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La verdad de Josué

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Prédica de Hoy: La verdad de Josué

Predica Cristiana Lectura Bíblica: Josué 24:11-15

Intropducción

Josué  es conocido como el asistente de Moisés Josué ayudante discípulo por que él fue quien tomó el mando y conduce a los israelitas a la tierra prometida después de la muerte de Moisés. Su nombre original fue ÓSEAS hijo de Núm (Salvación o Salvador).

Moisés es quien le pone el nombre de Josué que es una contracción de Joshua  (Jehová) y shua u Óseas, que Josué u Jeoshua  que es (Dios Salva o Dios provee la salvación) es considerado como uno de los más grandes líderes militares de la biblia ya que lideró por siete años de la conquista de la tierra prometida, y a menudo se presenta como un modelo para el liderazgo y un ejemplo práctico sobre cómo ser un líder efectivo. Por eso hoy veremos su vida desde una perspectiva bíblica y aplicada a nuestro contexto.

I. JOSUÉ SU LIDERAZGO, FE Y OBEDIENCIA

a) Josué como un líder militar

Josué sería considerado uno de los mayores generales de la historia humana, pero sería un error reconocer la victoria de Israel exclusivamente a la habilidad a Josué como un general militar.

La primera vez que vemos a Josué es en Éxodo 17, en la batalla contra los amalecitas. Éxodo 17:13 nos dice que Josué “deshizo a Amalec y a su pueblo” y, por lo tanto, estamos tentados a concluir que la pericia militar de Josué salvó la situación. Sin embargo, en este pasaje vemos que ocurre algo extraño.

En el versículo 11, leemos: “Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec“. Finalmente, los brazos de Moisés se cansaron tanto, que tuvieron que traer una piedra para que se sentara y Aarón y Hur sostuvieron sus manos. Por consiguiente, vemos en esta historia que Josué prevaleció porque su líder intercedía por él y Dios les dio la batalla.

Lo mismo puede decirse de las victorias militares en la tierra prometida. El Señor había prometido una victoria segura y la entregó de manera convincente. La única excepción es en la batalla de Hai (Josué 7). Hay varias cosas a tener en cuenta acerca de este incidente. Israel pecó contra Dios acerca del “anatema” (Josué 7:1).

Dios había ordenado a los israelitas que destruyeran todo lo que era anatema (Josué 6:17), y Acán había guardado para sí parte del botín de la batalla de Jericó. A causa de esto, Dios los juzgó y no les dio la victoria en Hai.

Otra cosa a tener en cuenta, es que no hay ningún mandato explícito de parte de Dios para ir en contra de Hai.

La finalidad de poner estas dos historias de batalla una al lado de la otra, es para mostrar que cuando Dios establece el programa y la agenda, hay victoria, pero cuando el hombre establece el programa y la agenda, se produce el fracaso. Jericó fue la batalla del Señor; Hai no lo era. Dios redimió la situación y, en definitiva, les dio la victoria, pero no hasta después de que les diera la lección.

b) Otra prueba de las cualidades de liderazgo de Josué

Se puede ver en SU FE SÓLIDA EN DIOS. Cuando los israelitas estaban a punto de entrar a la tierra prometida en Números 13, Dios le ordenó a Moisés que enviara a doce personas para espiar la tierra, uno por cada una de las tribus de Israel. A su regreso, diez informaron que la tierra, aunque era abundante tal como el Señor lo había prometido, estaba ocupada por guerreros fuertes y valientes que habitan en grandes ciudades fortificadas.

Además, los nefilim (gigantes desde la perspectiva de los israelitas) estaban en la tierra. Josué y Caleb fueron los dos únicos que instaron al pueblo a tomar la tierra (Números 14:6-10). Aquí vemos una cosa que diferenció a Josué (y Caleb) del resto de los Israelitas; ellos creían en las promesas de Dios. No estaban intimidados por el tamaño de los guerreros o la fortaleza de las ciudades.

Más bien, ellos conocían a su Dios y recordaban cómo Él había tratado a Egipto, la nación más poderosa de la tierra en ese momento. Si Dios se pudo hacer cargo del poderoso ejército egipcio, sin duda Él podía ocuparse de las diferentes tribus cananeas. Dios recompensó la fe de Josué y Caleb al eximirlos de la muerte que toda la generación de israelitas sufriría en el desierto.

c) La fidelidad de Josué

Vemos la fidelidad de Josué en el acto de consagrar obedientemente al pueblo antes de la invasión de la tierra prometida y nuevamente después de la derrota en Hai. Pero nada más evidente es la fidelidad de Josué expuesta al final del libro que lleva su nombre, cuando se reúne con el pueblo una última vez y narra las hazañas de Dios a favor de su pueblo.

