Los días que tenemos por delante

IV. APRENDEMOS DE LAS BENDICIONES QUE NOS ESPERAN

1. Debemos ser audaces en reclamarlas (verss. 13-14)

Moisés sabía de la ira de Dios hacia su pueblo. Por esta razón, las bendiciones estaban siendo retenidas. La ira de Dios cerró el camino a las bendiciones. Pero ahora hay un nuevo reclamo; un nuevo anhelo para el día cuando aquellas bendiciones regresen y sean parte de su pueblo.

Moisés le pide a Dios volverse y aplacarse. En esa misma oración él reclama esas bendiciones por cuanto vio el mal hecho por Israel, cuando dice: “Alégranos conforme a los días que nos afligiste y los años en que vimos el mal” (vers. 15). Esta es la oración de un creyente.

Cuántas veces al año llegamos a ver algún mal golpeando nuestras vidas y a la familia. Pero ahora, al revisar nuestras cuentas, y al ver el déficit de esas bendiciones, le decimos también al Señor: ¡Alégranos!

Esa alma afligida que llevó la carga de algún dolor, de alguna pena, de alguna aflicción insoportable, ahora le dice al Señor. ¡Alégranos! Sí, alégranos conforme a los días de nuestras tristezas. El final de un año nos invita a reclamar las bendiciones no recibidas, aunque siempre nos pertenecieron. He allí las bendiciones, agárrelas este año.

2. Debemos ser constantes en esperarlas (verss. 16-17)

“Aparezca” es una manera de decir: has realidad tu obra en nosotros. Ninguna otra cosa deseamos con mayor fuerza que la obra de Dios sea hecha en nosotros. A veces nuestra confianza sólo está puesta en la obra de los hombres, pero todos sabemos cuán pasajera es, como los torrentes de aguas, como el pensamiento, como el sueño.

Sin embargo, la obra de Dios permanece para siempre y su obra es perfecta y completa en nosotros. Esa bendición debe ser esperada. Dios no ha terminado su obra según Filipenses 1:6. Y entre esas bendiciones deseadas está la “gloria sobre tus hijos”.

La gloria de Dios debe ser el asunto de mayor bienestar para el creyente. El apóstol Pablo pidió ser “transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu (2 Corintios 3:18).

Cuando la gloria de Dios la vivimos continuamente el resultado será ver a Dios confirmando “la obra de nuestras manos” (vers. 17). ¿Cuántos quisiéramos vivir bajo la gloria de Dios? No hay bendición mayor que esta.

CONCLUSIÓN:

La vida según la perspectiva del salmista se mueve dentro de lo “temporal y eterno”, dentro de la brevedad y lo permanente; por lo tanto, la conclusión de todo lo dicho la encontramos en el versículo 12. Es la gran oración hecha a Dios para buscar su ayuda, para organizar nuestra vida conforme a las exigencias de Su voluntad.

El año recién concluido nos conduce a una evaluación de nuestras matemáticas. Por cuanto es tan fácil perder el tiempo en necedades, en actividades improductivas o simplemente “matarlo”, la presente oración debiera ser nuestro lema: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.

Necesitamos un corazón sabio para vivir, un corazón sabio para amar a Dios y al prójimo, y sobre todo, un corazón sabio para no pecar contra Dios. La vida enfocada en la eternidad es aquella que ha aprendido a “contar los días”. ¿Cómo viviremos este año? ¿Cuál será nuestra evaluación del tiempo transcurrido? ¿Qué tan sabios seremos en vivir los próximos días de este año que comenzó?

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
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