagración al Señor. La pregunta que ahora está en el ambiente será esta: Cuánto deseo realmente volver a la casa de Dios.

b. Porque sol y escudo es Jehová Dios… (vers. 11)

Estas metáforas con las que el salmista va concluyendo su salmo son únicas. No solo desea llegar a la casa del Señor para adorarle, así sea en sus atrios, sino que ahora nos habla de los beneficios, de las bendiciones y de los cuidados que Dios tiene para sus cansados peregrinos. Lo primero que entendemos de estos dos símiles es que nuestro Dios será nuestra luz y protección.

De esta manera, cuando nos sintamos agotados y abrumado por las pruebas y las cargas de la vida, Dios será como tu sombra para darnos un lugar para descansar, relajarnos y recuperar nuevas fuerzas. Pero sigamos viendo como nuestro bondadoso Dios nos sigue coronando de favores y misericordias al decirnos que, además de lo anterior, nos dará “gracia y gloria”.

¿Qué significa esto? Por un lado, que es la gracia de Dios lo que nos sostiene delante de él. Pablo dijo más adelante: “Por gracia soy salvos…”. Y en relación con la gloria, pues qué gloria será mejor que la que Dios nos da. La promesa final del texto es que Dios “no quitará el bien a los que andan en integridad”. Esta será la condición divina para ser parte de todas estas bendiciones que están reservadas para los que habitan en tus moradas.

CONCLUSIÓN:  

El versículo 12 es propicio para nuestra conclusión. Las bendiciones que nos muestra este salmo solo están dadas para aquellos que ponen en él toda su confianza. Los peregrinos que caminan atravesando los llamados “valles de lágrimas” hasta llegar a la casa del Señor sabían cuanta bendición estaba reservada en aquel lugar sagrado.

En ellos se cumpliría la palabra de Santiago 4:8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros…”. Que bueno es pensar en un Dios que nos verá desde lejos, cuando vamos a su casa, y correrá a nuestro encuentro. Así como el hijo pródigo que después de estar tanto tiempo fuera del hogar paterno, regresó allí, y el padre descendió y vino corriendo y le abrazó.  

Mis hermanos, es preferible un “día en la casa de Dios que mil fuera de ellos”. Es preferible estar en la presencia de Dios que en la presencia del mundo con sus deseos y placeres. En la presencia del Señor hay gozo y paz, luz y protección, gracia y gloria, afirmaciones de sus bendiciones.

Fuimos hechos para adorar a Dios. Nada que hagamos que no cumpla esto valdrá la pena en esta vida. Al vivir así solo entenderemos porqué el salmista exclamó: “Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo”.  ¿Desea usted regresar a la casa del Señor con este profundo anhelo?

©  Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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