Huyendo en dirección a Dios

Es más, pudiéramos escondernos en la oscuridad de nuestras situaciones, como evadiendo aquello que nos afecta, pero al final descubrimos a Dios moviéndose en medio de eso por su misma omnipresencia. Nada está oculto a su mirada.

2. “Aun la noche resplandecerá alrededor de mí…” (vers. 11c)

Parece un contraste hablar de una noche resplandeciente. En todo caso, es en el día cuando vemos el resplandor. Sin embargo, David nos revela las oscuridades del alma de las cuales debemos salir. Hay oscuridades en nuestras vidas donde necesitamos el trabajo del Señor. Alguien pudiera estar pasando la oscuridad de la vergüenza de alguna falta cometida.

El pecado tiene la misión de paralizarnos y hacer que arrastramos una pesada culpa que ya Cristo la llevado. Otro podría ser, la oscuridad de los pensamientos angustiosos. El corazón pasa sus horas de oscuridad. No es raro sentir una profunda tristeza en medio del gozo.

La voz “suave y apacible” de la conciencia pudiera ser inaudible, sin embargo, el Señor no está en tinieblas. A veces podemos pasar por la oscuridad del dolor o la oscuridad de las dudas, pero una cosa debemos saber, en esa oscuridad pudiera resplandecer la luz de Aquel que ve tu oscuridad. Tus noches no serán tantas si el Señor te acompaña en medio de ellas.

3. “Lo mismo te son las tinieblas que la noche…” (vers. 11d)

Este es el texto más importante de todo lo dicho hasta acá. Nosotros no vemos en las tinieblas, y por eso nuestro padecimiento es grande cuando estamos en ellas. Pero esta declaración de David produce confianza y nos llena de paz. Alguien dijo que Dios puede ver en la noche más oscura, una hormiga negra, pero aún más, hasta oír sus pasos. Nuestro Dios resplandece en cualquier circunstancia.

Un texto parecido a este dice: “Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos” (Proverbios 15:3). Tanto la oscuridad como la luz son imágenes muy usadas en las Escrituras. La oscuridad casi siempre es una imagen negativa y temerosa. Su naturaleza hace imposible encontrar el camino propio. Sobre esto, Job dijo: “Él me ha amurallado, así que no puedo pasar y ha puesto la oscuridad en mis caminos” (Job 19:8).

Pero la oscuridad no significa el final del camino, sino más la oportunidad de Dios, porque para Él, lo mismo le son la luz que las tinieblas. Al final, la luz en las tinieblas resplandece.

CONCLUSIÓN:

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? Según esta pregunta no podemos escondernos de Dios, de su conocimiento y observación. La pregunta es: ¿a dónde huiré de tu presencia? Habla de los lugares donde no podemos estar fuera de él. En todas partes Dios está observando y juzgando, aprobando o desaprobando.

No hay lugar en el universo donde podamos escapar del alcance de su mirada. No hay lugar en cualquier parte del espacio, sea arriba o abajo donde podamos quedar libres de su escrutinio. Supongamos que tengas la oportunidad de escaparte con la rapidez de los rayos del sol naciente, y en un instante llegarás hasta las partes más remotas de la tierra o el mar, hasta allí la mano de Dios te guiará.

Al considerar esta imposibilidad humana, llegamos más bien a la conclusión del salmista: “Examíname, oh, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (vers. 23-24).

Sí, porque pudiera haber en mi corazón una rebelión en la cual estoy huyendo de misma presencia.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.
Iglesia Ambiente de Gracia, Fairfax, VA.

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