Un alma vale más que un techo roto

El creyente y la iglesia debieran estar conscientes de esas “multitudes” que son obstáculos para que otros vengan a Cristo y abrir otros espacios hasta traer a los hombres a los pies del Maestro.

III. HAY QUE TENER UNA FE DETERMINADA

1. La fe del que evangeliza.

Es interesante que Jesús no mencione explícitamente la fe del enfermo, sino que el texto habla de la fe de los amigos vers. 5. La verdad de esta historia es que este hombre fue sanado por la enorme fe que tuvieron sus amigos.

La Biblia no nos dice que ellos se desalentaron ante las dificultades. No se quejaron porque no hubo una respuesta inmediata. No nombraron un comité para que fuera a hablar con el Señor. Estos hombres ejercitaron su fe. Pusieron un plan en marcha.

Como quiera que sea la determinación era poner ese hombre frente a Cristo. Imaginémonos la escena. De repente la multitud que estaba apostada a la puerta notan que estos hombres se las ingeniaron, y ahora en lugar de buscar la puerta para entrar están en el techo de la casa.

Tuvieron que usar algún instrumento para llegar arriba; a lo mejor subieron algunos primeros. Como eran cuatro, dos podían tomarlo arriba mientras los otros ayudaban desde abajo.

Desconocemos la estructura de la casa. No sabemos cómo eran los techos, pero tan pronto como fue posible, aquellos hombres abrieron un boquete tan grande para poder bajar al hombre enfermo. Jesús está en la sala enseñando.

Él tuvo que oír los golpes en el techo, sentir el polvo y otros materiales caer, y luego ver cuatro cuerdas descender trayendo un cuerpo muerto con un hombre vivo reducido e impedido. Jesús detuvo su enseñanza. Contempló la valiente fe aquellos hombres que miran desde el techo descubierto y se dirige al enfermo con estas palabras: “Hijo, tus pecados te son perdonadosvers. 5.

2. Los incrédulos ante la palabra.

Los fariseos que estaban allí se llenaron de asombro y de una reacción inmediata, tildando a Jesús de blasfemo vers. 7. Pero lo cierto fue que la intrepidez de estos hombres dejó asombrados tanto a los que estaban adentro como los que estaban afuera.

Lo que allí sucedió fue una noticia que se expandió muy pronto. Allí ha pasado algo que tiene que ver con el corazón mismo de toda evangelización. El trabajo de conducir a los hombres a Cristo plantea el rompimiento de ciertos esquemas y hacer ciertos sacrificios.

La única manera de entrar a la casa era a través de la puerta. Pero cuando una puerta se cierra para el evangelio hay que buscar otra salida. A veces pensamos que solo hay una forma de hacer las cosas. En esta historia se rompen con los patrones y las costumbres.

Hablando del costo, una pregunta que surge en esta escena sería acerca de quién pagaría el techo roto. Alguien tenía que pagar el daño. Puede imagínese la cara del dueño de la casa, quien mientras oye a Jesús, también oye los golpes arriba y luego vio descender al paralítico.

¿Estaría pensando este hombre si la compañía de seguros podría cubrir el daño? ¿Quién pagaría la factura? El asunto es que hay un costo que pagar para que los hombres vengan al Señor. El costo de mi tiempo.

El costo de las críticas del “que dirán” por lo que hacemos. El costo de mi propia inversión para la obra… Estos hombres nos dicen que cualquiera cosa que se haga para traer los hombres a Cristo es el más grande asunto. Un alma vale mucho para Dios. Nadie está fuera de su alcance.

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