Después de aquel discurso, Josué exhorta a la gente a abandonar sus ídolos y permanecer fieles al pacto que Dios hizo con ellos en el monte Sinaí, diciendo: “Y si mal os parece servir al Señor, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos al Señor” (Josué 24:15).

¿Y en este tiempo que podríamos aprender de esta historia y que principios para el liderazgo adquirir?

  • Una gran lección es su fidelidad, su postura en contra de los diez espías que trajeron el informe lleno de temor y miedo resaltando los obstáculos para tomar la tierra prometida, y su celo en asegurar la fidelidad del pacto del pueblo.
  • La principal lección que podemos sacar de la vida de Josué, es que Dios es fiel a Sus promesas. Dios le prometió a Abraham que sus descendientes habitarían en la tierra y, bajo Josué, Dios trajo al pueblo a la tierra que Él había prometido que les daría. Este hecho completó la misión de redención que Dios comenzó con Moisés al sacar a Israel de Egipto.
  • También es una tipología que apunta a la redención final que Jesús trae a la comunidad de fe. Al igual que Moisés, Jesús nos liberó de la servidumbre y la esclavitud del pecado, y, al igual que Josué, Jesús nos llevará a la tierra prometida y al reposo eterno (Hebreos 4:8-10).

II. LA TRAICIÓN

Ahondando un poco en Josué 7:1-21 podemos analizar El cómo y por qué de la “Derrota de los israelitas en Hai”. Veremos también que “Josué se quejó y Dios le instruyó en cuanto a lo que debía hacer”. “Acán confesó su pecado y él junto con todo lo que tenía fue destruido en el valle de Acor”.

El peor enemigo que usted tiene estimado oyente, es usted mismo. Él vive con la misma piel que usted. Usa la misma mente que usted usa para crear sus pensamientos destructivos. Usa las mismas manos suyas para realizar sus propios hechos y este enemigo le puede causar más daño que cualquier otro. Él es el obstáculo más grande que usted tiene en su vida cristiana diaria.

Ahora, hay dos cosas  que hacen que el tratar con este enemigo interno sea más difícil.

  • No estamos dispuestos a reconocerlo e identificarlo como tal. Tenemos recelo de calificarlo como enemigo. El hecho es que a la mayoría de nosotros nos gusta este enemigo.
  • Es que él está dentro de nosotros. Si solo saliera él para luchar como una persona normal, sería diferente. Pero no saldrá. No es que sea cobarde, sino que le es más fácil luchar desde su posición interna, desde adentro.

Naciones o países, así como ciudades e individuos, han sido destruidos por el enemigo de dentro. Recuerdo ese historia de la ciudad e Troya que resistió a los griegos por unos diez años. Por fin los griegos se fueron navegando y dejaron un caballo hecho de madera.

Los ciudadanos de Troya introdujeron ese caballo dentro de sus puertas, y esto fue precisamente lo que causó la ruina y la destrucción de Troya, porque había soldados griegos dentro del caballo.

Si nosotros concentramos nuestra mirada hoy en el campo de guerra espiritual, enseguida hallamos mucha evidencia de que las iglesias son destruidas desde dentro y no por las fuerzas externas.

El Señor Jesucristo, al escribir a las siete Iglesias de Asia Menor, les hizo ciertas advertencias. Sin embargo, ninguna de las Iglesias recibió una advertencia en cuanto al enemigo exterior. El Señor dijo en Apocalipsis 2:14-15: “. . . Mantienes ahí algunos que sostienen la doctrina de Balaam. . . Así tú también mantienes algunos que sostienen la doctrina de los nicolaítas”, según la Biblia de Jerusalén.

Y luego en el versículo 20 dice: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”. En realidad Cristo dijo a estas Iglesias: “Vosotros tenéis algo dentro que resultará en vuestra propia destrucción.”

La deslealtad y la infidelidad en la Iglesia hoy en día, dañan la causa de Dios más que cualquier enemigo que esté fuera de ella. Al diablo, al enemigo de Dios, sólo le es posible dañar a las Iglesias desde dentro, y no desde afuera. Luego es posible que un individuo sea también destruido desde dentro de sí mismo.

Alejandro Magno probablemente fue el genio militar más grande que jamás haya marchado encabezando sus ejércitos, a través de las páginas de la historia. Nunca ha habido alguien como él. Antes de llegar a la edad de treinta y cinco años, había ya conquistado al mundo conocido. Sin embargo, murió siendo un borracho.

Fíjese usted, había conquistado al mundo, pero no le fue posible conquistar a Alejandro Magno mismo, no pudo conquistar sus debilidades o su carnalidad. Había un enemigo dentro que le destruyó a él.

