En muchos casos de la Biblia, Dios le permitió a Satanás zarandear a sus siervos, como el caso de Pedro, o traer un aguijón como a Pablo, pero no murieron. Sin embargo, el Padre no defenderá a su hijo de la hora de Satanás.
3. ¿El Padre dejó en manos de Satanás a su Hijo?
Frederick Lehay lo dice así: “Dios había reservado esta hora para Satanás… esta hora era especialmente suya… En esta terrible hora Satanás tuvo rienda suelta. En el caso de Job Dios le puso un límite a la actividad de Satanás. En la experiencia de Cristo no hubo límite para la embestida… Él era libre de hacer lo peor y lo hizo”.
Solo podemos imaginarnos cómo iba a ser ese poder desatado de maldad contra la inocencia y pureza del Hijo del Hombre. Con el permiso de Dios, el diablo pensó en la destrucción final de su gran enemigo Cristo.
Imagínese cómo sería el castigo hecho. Pero fue por la muerte y resurrección de Cristo, que el poder ejercido por Satanás dominando los corazones de los incrédulos, arrastrándolos y engañándolos para darle adoración, fue destruido para siempre.
Con la sangre derramada en la cruz los hombres encontrarán remisión de sus pecados, y miles alcanzarían la liberación del dominio del diablo, uniéndose a la iglesia del Señor. De esta manera, el príncipe de las tinieblas fue echado fuera.
III. ESTABA TURBADO PORQUE ERA LA HORA DE LA CRUZ
1. Jesús escogió su tipo de muerte (vers. 33)
La vida de Jesús fue simplemente singular. Nació bajo el cumplimiento profético, aunque su nacimiento no fue por una concepción humana, sino por la obra del Espíritu Santo. Las cosas hechas durante su ministerio nadie más las ha hecho ni las hará.
Sus milagros lo confirmaron como el Hijo de Dios. Pero lo más singular de su vida fue la escogencia de su propia muerte, la determinada también por su Padre.
Su turbado corazón traía a su mente la profecía de Isaías 53. Aquello no fue escrito para Israel, como lo interpretan los judíos, sino es la descripción de los más inerrables sufrimientos para el Mesías venidero. La expresión “dando a entender de qué muerte iba a morir” desafía toda nuestra imaginación y nuestro escaso conocimiento.
¿Por qué no escogió otro tipo de muerte y por qué a esa edad?
Nadie quiere morir a los treinta y tres años, y menos en una cruz. Pero ¿qué mérito habría tenido su muerte si le hubiera resultado fácil y sin costo alguno? La voluntad del Padre era la cruz para su Hijo, y Jesús se enfrentó entre el horror de la muerte y la obediencia al Padre. Su muerte fue planificada.