El tema es que el juzgar o emitir un juicio es una costumbre que se ha vuelto habitual en este tiempo, la rebeldía de nuestro ego nos hace sentirnos con el derecho de calificar a los demás, si está bien o mal, y se ha convertido en una práctica a veces consciente, y otras tal vez de manera inconsciente.
Pensemos cuantas veces, sentimos sin motivo antipatía por alguien, acabamos de conocer a alguien y ya estamos juzgando su apariencia, si es alta o baja, gorda o delgada, fea o linda y ese fue suficiente motivo para decir, no la soporto; siempre nos estamos proyectando en esa persona con nuestros propios defectos psicológicos, la realidad es que esa persona, se convirtió en un espejo donde nos vemos como somos y por eso nos cae mal.
La realidad es que nunca hacemos examen de conciencia, pero todos nos encontraremos en algún momento con que estamos juzgando, y el juzgar entra en lo más oscuro de una persona pues no creo que nadie sienta placer juzgando y hablando mal de sus semejantes, y es el ego les lleva a ser una persona insegura, con miedo a la competencia y a las actitudes de los demás llevándole a juzgar.
La falta de carácter, la falta de estima por el otro, de estima por sí mismo porque cuando estamos juzgando lo estamos haciendo a nosotros mismos también, y pone al descubierto nuestros valores y nuestra manera de ir por la vida; en definitiva, cuando estamos juzgando nos estamos juzgando, y cuando criticamos nos estamos criticando, pues con la vara que midas serás medido.
Nuestras defectos internos nos vuelven injustos para con los demás, y por esta razón nos amargamos con nuestros propios defectos, pero lo más grave es que les amargamos la vida a los demás. Un ejemplo: Los celos, cualquiera sea su tipo, políticos, ministeriales, laborales, o de amor.
Los celos son parte del ego y es ciego, no reconoce lógica ni razón, no escucha ni mira nada, y sufren los celosos, pero hacen sufrir también otros, y este es solo uno de nuestros defectos; entonces juzgamos el acto ajeno de acuerdo a nuestro ego y los valores que ponemos a conveniencia, y el resultado viene a ser la calumnia.
Debemos entender que hay actos que pueden ser juzgados de una manera y la realidad ser de otra, entonces emitimos un juicio equivocado, y al emitir un juicio equivocado no solo ofendemos al prójimo, sino que al emitirlo nos juzgamos y ofendemos a nosotros mismos, y esto sucede porque nos dejamos llevar por las apariencias en vez de buscar la verdad del Señor, esa verdad que está en Su Palabra (Mateo 24:35).
Conclusión
Si queremos conocer a los demás para emitir un juicio, antes debemos conocernos a mostros mismos y así no emitirlo desde nuestros propios cuestionamientos. Saber vivir cristianamente es difícil, porque vivimos en un mundo lleno de apariencias e ilusiones.
Por esto tenemos la tendencia a identificarnos con los demás olvidando que más valioso está en nuestro interior. Que es el Señor mismo, entonces estamos muy pendientes de las fallas y caídas de los demás pero nos es muy fácil olvidarnos de las nuestras.
Perdonando desde lo profundo de nuestro corazón, y de la manera que Dios nos ha perdonado nuestras rebeliones y pecados, logramos mirar los hechos como sucedieron y por ese perdón decidimos dejarlos en el ayer, sin que afecte nuestro presente, y mucho menos nuestro futuro, entendiendo que la lección ya ha sido aprendida y hemos logrado vencer las circunstancias negativas que nos tocaron vivir (Colosenses 3:12-15).
El perdón es una declaración que podemos y debemos renovar a diario, y muchas veces la persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo, y por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas y que te hicieron criticar a los demás olvidando “que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” Romanos 8:28-29.
© Ricardo Hernández. Todos los derechos reservados.
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