Esta es la única batalla que los hijos de Israel perdieron al tomar posesión de la tierra prometida, fue una batalla en la cual la derrota vino, no desde fuera, sino desde dentro. Cuando los israelitas entraron en la tierra prometida, no había muchos enemigos, sino tres notables y sobresalientes enemigos que les estorbaban. Esos tres enemigos prefiguran los tres enemigos que la cristiandad tiene hoy en día.

Ahora, considere usted a Israel y a sus enemigos, los cuales eran Jericó, Hai, y los gabaonitas. Los tres enemigos de Israel evitaron que los israelitas disfrutaran y tomarán posesión de la tierra prometida. La tierra estaba allí. Jehová les había dicho que era de ellos. Dios les había dado el título de propiedad cuando dijo a Josué, capítulo 1:3: Os doy todo lugar que sea hollado por la planta de vuestros pies, según declaré a Moisés”. Dios trataba de decirles: “Es vuestra, entrad, tomad posesión de ella y disfrutad de lo que tomáis.”

¡Qué lección es esa hoy en día, para nosotros! A este pueblo le fue dada una tierra extensa, y aun en sus mejores tiempos sólo ocuparon una pequeña parte de ella.

A los cristianos les ha sido dada toda bendición espiritual. Pero, ¿de cuántas de estas bendiciones, disfruta usted hoy en día? ¿Cuántas realmente son suyas? Usted tiene derecho a ellas. Tiene el título de propiedad de ellas.

Pero, ¿ha tomado posesión de ellas y está usted disfrutando de estas bendiciones como Él anhelaba que usted las disfrutara? Piense en los muchos cristianos que son bendecidos con toda bendición espiritual, y sin embargo, viven como si fueran pobres espiritualmente.

Dios las ha puesto a nuestra disposición, pero nosotros tenemos que apropiárnoslas. Dios nos las ha asignado, pero si las vamos a disfrutar, hay batallas que tenemos que librar y victorias que ganar.

III. LA RESTAURACIÓN

El pecado de Acán fue el pecado de Israel, en el campamento mismo. Ahora, los pasos en los pecados de la carne son, según los expresó Acán en el 7:21.

  • Primero, vi, o sea el paso físico:
  • En segundo lugar, codicié, o sea el paso mental;
  • Y por último, tomé, o sea el paso volitivo o voluntario, la acción misma.

Y no puede haber ninguna liberación, hasta que el pecado sea tratado y juzgado en la vida de un creyente. Leamos Josué 7:1: “Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel.”

Este versículo nos dice que los hijos de Israel cometieron una prevaricación, pero fue solo un hombre, Acán, el que cometió el pecado. Sin embargo, la nación entera se vio afectada y tuvo que sufrir a causa de lo que Acán había hecho.

Los hijos de Israel pues, se sentían muy emocionados de haber ganado una victoria. Habían vencido a Jericó. En realidad fue la victoria de Dios, pero después de poco tiempo, los israelitas creyeron que habían sido de ellos. Josué envió a algunos hombres a que reconocieran a Hai. Y después de examinar la ciudad con mucho cuidado, dijeron: “Hai no es nada comparada con Jericó”.

Hai era pequeña y no parecía tener gran importancia estratégica. Muchos cristianos tienen éxito en vencer a los valores e ideas del sistema del mundo, y creen que han vencido a su naturaleza humana también, cuando en realidad no la han sometido todavía.

Continuemos ahora leyendo de Josué 7:4-5: “Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua.”

Los israelitas fueron derrotados por los hombres de Hai. Fueron derrotados por lo que aquella ciudad simboliza, es decir, por la naturaleza controlada por el pecado. Habían salido victoriosos en Jericó porque habían obedecido las órdenes de Dios. Pero fallaron en Hai porque no siguieron las instrucciones de Dios. Y estimado oyente, no se pueden usar las mismas tácticas para vencer la naturaleza humana, que las que se usan para vencer al sistema mundano. Los israelitas no se dieron cuenta de su propia debilidad.

El apóstol Pablo sabía que él era débil cuando dijo en su carta a los Romanos, capítulo 7, versículo 18: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi débil condición humana, no habita el bien; por eso, aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo”.

¿Ha notado usted oyente cristiano, que no tiene fuerza ni poder dentro de usted mismo, frente a su carácter o personalidad? A usted no le es posible vivir la vida cristiana, y Dios nunca le pidió que la viviera. Dios mismo quiere vivir la vida cristiana a través de usted.

En el capítulo 7 de la carta del apóstol Pablo a los Romanos, la que acabamos de citar, el apóstol descubrió que no había ningún bien en su vieja naturaleza. También descubrió que no había ningún poder en su nueva naturaleza.

