Que no se apague el amor

Esto revelaba que ella era fiel en la práctica. La palabra “trabajo” aquí traduce un gran esfuerzo acompañado de sufrimiento. Era una iglesia que no se había desmayado. No muchas iglesias son elogiadas así. La ciudad de Éfeso sabía que en su seno había una iglesia que le estaba haciendo la vida imposible a los adoradores de la diosa Diana.

b. Se define con un sufrimiento y paciencia (vers. 3)

El sufrimiento fue notorio debido a la resistencia idolátrica que hacían. También tenían una gran paciencia y firmeza en la doctrina. Ellos no toleraban las desviaciones doctrinales ni los que propagaban tales enseñanzas, a quienes llamaban falsos apóstoles y mentirosos.

Al parecer la iglesia tenía un gran programa de educación teológica y a lo mejor una muy buena “escuela dominical”.

Los errores doctrinales no encontraban cabida en aquella vigorosa iglesia. Ellos aborrecían la obra de los nicolaítas vers. 6, que pretendían confundir a los fieles. ¿Qué más se le podía pedir a una iglesia como esta?

Pero el asunto es que no es suficiente hacer un gran trabajo, ser celoso por defender la doctrina, preocuparse por las cosas externas de la iglesia, y descuidar lo que debiera ser más importante; eso es, el amor.

III. POR LA EXHORTACIÓN QUE SE LE HACE

1. Se le recuerda que debe arrepentirse (vers. 5)

He aquí el camino de la restitución. El mensaje hermoso de las Escrituras es que siempre apuntan hacia la restauración. La Biblia nos presenta a un Dios que “reprende y castiga a todo el que ama”, pero que tiene un firme propósito en restaurar al caído. A la iglesia de Éfeso le dice tres cosas que son notorias para recuperar el amor perdido:

a. Recuerda de dónde has caído.

Ve al momento y la acción que te hizo apartar de este amor. Recuerda el gozo que tuviste antes y el deleite que disfrutabas por causa del amor a Cristo y su obra. Recuerda todo lo que el Señor ha hecho en ti y “no olvides ninguno de sus beneficios”.

Recuerda la pasión por Cristo y las almas que has tenido. Este es un llamado para ir de regreso al momento donde se ha fallado. Para llegar a la causa misma que nos produjo la caída que nos ha llevado a perder el primer amor. A veces sufrimos de amnesia espiritual y el Señor nos lleva a esos momentos donde le fallamos para que reconozcamos nuestra condición espiritual.

b. Arrepiéntete.

La palabra para arrepentirse es “metanoia” en griego. Siempre está asociada con un cambio de actitud. Con dar media vuelta a lo que se está haciendo mal y levantar el rostro hacia arriba, donde está Cristo sentado.

Dejar de amar a Dios después de haberle conocido es un pecado del que hay que arrepentirse. Dejar de tener amor por los que están sin Cristo es un pecado del que hay que arrepentirse. Por lo general estos son los grandes pecados de los santos.

El creyente también tiene de qué arrepentirse. Si nuestro amor no tiene la intensidad de la que él mismo nos demanda, debemos arrepentirnos.

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