II. ES UN VESTIDO CON EL COLOR DE LA COMPASIÓN
1. De entrañable misericordia (vers. 12 b)
La traducción de esta palabra sería “compasión sentida profundamente en las entrañas”. Pablo sintió esto mismo por los hermanos filipenses cuando puso como testigo al mismo Señor para referirse a la clase de amor que movía sus entrañas cuando pensaba y oraba por ellos (Filipenses 1:8). ¿Cuál es el sentido de esta compasión?
Es aquella capacidad para identificarnos con nuestros hermanos que sintamos lo que ellos sientan, gozarnos con sus alegrías, pero también llorar con sus tristezas. La idea de este sentimiento tan profundo de afecto fraternal es que cuando estemos con nuestros hermanos disfrutemos sinceramente de su compañía, que nos conmovemos de corazón al pensar en ellos y que los añoremos cuando no los veamos.
Es verdad, de acuerdo con lo que Jesús dijo, que “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12), y si bien es cierto que esto pareciera ser el contagio de algunos creyentes, por cuanto tomaron la decisión de no reunirse más con sus hermanos, el amor entrañable debe movernos a buscarlos, a llamarlos y manifestarles cuánto anhelamos verlos otra vez con nosotros.
2. De benignidad y humildad (vers. 12c)
La bondad se define como la compasión en acción. De nada sirve los buenos deseos, sino activamos nuestras buenas obras. Lo que sabemos es que los buenos sentimientos conducen a la formación de un carácter bondadoso, amable y cariñoso. Y por supuesto que para que esto suceda, la humildad como parte del fruto del Espíritu, debe estar asociada con esta acción. Veamos estas dos virtudes en la parábola del “Buen samaritano”.
El hombre echado en el camino, que fue golpeado mientras descendía de Jerusalén, amerita la puesta en marcha de un amor en acción. Así que mientras los dos religiosos se acercaron a cierta distancia, pero luego siguieron de largo, el buen samaritano se movió en sus entrañas y comenzó a poner en práctica las virtudes de las que ya tenía.
Primero lo vemos descender de su cabalgadura, y ya de por si esa acción revela su humildad. Su benignidad se puso de manifiesto cuando se acercó, lo tomó en sus brazos, curó sus heridas con aceite, y después dándole vino para fortalecer su cuerpo adolorido. El resto de lo que hizo va a revelarnos que no debemos amar de palabras, sino de hecho y en verdad.
III. ES UN VESTIDO CON EL COLOR DE LA TOLERANCIA
1. Soportándonos y perdonándonos unos a otros (vers. 13)
Este es el otro vestido que se pone el creyente al momento de haber conocido a Cristo. Debo advertir que esto no es fácil. El ser humano tiene una tendencia a no reconocer sus errores, por un lado, pero tampoco a soportar y hasta perdonar aquellos que le ofenden. El espíritu de Sansón pareciera ser el que más domina al momento de ser tolerantes. Sansón le pidió a Dios que le devolviera sus fuerzas, aunque era por última vez, para tomar venganza por sus ojos.
La tolerancia que incluye el soportar y perdonar a otros no siempre es una virtud que se ve en los creyentes. Nos gusta que sean tolerantes con nosotros, que nos estimen y se acuerden de nuestra condición, pero no siempre estamos listos para hacer lo mismo con otros. Cuando buscamos un modelo de soportar y perdonar, nadie podrá superar a nuestro amado Cristo.
¿Te has detenido a contar las veces que el Señor te ha perdonado cuando has pecado contra su amor y su santidad? Si algo debe distinguir el vestido de un auténtico creyente es el aprender a soportar y perdonar a los demás. Seremos creyentes más felices cuando esto hagamos. Soporte a los demás.
2. De la manera como Cristo nos perdonó… (vers. 13b)
Cuando leí este versículo me quedé meditando en su real significado. ¿Qué significa para nosotros perdonar a otros? ¿Cuál es la medida de mi perdón? ¿Será hasta siete veces como calculaba Pedro? Algunos creyentes que tienen problemas en perdonar a otros no han leído la advertencia que esto encierra.
Jesús nos dejó dos grandes enseñanzas acerca de esto tanto en el Padre nuestro como en la parábola de los deudores. Y en ambas enseñanzas nos hizo ver que el perdón de Dios no sólo debe animarnos a que lo practiquemos de igual manera, sino que, si no lo hacemos, no se nos quitará si no perdonamos. ¿Nos damos cuenta de lo serio que es esto?
Como yo entiendo el texto, si no perdono de corazón a mi hermano tampoco seré perdonado por Dios; y si Dios no me perdona no tengo entrada al reino del Señor. ¿O no es así? Nos gusta la historia de Zaqueo por todos los detalles que rodeó su osadía de subirse en un árbol para ver a Jesús por su estatura, pero nos olvidamos de aplicar su resolución de devolver lo que había robado. Jesús nos enseñó a perdonar no solo siete veces, sino hasta setenta veces siete. Eso es perdón.