Timoteo, el hijo de honor

2. La fe de las madres (vers. 5b).

La “fe no fingida” de Timoteo no vino sola. Pablo habla de una esa fe habitando primero en su abuela Loida, y luego en su madre Eunice. Pablo era un conocer y expositor de una auténtica fe, y en no pocas veces combatió a aquellos que habían puesto su fe en muchos dioses, menos en el Dios verdadero.

Así, pues, él elogia la clase de fe habitada primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice. Loida y Eunice fueron madres de una gran devoción por su Señor. Bienaventurados los hijos nacidos en un hogar con una abuela y madre como éstas.

Lo de ellas fue una fe viva, activa y triunfante. Timoteo vio una continua demostración de la fe de sus madres. Frente a aquellos momentos de gran necesidad, donde la oración de fe era necesaria, la respuesta divina llegó a ser una presencia continua.

La vida de fe de una madre es una de las mayores herencias dejadas a sus hijos. Los grandes hombres de fe del pasado, y muchos del presente, cuentan acerca de la influencia de la fe abnegada de sus madres.

Un hijo formado a los pies de madres con ese legado de fe, son una honra para su familia, la iglesia y la sociedad. Moisés fue formado por su madre hasta los 12 años, de allí proviene su fe libertadora al liberar a su pueblo.

3. La fe del hijo (vers. 5c).

Vea el orden referido por Pablo cuando habla de “la fe no fingida”. Primero fue en la abuela, luego con la madre y finalmente la del hijo Timoteo. Las palabras de Pablo son enfáticas, cuando dice: “y estoy seguro que en ti también”.

No era cualquier persona que estaba calificando la fe de Timoteo, era Pablo mismo. Cuando una madre trasmite su fe viva a su hijo, este es el resultado. A esto vale la pena hacer la siguiente pregunta, ¿cuál será el efecto de mayor impacto y perduración en la vida de sus hijos cuando se vayan del hogar?

Cuando esto hacemos no será sorpresa pensar que en la mesa de algún hogar se esté formando un ministro del Señor. Sin embargo, y contrario a esto, la ausencia de esta clase de fe en el hogar pudiera estar formando un delincuente, llegando a ser el dolor y la vergüenza en el seno de la familia.

Una madre cristiana hará la diferencia en la vida de sus hijos. El testimonio de J.P. Richter, hablando sobre esta influencia, es por demás elocuente: “Todo lo que soy o espero ser se lo debo a la angelical solicitud de mi madre”.

“Para el hombre que tuvo una buena madre son sagradas todas las mujeres”, agregó. Necesitamos más madres con “la fe no fingida”. Madres modelos para sus hijos.

Deja un comentario