Desobediencia del hombre

Dios es justo y no puede tener relación con el pecado.

Mientras estemos en pecado no podemos optar por tener comunión con el Señor. Dios dio al hombre un medio para poder acercarse a Él de nuevo. Por medio del derramamiento de sangre Dios busco redimir el pecado de la humanidad. Dios buscó restaurar esa relación con el hombre, por su amor, por su eterno amor. 

Y fue tan grande su amor por la raza humana que proveyó el redentor de nuestros pecados por excelencia. El derramamiento de sangre fue necesario para limpiar nuestros pecados, por lo tanto Dios envió a su único hijo Jesucristo para ser sacrificado por nuestros pecados.

No había otra manera de restaurar esa relación. Sin sacrificio el pecado seguía en nosotros y no podíamos acercarnos al creador. Pero la sangre del Cordero de Dios fue suficiente para perdonar los pecados de la humanidad. La sangre de Jesucristo limpia el pecado del mundo. Ahora tenemos paz para con Dios por medio de Jesucristo (Romanos 5:1)

Acerquémonos a Dios

Si por ese acto de Adán y Eva entró el pecado en el mundo, entró la muerte a nuestra vida, por el acto de amor eterno demostrado por Jesucristo fue suficiente para perdonarnos de nuestra maldad. Este acto permite que nos acerquemos a Dios y que la muerte no se enseñoree más de nosotros.

Así lo declara Pablo en 1 Corintios 15:55, ¿dónde está el aguijón de la muerte? pues ahora que somos justificados por la fe tenemos paz con Dios. Podemos acercarnos confiadamente a su trono. Podemos disfrutar de su presencia y tener comunión con Él. Podemos hablarle y escucharle, podemos contemplar su hermosura.

Ahora somos libres de las ataduras del pecado, por medio de Jesucristo que derramó hasta la última gota de su sangre para que pudiéramos ser salvos. El pecado y la muerte no pueden ahora separarnos de Dios pues Jesucristo los ha borrado. El amor de Dios es eterno para con sus hijos. El amor de Dios no tiene límites. 

Como dijo el apóstol Pablo, ahora si vivimos vivimos para Cristo, y si morimos morimos para Él. Sea lo que sea de Dios somos, a Él pertenecemos, nos ha comprado con su sangre, ahora somos del Señor. 

Conclusión

El enemigo sigue suelto, buscando cómo tergiversar la palabra de Dios, buscando de esta manera engañarnos para que nos pérdamos como él. Pero Jesucristo ha provisto con su sangre como ser salvos.

Por medio de Él ahora podemos ser salvos del pecado que entró un día a este mundo para separarnos de Dios. Jesucristo ahora nos ha traído de vuelta a Dios y quiere que por toda la eternidad gocemos de su presencia y le conozcamos cara a cara. 

Dios nos pide que aceptemos ese sacrificio de Jesucristo y que el resto de nuestra vida la vivamos obedeciendo su palabra. No debemos prestar atención a la voz del enemigo, siempre buscará perdernos, sino meditar en la palabra de Dios día y noche.

La salvación de nuestro Señor Jesucristo es suficiente para perdonarnos y traernos de vuelta a Dios. Aceptemoslo y sirvamos al único Dios. Buenos dias bendiciones.

© Ricardo Hernández. Todos los derechos reservados.

Central de Sermones… Predicas Cristianas Escritas

Deja un comentario