La pregunta que surge inmediatamente al leer este imperativo divino es ¿por qué tenemos que perseverar en la oración? Bueno, mis amados, hay muchas razones, pero se me antoja pensar que lo primero es porque la oración tiene muchos enemigos.
La oración tiene tantos enemigos que nuestro amado Jesucristo cuando consideró la importancia de ella antes de comenzar su ministerio, y a la que decidió perseverar por cuarenta días, Satanás fue su hostil compañero quien vino para tentarle, distraerle y apartarle de su sagrado propósito. Debemos perseverar en la oración porque ella tiene el enemigo de lo superficial y rutinario.
Examine sus oraciones y se va a dar cuenta que algunas de ellas son más para acallar la conciencia que para tener comunión con el Padre. Con frecuencia deseamos conocer la voluntad para la toma de decisiones, pero no perseveramos en la oración, sino que nos lanzamos a ellas sin saber si Dios estuvo o no de acuerdo. La impaciencia es uno de los enemigos de la oración. Como todo lo de este mundo es rápido, así queremos que Dios obre. El llamado es a perseverar en oración.
II. ES LA QUE DEMANDA UNA VIGILANCIA PERSONAL
a. Vigilar es estar despierto.
El otro imperativo es “velar en oración”. ¿Qué diferencia hay entre perseverar y velar? Bueno que, si bien es cierto que velar conlleva de la idea de perseverar, sobre todo en algún tiempo prolongado de oración, el verbo acá no habla tanto de duración en la oración como de su intensidad y autenticidad.
Literalmente significa mantenerse despierto. ¿Se duerme usted cuando ora? Ya sabemos de unos creyentes que se durmieron en un culto de oración. Fue en aquella fatídica noche cuando el Señor en su intensa agonía de estar aceptando la voluntad del Padre que le preguntó a sus discípulos “¿no habéis podido velar una hora?”.
En aquella ocasión Jesús les habló de las razones por las que deberían vigilar: para no entrar en tentación. La idea de estar despierto, más que tener los ojos abiertos, es mantenernos en una alerta espiritual. La vigilancia en la oración es como el soldado que no puede dormirse ni un instante, porque pudiera ser que al tambalear lo aproveche el enemigo para atacar.
Esta es la misma idea de vigilar en la oración. El mínimo descuido será una puerta que se abre para que el tentador venga y nos haga caer. Vigilar en oración es estar despierto veinticuatro horas.
b. Vigilar es contraatacar.
Mientras Jesús oraba fue atacado por Satanás. Usó una artillería pesada debido al momento de debilidad física por la que Jesús pasaba. Por si no lo sabía, el arma que Satanás usó fue la misma palabra de Dios. Osadamente le presentó a Jesús lo que la Biblia dice en cuanto las necesidades del hombre, especialmente las físicas.
Jesús tuvo hambre y la tentación en ese momento era para que él convirtiera las piedras en panes, cosa que él podía hacer porque era Dios. Pero observe cómo el Señor contraatacó. Quedó comprobado que Satanás es un mal maestro bíblico. De manera que mientras él usó la Biblia para su provecho, Jesucristo la usó como la espada del Espíritu y desmanteló al enemigo hasta el punto de huir de su presencia.
Observo, por otro lado, que en no pocas ocasiones Jesús oraba con los ojos abiertos y hacia el cielo. Así tuvo que ser la experiencia la batalla que sostuvo contra Satanás. Somos llamados a velar en la oración.
Oremos con persistencia, pero también con vigilancia; no nos volvamos soñolientos o perezosos cuando oremos, sino mantengámonos despiertos con la ayuda de la oración. Es a través de la oración que nos mantenemos alertas y vigilantes en la vida cristiana (1 Tesalonicenses 5:6).