Obedientes hasta la muerte

Jesucristo es el mayor y mejor ejemplo que podemos seguir de vida obediente a Dios. Dice su palabra que fue tentado en todo pero sin pecado. Ciertamente nosotros hemos conocido el pecado y nos contaminó, pero por eso vino el Señor a esta tierra, para limpiarnos de el y darnos una nueva vida.

Debemos ser imitadores del Señor, así como Él desde pequeño estaba en la casa de Dios hablando sobre la palabra. Así como predicó el mensaje de salvación por donde andaba. Así como fue obediente al Padre hasta el día de su muerte.

Debe haber en nosotros este mismo sentir que hubo en el Señor, que no consideró el ser Dios, sino que fue obediente a la voluntad del Padre y vino a esta tierra de pecado para rescatarnos. Debemos seguir su ejemplo y dejar de considerar cualquier cosa y ser obedientes a Dios.

a. Sin aferrarse (Filipenses 2:6)

El Señor no se aferró al trono ni a la gloria que tenía con el Padre en el cielo. Él fue obediente y dejó esa gloria maravillosa y descendió a la tierra llena de pecado y maldad para estar entre nosotros, tomando forma de siervo dice su palabra.

Muchos se aferran al pecado, a una vida que les cuesta dejar. Muchos se aferran a los placeres del mundo, diciendo que en Cristo no los tendrán.

Cualquier placer de esta vida es nada comparado con la gloria de Dios. Todas las cosas un día dejarán de existir pero Dios permanecerá para siempre. Así que no hay nada a que aferrarse, solo al Señor.

Debemos considerar esto, que si nos aferramos a lo material, al mundo o a los deseos de la carne, estamos despreciando a Dios. Pero si nos aferramos a Dios estamos ganando todo. Porque en Dios están todas las cosas.

b. Despojarse (Filipenses 2:7)

El Señor se despojó de esa gloria celestial y se hizo semejante a los hombres, vivió entre nosotros. En el cielo los ángeles le servían, legiones de ángeles le adoran, pero en la tierra los hombres buscaron su muerte desde que nació.

El Señor es omnisciente y lo sabe todo, sabe lo que aquí pasaría, pero eso no le importó. El amor de Dios fue más grande y por eso descendió para morir por los pecadores.

Así nosotros debemos despojarnos del viejo hombre, debemos despojarnos de nuestra pasada manera de vivir y darle la bienvenida al Cordero en nuestro corazón para que viva en él para siempre.

Debemos despojarnos de la maldad y todo lo que nos aleja de Dios. Debemos despojarnos de la vida mundana y abrazar la vida que Cristo nos ofrece.

No hay nada más valioso que la salvación que Cristo compró para nosotros. No existe nada que podamos considerar y desear más que esta salvación tan grande que se nos ofrece como regalo.

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