Ahora está turbada mi alma

Toda su vida estuvo conectada con el Padre, pero en el momento cuando más necesita de él, se va a encontrar con esta verdad: el Padre no va a salvar al Hijo de aquella hora. Y así, en medio de la angustia de su alma, pareciera hablar consigo mismo.

Las dos preguntas hechas forman parte de la angustia de su alma. Si bien Juan no habla de la oración del Getsemaní, el dolor de Jesús en ese momento es el mismo expresado en aquel lugar, la noche previa a su muerte. Jesús no hizo estas preguntas en aquel jardín, pero sí hizo tres veces la misma oración: “si es posible pasa de mí esta copa”.

Al final de esto vemos a Jesús encontrando su propia respuesta, cuando dice: “Mas para esto he llegado a esta hora”. ¡Qué conclusión tan llena de realismo! Aquella era la hora del Padre. Es como si al llegar a ese momento ya no hubiera ninguna escapatoria. Todo era irreversible. Jesús no puede evitar la hora del Padre.

2. “Padre, glorifica tu nombre” (vers. 28)

He aquí la grandeza de Jesús. En lugar de quejarse por el designio divino, por ser aquel momento cuando el reloj del Padre había dado la hora, le habla de esta manera, diciéndole: “Padre, glorifica tu nombre”. Esa oración no podía estar más llena de humildad y de amor.

La pregunta es ¿qué relación tiene esa petición de Jesús con la angustia del momento? ¿Cómo entender que la glorificación del Padre será hecha a través de la muerte de su Hijo?

Pero tan pronto Jesús hizo su petición, el Padre no dudó en responder con una fuerte y audible voz: “Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (vers. 18b). Con esta fueron tres veces cuando se oyó esa voz: una en el bautizo, otra en la transfiguración y este de ahora. Por cierto, esta será la última vez que el Padre le respondió al Hijo de esta manera.

A partir de ahora Jesús seguirá orando, incluyendo el capítulo 17, pero no hay respuesta. Sin embargo, esta respuesta será suficiente. Con la muerte de Cristo, ambo estaban recibiendo más gloria aún. Ese fue el testimonio de Juan 17:1. Mis amados, la muerte de Cristo no era el fin, sino el principio de su exaltación a la excelsa gloria.

3. La voz por causa de ellos (vers. 30)

Como dije, esta fue la tercera vez cuando el Padre le habló audiblemente. Me imagino las veces que el Padre le habló en secreto, pero esta voz así audible fue por causa de los discípulos. No era ni un trueno ni un ángel, era la voz del Padre para respaldar la decisión de morir en total obediencia.

Para Jesús esa voz no fue extraña. Si alguien conocía esa dulce voz era el Hijo. Por la respuesta dada por los dos grupos, judíos y griegos, ninguno de ellos supo quien estaba hablando.

Sin embargo, el respaldo de esa voz nos muestra cuánto amor tiene el Padre por el Hijo, especialmente al momento de estar pasando por esa angustia previa. Su turbada alma ahora comienza a sentir el aliento del cielo.

Es cierto, esa voz no la escuchará más ni aún cuando clamó desde la cruz en su mayor agonía “!Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado!”, pero el Padre nunca estuvo tan presente con su Hijo como en aquellos turbados momentos.

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