Lucas, el otro discípulo amado

I. EL OFICIO DEL DISCÍPULO

1. El médico amado (Colosenses 4:14)

Según algunos críticos de la historia, el término de médico no debiera entenderse, sino en el sentido espiritual. Pero aceptar esta crítica sería rebajar el oficio de Lucas como médico del cuerpo, a médico del alma.

Si Lucas fuera solo médico del alma, Pablo no le hubiera dado semejante distinción. Simplemente, Lucas estudió medicina y esto fue muy importante en la vida de Pablo, porque sin duda él llegó a conocer muy bien a “su paciente”, sobre todo, por las tantas enfermedades de Pablo.

¿Puede imaginarse cómo calmaba Pablo el aguijón de su carne, por cuanto el Señor no se lo había quitado? Lucas fue el doctor de cabecera de Pablo, tanto así que lo acompañó hasta Roma en su travesía final. Dios no sanó a Pablo de sus males, pero le asignó un médico para asistirlo en su vida.

En unas de sus cartas va a decir “solo Lucas está conmigo”. Y para confirmar su profesión médica, Lucas nos deja en su libro su visión como galeno, cuando habla de algunos casos donde se ve la diferencia de un escritor natural y un escritor médico como Lucas.

Uno de estos ejemplos es cuando Jesús oró en el Getsemaní, como con grandes gotas de sangre. Ese fenómeno se conoce como “hematidrosis”, que solo sucede en pacientes con su sistema alterado, y eso lo vivió Jesús, y Lucas como médico lo registró.

2. El médico evangelista.

Lucas no solo fue el “médico amado”, sino un discípulo con un peso en su corazón por el perdido. No solo fue un médico del cuerpo, sino también “médico del alma”.

Algunos afirman que un teórico de oficina ve a las personas mejor de lo que son, mientras que un sociólogo las ve peor de lo que son en realidad; sin embargo, el médico ve a cada uno tal cual es. Ve el dolor de su cuerpo, pero también su dolor emocional, muchas veces los causantes de sus dolores físicos.

Tenemos razones para pensar en la manera cómo Lucas veía a las personas. No fue una casualidad ser llamado por Pablo como médico, porque seguramente en él se conjugaba la sensibilidad de ver a las personas tal cual eran, mitad debilidad y mitad buena voluntad, y las amaba y las comprendía.

Un discípulo como Lucas tuvo mucho trabajo al lado de Pablo, su discipulador.

Imagínatelo en todos los viajes misioneros atendiendo y enfrentando cada caso. No dudo en pensar que Pablo le asignaba a Lucas aquellos casos donde un hombre como él, con su experiencia, podía ser muy usado. Qué decir del trabajo en las cárceles, y por último, el gran trabajo hecho en el barco donde iban para Roma. Lucas nos habla de la pasión por la evangelización.

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