II. CAMBIA LA INCREDULIDAD EN CONFIANZA
1. Insensatos y tardos para creer vers. 24.
Si algo rechaza el Señor es la incredulidad, y en lo que respecta a él y su resurrección aún más. La incredulidad no aceptaba el testimonio de los que no vieron el cuerpo en la tumba. Se le puede dar crédito a la muerte cruenta del salvador, pero no se acepta el hecho histórico que él haya resucitado para siempre.
Es una gran pena que la incredulidad en muchas personas se mueva entre aceptar la evidencia o cerrar el corazón. Habían oído el testimonio de las mujeres. Dicen que hasta les habían asombrado con la noticia vers. 22, y que algunos de los que estuvieron con ellos también estaban corroborando lo que las mujeres decían; sin embargo, ellos van de regreso a Emaús.
La noticia de que él esté nuevamente vivo no cabe en sus perturbados pensamientos. Su fe no fue capaz de hacerles esperar para comprobar lo que se estaba diciendo en Jerusalén.
En esta historia estos incrédulos discípulos finalmente fueron convencidos. Sin embargo, la incredulidad de ellos levantó el asombro del extraño caminante cuando tuvo que decirles: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” vers. 25.
2. ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas…? vers. 26.
La pregunta de Jesús es la que se le sigue haciendo a los incrédulos. Son muchos, entre ellos los judíos, los que no aceptan que el Mesías tuviera estos sufrimientos y menos creyeran en alguna resurrección. La reprimenda de Jesús a la incredulidad era justificada.
Ellos deberían haber creído lo que todos los profetas habían dicho acerca de los sufrimientos del Mesías, pues eran muchas esas profecías. Isaías lo describe como “varón de dolores” en el capítulo 53, lo más grande que se ha escrito acerca de sus terribles dolores en la cruz. ¿No habían leído que el Mesías iba a ser desechado y despreciado por los hombres?
¿No había dicho el profeta que él fue herido por nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados? ¿No había dicho el mismo Isaías 50:5-7 que su cuerpo iba a ser dado a los heridores, y sus mejillas a los que le mesaban su barba?
Daniel habló de su muerte cuando dijo: “Se quitará la vida al Mesías, mas no por sí” (Daniel 9:26). Mientras que Zacarías 12:10 había dicho: “… y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito…”. Esto responde a la pregunta de la incredulidad.
III. CAMBIA LA IGNORANCIA EN REVELACIÓN
1. “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas… vers. 27.
Que privilegio tuvieron aquellos dos caminantes. Me atrevo a pensar que ni siquiera los doce apóstoles tuvieron un estudio bíblico de las profecías como el que Cristo les dio a ellos después de su resurrección. Si hay una conversación en la historia que quisieras escuchar, ésta sería la indicada.
Jesús acompañó a los hombres a través de todo el Antiguo Testamento para decirles cómo se refiere a él en su muerte y su sufrimiento, su resurrección y su gloria (24:27, 44).
Comenzó con los libros de Moisés (el Pentateuco) y los condujo a través de los Profetas (terminando con Malaquías). ¡Este fue el mejor estudio bíblico de todos los tiempos!
El Antiguo Testamento prometió y profetizó todo respecto a la resurrección de Jesús. Y la compañía de Jesús al lado de aquellos tristes caminantes comienza a surtir un efecto extraordinario. Pasaron de la ignorancia a la revelación.
Mientras oían aquel forastero aplicar lo que Moisés y los profetas dijeron sobre él, sus corazones comenzaron a arder, y lo que hasta entonces era frustración y desánimo, ahora se traduce en un cambio de actitud.
2. “Les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” vers. 27b.
La palabra griega para declaraba (diermeneuo) tiene la idea de quedarse cerca del texto y esto es lo que Jesús está haciendo acá. Jesús dejó que las Escrituras hablaran por sí solas de él, y ellas hablaran de su muerte y su resurrección. Cuando eso hacemos se quitará el mismo velo que había en aquellos caminantes de Emaús.
Después que Jesús se les reveló, esto fue lo que preguntaron: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría la Escrituras?” vers. 32. La presencia de un Cristo victorioso morando en la vida de un creyente no puede sino producir esto.
Si nuestro corazón no arde por el Señor debemos saber que habrá otras cosas que lo harán arder. Note que ellos hablan de las Escrituras. De esa palabra que, al escucharla, leerla o meditar despierta en nuestro corazón un ardor santo.
Es la experiencia de saber que lo que estoy oyendo o lo que estoy leyendo viene directamente de Dios para que lo aplique a mi condición particular (Hebreos 4:12). Amados hermanos, Cristo resucitó para que nuestros corazones ahora ardan por él.