La vida en el Reino

El egoísmo

El egoísmo es la actitud de quien manifiesta un excesivo amor por sí mismo, y que solamente se ocupa de aquello que es para su propio interés y beneficio, sin atender, reparar y mirar las necesidades, opiniones, gustos o intereses de los demás. El egoísmo insensibiliza a las personas que logra apresar. Es autodestructivo y generalmente está en el centro de la mayoría de los conflictos entre la gente.

El egoísmo destruye, frustra a las personas y las hunde en la infelicidad. El egoísmo es un freno al progreso espiritual de los creyentes e impide tener relaciones humanas saludables. No es posible ser egoísta y vivir para Dios.

Precisamente la regla de oro que estableció Cristo en su reino es un antídoto (un correctivo) muy efectivo que combate la tendencia de concentrarse en sí mismo sin pensar en los demás.

La cultura y el humanismo de nuestro tiempo alimenta sutilmente el egoísmo en las personas. De ahí que vivimos en una sociedad donde el amor de muchos se ha enfriado. Una sociedad que experimenta cada día, un deterioro de los valores éticos y morales.

Una sociedad donde sus miembros no saben cómo establecer relaciones humanas saludables y respetuosas. Una sociedad donde los hijos le faltan el respeto a sus padres y donde los padres maltratan a sus hijos.

Una sociedad donde las relaciones humanas se han sustituido por las redes sociales, sin que dejemos de reconocer sus ventajas en algunas áreas de la comunicación del hombre moderno.

Y Jesús no ignora que su iglesia tendría que enfrentarse a un mundo donde los principios de vida se irían deteriorando, donde a lo malo se le llamaría bueno y a lo bueno malo.

Así que se ocupa de establecer principios de vida, que ayuden a los creyentes a mantenerse protegidos de toda influencia cultural; y que a su vez los capacita para que sean luz y ejemplo en un mundo, que cada vez más se aleja de Dios.

Regla de oro o principio de reciprocidad

Entre las enseñanzas prácticas que encontramos en el conocido sermón del monte, se encuentra la regla de oro o principio de reciprocidad. Esta regla o principio de vida social, es la suma de todos los requisitos morales y éticos de los ciudadanos del reino de Dios.

Esta regla de oro ya se conocía entre los judíos. Pero era citada de forma negativa. Ellos decían: “no hagáis con otros lo que no queráis que ellos hagan con vosotros”. Otras religiones, incluyendo el confucianismo, el budismo y el hinduismo, contienen órdenes similares.

Pero Jesús la enseñó de forma positiva. Enriqueciendo su significado y subrayando, que este mandamiento resume apropiadamente, la esencia entera de los principios éticos contenidos en la ley y los profetas.[2]

Jesús lo establece como un principio de acción: “todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. [Haz a otros lo que quieras que te hagan a ti]. Esta es una nueva manera de ver la vida.

Todos sabemos que es más fácil frenar la intención de causar daño a alguien, que tomar la iniciativa para hacer un bien a favor de otra persona, sin importar quien sea. Negarse insultar a un vagabundo (homeless) que pide limosna en un semáforo es una cosa; pero tender la mano para ayudar a alguien en necesidad, es otra.

El comentarista bíblico W. Barclay lo explica de esta forma. “Una cosa es decir: «No debo hacer daño a nadie; no debo hacerles lo que no me gustaría que me hicieran». Y otra cosa totalmente diferente es decir: «Debo dejar lo que esté haciendo para ayudar a otras personas y ser amable con ellos, como me gustaría que ellos hicieran y fueran conmigo». Eso, sólo el amor nos puede obligar a hacerlo.” [3]

Sólo el amor que Dios derrama en nuestros corazones nos capacita para cumplir la regla de oro de Cristo. Porque el corazón humano es inherentemente egoísta. Incluso nuestros actos más desinteresados provienen del deseo de sentirnos bien con nosotros mismos y lucir bien ante los demás. Si bien las personas pueden parecer desinteresadas, el motivo más profundo del corazón humano es ayudar a nuestra propia imagen y autoestima.

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