La presencia de Dios

Juan J. Pérez González

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Siendo muchos de los judíos tan radicales y tan celosos de sus principios y tradiciones religiosas, era humanamente imposible que aceptaran otra creencia religiosa. La conversión tan inmediata y profunda no era obra de las capacidades oratorias de Pedro, sino una intervención directa del Espíritu Santo entre los oyentes.

Por un lado, usando poderosamente la vida del apóstol, y dando la inspiración y la unción en el mensaje; y por otro lado, obrando en el corazón de las multitudes, hasta llevarlos a entregarse al evangelio del reino de Dios.

La presencia de Dios provoca fe por medio de la predicación de la palabra de Dios, como ocurrió cuando Jesús predicó en aquella casa: E inmediatamente se juntaron muchos de manera que ya no cabían ni aún en la puerta; y les predicaba la palabra (Marcos 2:2).

La palabra anunciada por el Maestro produjo en la gente fe; tanto en los habitantes de la ciudad como en sus alrededores, incluyendo a un paralitico y a quienes lo trajeron.

CONCLUSIÓN

Las verdades de la Biblia pueden ser predicadas de una forma fría y estéril, o en el poder del Espíritu Santo. El mandato de Jesús a sus discípulos fue que ellos debían recibir primero el poder de lo alto, y después de eso serían testigos eficaces, por medio de la predicación y de las maravillas realizadas por la presencia de Dios en sus vidas y ministerios (Hechos 1:8).

La presencia de Dios obrando en la vida del predicador, en el mensaje y el auditorio explican el éxito de los apóstoles y demás predicadores de la iglesia primitiva.

El apóstol Pablo dice a los hermanos de Tesalónica: nuestro evangelio les llegó no solo con palabras sino también con poder, es decir con el Espíritu Santo y con profunda convicción (1 Tesalonicenses 1:5).

De la misma manera comenta a los corintios: ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder (1 Corintios 2:4).

Tal es el beneficio de la presencia de Dios en la predicación. La oración es complemento supremo junto con la proclamación de la palabra de Dios.

El predicador contemporáneo, como siempre necesita un acertado balance entre los diferentes aspectos de la preparación del sermón que dependen de la capacidad humana, y el poder, la gracia y la efectividad que sólo la presencia de Dios pueden producir.

El heraldo que representa a Dios en el púlpito debe tener una marcada pasión por la oración, y ha de mostrar diligencia para que pueda anunciar el mayor mensaje de todos los tiempos.

© Juan J. Pérez González. Todos los derechos reservados.

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Juan J. Pérez González
Autor

Juan J. Pérez González

Líder Nacional del Concilio de las Asambleas de Dios, como Secretario General, y en 2019 - Director de Evangelismo a nivel Nacional. Amante de la obra misionera, Pastor, Predicador y Evangelista es su especialidad con milagros y salvación a través de la Palabra.

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