La mentalidad de un triunfador

El llamado de este imperativo bíblico es a la no rendición. Qué fácil es rendirse, qué difícil es permanecer; pero cuánta felicidad trae a la vida lograr lo que parecía imposible. Tenemos que admitir que uno de los serios problemas en la vida cristiana, por la cual no siempre tenemos una mentalidad de triunfador, es porque al correr estamos dando por sentado que fracasaremos.

Entonces, como este texto me dice que solo uno se va a llevar el premio, mi mentalidad debe enfocarse en que ese premio será mío. En este sentido, la idea no es solo competir, sino ganar. Reconozco que esto es lo más difícil a la hora de analizar nuestra vida cristiana en estos tiempos donde todo huele a fracaso, producto de tantas malas noticias. Sin embargo, según lo que Pablo nos dice esta debe ser nuestro enfoque cristiano. Corramos de tal manera.

II. CONOCE BIEN EL PODER DE LA DISCIPLINA

1. Abstenerse de lo que afecta la lucha (vers. 25)

Es interesante que Pablo pasa de la carrera a una lucha, pero manteniendo la misma idea de la competencia olímpica. Es probable que aquellos Juegos Ístmicos contemplaban varias disciplinas deportivas, entre las que se incluían las luchas cuerpo a cuerpo, como el boxeo hoy día.

El asunto es que nadie conoce mejor el rigor de la disciplina que un competidor olímpico. Cuando Pablo habla que este luchador “de todo se abstiene” tenía en mente los ejercicios, las dietas y las dificultades que enfrentaban antes de la lucha.

El entrenamiento para un atleta griego además de ser intenso duraba 10 meses. Le seguía a esto una total autodisciplina con la que tenían que lograr que su cuerpo ni estuviera débil ni gordo para la competencia.

Todos ellos hacían juramentos de renunciar a la gratificación de aquellos deseos que pudieran afectar el honor de ser los atletas que representaban a sus ciudades. Ningún otro pasaje nos revela tanto el poder del dominio propio como este. “De todo se abstiene” es una manera de decir “vigilaré todas las cosas que me hacen fracasar” para no consumirlas.

2. “De esta manera corro… de esta manera peleo…” (vers. 26)

Ahora Pablo entra en acción y nos deja ver que más que usar esta ilustración del atleta o el boxeador, él mismo es uno de ellos. Pone a un lado al atleta del mundo y se concentra en el atleta cristiano.

Súbitamente cambia de lo imaginario a lo real y personal. Ahora él mismo nos va a mostrar el poder de la disciplina en la vida cristiana. Y como incentivo para esta lucha y la importancia de la disciplina, nos lleva a una de las consideraciones más esperanzadoras que tenemos los que también competimos, los que tenemos una mentalidad de triunfador.

¿Cuál era la manera en la que Pablo corría o peleaba? Bueno, al considerar la tarea que le había asignado el Señor, dio por sentado que el cumplimiento de las metas divinas para él demandaba una absoluta y total disciplina que incluía su preparación mental, física y espiritual.

Nada es más difícil que la disciplina (dominio propio), pero nada da más felicidad que lograrla. Pablo nos deja la manera cómo debemos correr y cómo debemos pelear. Su recomendación es que corramos fijamente y que golpeemos al enemigo, no al aire.

3. Poner el cuerpo en servidumbre (vers. 27)

En toda esta ilustración que Pablo usa del correr y golpear, al mejor estilo de su Maestro para que sus lectores entiendan bien la idea, toma una acción consigo mismo. Él reconoce que su más grande enemigo no está afuera, sino que vive en él mismo.

Se trata de su cuerpo que tiende a rebelarse como bien lo dijo en Romanos 7. La acción que toma es la de hacerle que le obedezca, conduciéndole a la esclavitud. Resulta muy curioso que cuando Pablo habla de poner “su cuerpo bajo disciplina”, la traducción original es “me pongo un ojo morado”.

El apóstol toma de esas figuras deportivas la idea de someter su cuerpo para el logro de sus mejores fines. En esto hay algo que debe ser considerado detenidamente por cada discípulo de Cristo. Cuando Jesucristo habló de seguirle, puso una condición que es lo que ahora Pablo nos está diciendo.

Estas fueron sus palabras: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24). Esto significa golpear el cuerpo y ponerlo en servidumbre. La vida cristiana victoriosa tiene que tomar acciones con los apetitos de su propio cuerpo. La mentalidad de un triunfador cristiano pasa por la disciplina del sometimiento para honra al Señor.

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