Desconocemos hasta dónde los discípulos conocieron de la angustia de su Maestro, pero el Padre se hizo muy presente para acompañarlo. Esta es la misma promesa, Dios no nos deja solo cuando sufrimos.
II. ESTABA TURBADO POR SER LA HORA DE LAS TINIEBLAS
1. “Ahora es el juicio de este mundo…” (vers. 31a)
No es lo mismo el juicio venidero para este mundo de pecados, por cuanto ya Cristo habrá triunfado sobre su dominio, que el juicio anunciado por el Señor con su muerte.
No será lo mismo pelear contra el poder de las tinieblas desde una posición de victoria, lograda a raíz de la resurrección de Cristo, que enfrentarse al poder de este mundo, sin ofrecer resistencia, haciéndolo al entregarse para morir en la forma cómo lo hará el Señor.
La angustia y turbación del Señor se debía exactamente a eso. El mundo será llevado a juicio. Pero ¿cuál mundo? Ese mundo descompuesto desde la misma creación con el reinado de la muerte y del pecado.
Será el juicio para ese mundo dominado por las manos de los poderes de las tinieblas. La turbación del Salvador se debía al peso de la oscuridad del pecado, cuyo dominio de aquel estado impío sería destruido por medio de la obra redentora de la cruz.
Este mundo con toda su maldad va a quedar sentenciado con la muerte de Cristo. El reino de las tinieblas será vencido por la Estrella resplandeciente de la mañana. Ahora mismo, este mundo está bajo juicio y la segunda venida lo confirmará.
2. “Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (vers. 31b)
Satanás comenzó su actividad en el cielo desde donde fue arrojado, convirtiéndose en enemigo de Dios. En el jardín del Edén se hizo presente, y allí, teniendo al pecado como aliado, produjo la caída del hombre y trajo el reinado de la muerte.
A partir de allí, hasta la sentencia hecha por Jesús, su principado llegará al final. Jesús ya se había enfrentado a Satanás, y lo había vencido, pero enfrentarlo con su muerte sería el asunto más desigual para Jesucristo.
¿Por qué decimos esto? Porque aquella sería la hora de Satanás. El poder del mismo averno se haría presente en aquellas próximas horas de intenso dolor.
Jesús está turbado, porque el Padre permitirá a Satanás venir contra él de una manera despiadada, porque en él no hay ningún vestigio de bondad. Dios había permitido al reino tenebroso del mal llevar a cabo su voluntad. Jesús se someterá a un poder infernal comandado por Satanás.