De la miseria al trono

d) Lo viste: los harapos morales han de ser sustituidos por vestiduras reales, de otro modo podría repetirse la escena de las bodas que leemos en Mateo 22:11-14.Cuando el rey entró a ver a los invitados, notó que allí había un hombre que no estaba vestido con el traje de boda.

“Amigo, ¿cómo entraste aquí sin el traje de boda?”, le dijo. El hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: Atenlo de pies y manos, y échenlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes. Porque muchos son los invitados, pero pocos los escogidos. Ahora bien, ¿dónde podrá el hombre encontrarlas?

Dios no nos admite en el Cielo, cuando morimos, como admitió sin reservas al ladrón de la cruz, pero nos educa, como hijos del Padre Celestial, empezando, muchas veces, con los sucesos de nuestra vida y continuando con sus enseñanzas divinas en la eternidad, hasta que pueda decirse de cada uno de los invitados lo que declara en Apocalipsis 19:7-9.

¡Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria! Ya ha llegado el día de las bodas del Cordero. Su novia se ha preparado, y se le ha concedido vestirse de lino fino, limpio y resplandeciente.» (El lino fino representa las acciones justas de los santos.) El ángel me dijo: «Escribe: “¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero!” » Y añadió: «Estas son las palabras verdaderas de Dios.»

3. ¿DÓNDE PONE DIOS A SUS REDIMIDOS?

a) Según el lenguaje simbólico del salmista “entre príncipes”: ¡Qué tremendo abismo tenemos entre la miseria y el trono de Dios! Pero Dios ha engrandecido su misericordia hasta lo sumo. Del más bajo fondo de la miseria eleva al alma redimida a la cumbre más alta de la gloria.

Ya en este mismo mundo tenemos el privilegio de acercarnos a Dios como príncipes herederos, pero nuestra verdadera gloria será en el Cielo entre los príncipes celestiales, donde recibiremos una corona y un trono (Mateo 19:28; Apocalipsis. 3:21; Efesios 3:10-12).

b) En el más alto de los tronos: los reyes de la Tierra no son más que gusanos coronados, pues aun durante la época de su poder ya preparan el mausoleo que ha de contener sus restos; pero Cristo rige los destinos del Universo entero: «Toda potestad me es dada en los Cielos y en la Tierra» (Mateo 28:18).

c) Es un trono de perfecta felicidad: los tronos de la Tierra muchas veces están envueltos entre luchas e intrigas, y sus ocupantes, en vez de ser felices, se sienten temerosos y turbados (La espada de Damocles, rey de Grecia).

A este rey le decía uno de sus cortesanos que era muy feliz por ser rey, y éste le replicó —refiriéndose a los atentados de que solían ser víctimas los reyes antiguos— si se sentiría muy satisfecho de estar sentado en un trono sobre el cual pendiera una espada que no sabía cuándo se descolgaría y caería sobre su cabeza).

Así es la suerte de los reyes humanos; pero Jesús dijo a sus seguidores, y miles lo creyeron desde los primeros días del cristianismo «Al que venciere le daré que se siente conmigo en mi trono…» (Apocalipsis 3:21).

d) Es un trono eterno: ¡Cuán inestables son los de la Tierra! Algunos sólo han durado horas (el caso de Adonías) (1 Reyes 1). Todos los reyes ven pasar su realeza, sólo la de Cristo permanece para siempre (Hechos 1:8). Los siglos no lo mudarán; la gloria y felicidad de sus príncipes y santos redimidos no tendrá fin.

CONCLUSIÓN:

Ésta es la gloria que Dios quiere dar a las almas que se entregan a Jesucristo.

Los brazos de Cristo se extienden para levantarte para limpiarte vestirte educarte y elevarte a un trono de la gloria. Los que por el hemos ido ya salvados concluyamos al hablándole por la maravillosa por la maravilla de su amor tal como hacen los redimidos en el cielo.

© Franklin Riera. Todos los derechos reservados.

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