La nueva naturaleza quiere vivir para Dios, pero no tiene el poder para hacerlo. En el capítulo 8 de esa carta a los Romanos, se nos presenta al Espíritu Santo de Dios. Y es sólo cuando somos llenos del Espíritu Santo de Dios, es decir, cuando estamos controlados por Él, que podemos vivir la verdadera vida cristiana. Continuemos ahora con los versículos 6 y 7 de este capítulo 7 de Josué:

Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas. Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán!

Ya hemos escuchado cantar esta canción antes. Josué estaba entonando una canción de melancolía. Aprendió la letra en el desierto con los hijos de Israel. Josué no había cantado esta canción en el desierto, pero en esta ocasión sí la entonó. No podía entender por qué había perdido la batalla. Por tanto, rasgó sus ropas para expresar su angustia y clamó a Dios.

Continuemos con Josué 7:8-9: “¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre?”

Y observe  lo que el Señor le respondió, refiriéndose al aspecto esencial de este asunto. Leamos el versículo 10: Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?”

Dios le dijo a Josué que se levantara y que dejara de llorar y de echarse polvo sobre la cabeza. Hay cristianos que pasan mucho tiempo llorando delante del Señor. A Josué el Señor le dijo que esto no servía para nada provechoso. No era la solución. Había que ir a la raíz del problema. Y luego le dijo aquí en el versículo 11: “Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres.”

Israel tenía que pasar por este proceso largo para poder encontrar al culpable. Fue difícil para ellos distinguir la maldad en el campamento, y parece ser difícil para nosotros también, discernir la maldad dentro y fuera de los círculos cristianos. Los cristianos normalmente ven la maldad fuera de su ámbito, en el contexto secular. Pero les resulta difícil ver el pecado en sí mismos, en su familia o en su comunidad cristiana en su familia ni en la iglesia.

Más adelante observamos  los pasos sucesivos del pecado de Acán. Vio, codició y tomó. Estos son los pasos del pecado de nuestra débil condición humana. El chisme, la calumnia, la crítica, la envidia, y los celos; todos son pecados de nuestra naturaleza humana… Causan conflictos y dificultades. Vamos a considerar la crítica, por ejemplo. Vigoriza nuestro ego. Llama la atención hacia uno mismo. Hace que usted se vea como superior a la persona a quien está criticando. El viejo pecado de la naturaleza humana continúa siendo: ve, codicia, y luego toma.

¿Qué hizo Acán cuando Josué le confrontó con su acción? Bueno, confesó su pecado, lo expuso. Ahora, en cuanto a los creyentes hoy, ¿cómo vamos a doblegar a nuestra débil naturaleza humana? Bueno, tenemos que tratar directamente el pecado en nuestras vidas. Para poder vencer a la frágil condición humana, estimado oyente, el creyente tiene que confesar su pecado. De otra manera, no puede haber ninguna comunión con Dios.

CONCLUSIÓN:

Seguramente deseamos tener ese compañerismo con Dios, y queremos estar controlados por el Espíritu Santo para poder agradar a Dios y servirle.

¿Cómo vamos a hacer para tener esa relación de compañerismo con Dios?

¿Cómo podremos ver actuar al poder de Dios en nuestra vida?  Juan 1:5-6 nos dijo: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad“.

Estimado oyente, usted no engaña a nadie cuando afirma tener comunión con Dios y, sin embargo, está controlado por un pecado, por algo que Dios desaprueba.

Estimado oyente, usted no puede hacer descender a Dios a su nivel, ni tampoco puede elevarse al nivel de Dios. Por tanto, tiene que mantener abierta la línea de comunicación entre usted y Dios. Y la única manera en que usted puede hacer eso, es confesando su pecado.

Y cómo haremos esto? La verdadera confesión no se ocupa de generalidades. Debemos expresarlo sencilla pero detalladamente, como hizo Acán, refiriéndose a su pecado: “Lo vi, lo codicié y lo tomé”. Debemos decirle a Dios todo lo que hay en nuestro corazón, abrirlo de par en par ante Su presencia. Será mejor hacerlo así, porque Él ya sabe todo lo que hemos hecho.

A veces, algún creyente ora de esta manera: “Señor, si he pecado, si en algo te he fallado, perdóname”. Otro cristiano escuchó esta oración y le preguntó al primero: Cuando usted ora, ¿siempre dice “y si en algo te he fallado”? ¿Acaso no sabe si ha pecado o no? “Bueno”, contestó el otro, “me imagino que sí lo sé”.

Es asombrosa nuestra tendencia a irnos por las ramas en nuestras oraciones. Vaya usted a Dios y cuénteselo todo. Ésta es la verdadera confesión. Sin esta confesión, no puede haber ningún gozo, ni poder espiritual, ni victoria en su vida

© Franklin Riera. Todos los derechos reservados.

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